Cuando han transcurrido tan solo 24 horas de la inauguración de los Juegos Mediterráneos que se celebran en Tarragona uno no puede más que preguntarse cómo es posible que se hayan organizado tan mal. Unas gradas del estadio que a duras penas llegaban a la mitad de la ocupación en la jornada de apertura, una pobre ceremonia de inauguración y las diferentes subsedes de los juegos prácticamente vacías en los primeros días ponen en evidencia que los Juegos Mediterráneos empiezan a ser, si no se corrigen las cosas, un lastre.

Todo ello, sin que nadie haya explicado a qué se debe este fiasco y cómo no se ha sabido interesar a los ciudadanos de las comarcas de Tarragona. ¿Es cierto que desde la organización se les había comunicado a instituciones y entidades del territorio que las entradas estaban agotadas? Es un hecho gravísimo, que tan solo se explica por un exceso de celo a la hora de blindar una inauguración y conseguir que esta no tuviera una representación real de la pluralidad del país.

El hecho de que desde el Govern de la Generalitat se haya denunciado la selección de los asistentes por razones ideológicas y que también se les negaran entradas a las federaciones catalanas que, dicen, las habían solicitado a la organización son dos ejemplos más que suficientes para abrir una investigación. Entre otras cosas, porque el president de la Generalitat fue objeto de una gran pitada durante la ceremonia inaugural. Algo absolutamente normal y que cualquier político tiene que estar dispuesto a recibir de los ciudadanos que así se quieran expresar; sin embargo, sería enormemente grave si se tratara de algo instigado y no espontáneo.

Todo ello por no entrar en la ausencia de los castellers en la jornada inaugural, símbolo universal de las comarcas tarraconenses. Igual tiene que ver con la participación de diferentes colles castelleres hace una semana en una jornada especial en que levantaron castells delante de las prisiones de Soto del Real, Alcalá Meco y Estremera, donde están encarcelados los nueve presos políticos catalanes, y en las ciudades y pueblos de Catalunya en que residen presos políticos y exiliados.

Todo para ofrecer una ceremonia con apariencia de normalidad en un país que vive una situación excepcional. Una gran performance con demasiadas mentiras justo en la eclosión máxima de las fake news. ¿Qué ha pasado, Ballesteros?