La zozobra, los miedos y la alarma han llegado al palacio de La Zarzuela. El discurso navideño de Felipe VI pronunciado esta noche del martes condensa básicamente dos ideas: la primera, que “España no está aislada” y, en consecuencia, la situación que atraviesa no es comparable a la de países cuestionados por privación de derechos fundamentales. La segunda, que el rumbo de la Unión Europea provoca en la sociedad española “preocupación e inquietud”.

Si el discurso de 2018 giraba alrededor de “la convivencia” en Catalunya y resaltaba los valores de “una democracia asentada” como justificación a la anómala situación de prisión de los líderes independentistas y de la represión en Catalunya, este 2019, Felipe VI traslada el foco político de su discurso a defender lo construido y, por primera vez, a expresar su preocupación por el rumbo de la UE. Y lo hace justo en una semana en que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) le ha propinado un revolcón sin precedentes al Tribunal Supremo, ha confirmado como eurodiputados de pleno derecho a Puigdemont, Junqueras y Comín y ha dado pie a que gane fuerza la hipótesis, si no en España algún día en Europa, de anulación del juicio.

A todo ello se añade la interminable lista de organismos internacionales y de organizaciones de derechos humanos que han cuestionado la larga prisión preventiva, el juicio o la sentencia. Todo ello ha provocado en el concierto internacional una imagen de España que se ha ido degradando en los medios de comunicación. Solo así se entiende que, más allá de las frases que no cambian año tras año, este 2019, Felipe VI haya querido levantar ánimos alicaídos y defender a España de las acusaciones.

El discurso no contiene ninguna referencia explícita a Catalunya más allá de dejar dicho que “es una de las preocupaciones que tenemos en España”. En definitiva, un discurso pobre, y a la defensiva.