Pedro Sánchez ya es a todos los efectos presidente del Gobierno, una vez ha superado la votación del Congreso de los Diputados por tan solo dos votos de diferencia —167 síes y 165 noes— y el decreto de nombramiento correspondiente ha sido firmado por el jefe del Estado, paso previo para que jure o prometa su cargo este miércoles a las 11 de la mañana. Se han acabado, por tanto, las palabras y llega la hora de los hechos. La del cumplimiento de los acuerdos. La de las respuestas. El primero de sus compromisos, la mesa de diálogo con el Govern de Catalunya, que todo el mundo daba por descontado que se pondría en marcha en dos semanas, no tiene a día de hoy fecha de reunión ya que la primera decisión del presidente nada más ganó la investidura fue filtrar desde la Moncloa que los nombramientos de los nuevos ministros se aplazarían una semana. Y la literalidad de lo que señala el acuerdo es que "la mesa de diálogo iniciará sus trabajos en el plazo de quince días desde la formación del gobierno de España".

Llama la atención, no obstante, que Pedro Sánchez haya buscado unos días tan estrafalarios para la sesión de investidura como son el 4 y el 5 de enero para la primera votación y el 7 para la segunda y ahora espere una semana para anunciar el gobierno. ¿Hacía falta tanta prisa o se trataba, una vez más, de uno de sus caprichos? Puede ser una anécdota, pero dada la facilidad del presidente para incumplir sus compromisos, no sería una mala estrategia de los grupos políticos que le han apoyado no perdonarle ni una desde el primer día. Y es que la experiencia demuestra que el presidente solo atiende cuando se encuentra necesitado de apoyos y, por el contrario, tiene una enorme facilidad para desentenderse cuando los problemas son de los demás.

De la sesión parlamentaria de este martes merece una mención especial Montse Bassa, la diputada de Esquerra y hermana de la consellera Dolors Bassa, condenada a 12 años de prisión por sedición y malversación por el Tribunal Supremo. La contundencia de las palabras de Montse Bassa desde el atril señalando que le importaba un comino la gobernabilidad de España, tildando a los socialistas de verdugos y preguntándoles si se alegraban de su dolor provocó una respuesta generalizada de los bancos de la derecha y acusaciones de golpista. Una muestra de cómo va a ser la legislatura y de la que ya hemos tenido jugosos avances estos días. Todo va a servir a la derecha para quitarle legitimidad al Gobierno mientras intentan descuartizar al inquilino de la Moncloa. Debería ser un motivo para que Sánchez no cometiera los errores que tuvo después de la moción de censura que ganó. Pero cualquiera que lo conozca solo puede mirar al presidente con escepticismo y desconfianza. Porque el valor de su palabra cotiza, hasta la fecha, muy a la baja.