Por lo que sabemos, ya que él mismo lo ha difundido, el president de la Generalitat, Quim Torra, lleva desde este sábado llamando por teléfono al presidente del gobierno español en funciones, Pedro Sánchez, y este ha decidido no cogerle el teléfono. Y, además, sacar pecho de su mala educación. No sé en qué escuela política debió aprender Sánchez, pero no debió ser en ninguna de importante, ya que preside un gobierno que ha hecho de la confrontación institucional con Catalunya su única táctica electoral de cara al 10-N y del desaire y ninguneo al president Torra su única bandera para convencer a la derecha española que él puede ser tan útil para neutralizar al independentismo catalán como el PP y Ciudadanos. Porque de eso va la batalla, ahora abiertamente a cara de perro: a Torra ni agua. Ni el teléfono.

En un reciente artículo en esta misma sección, ya dejé claro que era una obviedad y una preocupación la pérdida de pulso político de la presidencia de la Generalitat. Esa situación siempre acaba teniendo consecuencias y, más allá del voluntarismo, a veces cuesta encontrar una estrategia que tenga el más mínimo sentido político, o que haya sido valorada antes de llevarla adelante. Como también he reiterado que estamos en este punto del conflicto entre Catalunya y el estado español por la incapacidad de PP y PSOE, también de Ciudadanos aunque cada vez es un actor más pequeñito, a hacer política con mayúscula y abordar los conflictos desde la política y no desde los tribunales. Erraron, el año 2010, con una sentencia del Estatut en el Tribunal Constitucional que inflamó el catalanismo que transitó mayoritariamente hacia el independentismo y se han vuelto a equivocar con la sentencia del Tribunal Supremo a los nueve presos políticos, con graves acusaciones y condenas que no tienen base jurídica alguna.

Pero, Pedro Sánchez, con su actitud de no ponerse al teléfono cuando le llama el president de la Generalitat, hace dejadez de sus funciones y sitúa la interlocución institucional al máximo nivel y el diálogo que tanto predica fuera de cualquier parámetro democrático. No se puede ir por la vida alardeando de lo que no haces por un puñado de votos. Incluso el expresidente del gobierno español Mariano Rajoy las formas fue lo único que no perdió y, en momentos mucho más difíciles, atendió la llamada del president Carles Puigdemont. Lo que no hizo fue contestar a una llamada institucional tan significativa por un grupo de Whatsapp de periodistas. Esto no es la comunicación del siglo XXI. Esto simplemente es bajeza institucional.