Carles Puigdemont i Casamajó, el político más imprevisible que ha dado la política catalana y el que más se aleja de los arquetipos que se suelen emplear para quienes ocupan un cargo como el suyo, reside nuevamente desde este sábado en Waterloo, en la Casa de la República. Después de más de cuatro meses en Alemania, donde fue detenido el pasado 25 de marzo, en cumplimiento de una orden de extradición cursada por el juez Llarena, el president Puigdemont ha regresado a Bélgica habiendo ganado una batalla jurídica que parecía imposible y habiendo propinado al Estado español y a su justicia una bofetada descomunal y que ha resonado en todas las cancillerías europeas.

Puigdemont ha vuelto a Waterloo, su segunda casa tras el exilio forzado de Girona. Allí, igual que en Bruselas, lo esperaban el president Quim Torra, consellers del Govern y todos los consellers exiliados. La conferencia de prensa en la Delegación de la Generalitat en Bruselas de los dos presidentes ante decenas de corresponsales extranjeros es el triunfo de la constancia y de la resiliencia catalana. Puigdemont ha entrado en la Delegación de la Generalitat con la fila de autoridades que lo esperavan en la puerta. La imagen que el 155 impidió el pasado mes de enero al atribuirse unas competencias que no tenía, este sábado no se ha podido evitar.

Es obvio que el regreso a Waterloo sitúa nuevamente a Carles Puigdemont en el centro de las decisiones que se adopten en la política catalana en los próximos tiempos. No es el único actor, ciertamente, pero su papel va a ganar protagonismo y veremos hasta qué punto en las relaciones dentro del espacio político que lidera no choca con su principal aliado y rival al mismo tiempo, Esquerra Republicana.

Puigdemont no va a comportarse como un líder político "en li-qui-da-ció", como era el sueño de sus adversarios políticos, que dos veces cantaron victoria: antes del 21-D y cuando fue detenido en Alemania mientras cruzaba la frontera desde Dinamarca. Algunos de esos hoy están retirados en un registro de la propiedad madrileño o bien curan sus penas tras una severa y humillante derrota en el congreso del PP a cargo de un político oportunista al que no le aguanta ni el currículum.

Y la Moncloa tiene otro inquilino, Pedro Sánchez, con deberes para el verano si no quiere que su paso por la presidencia sea más corto de lo que prevé.