Cuentan en Madrid estos días que el presidente del Gobierno anda muy satisfecho por su movimiento de piezas con Marruecos, que le ha elevado a interlocutor de Mohamed VI a cambio de sacrificar al pueblo saharaui. Aunque en el Congreso de los Diputados ningún grupo político le apoya ―sus socios de gobierno de Unidas Podemos incluso se manifiestan en las puertas de las Cortes en defensa del derecho del Sáhara Occidental a ser un estado independiente―, Pedro Sánchez, que ha sacrificado a tantos y a muchos menos kilómetros, ha encontrado en su renuncia a todas las resoluciones de la ONU y el cambio de criterio respecto a sus antecesores desde Adolfo Suárez, un terreno de juego en la geopolítica internacional.

Veremos si acaba engañando o no a Argelia, que se enteró por los periódicos de la renuncia española y pudo leer aquella frase tan sumisa a los intereses marroquíes de: "España considera que la propuesta marroquí de autonomia presentada en 2007 como la base más seria, creíble y realista para la resolución de este diferendo". La manera oficial de aceptar el expansionismo marroquí en 25 palabras. Mohamed VI ha conquistado una posición de poder que no tenía y, como muestra de agradecimiento, ya habla por teléfono con el presidente del Gobierno y le ha formulado una invitación a visitarle, que ha aceptado y que realizará en breve. Es bueno que España y Marruecos tengan una buena relación, sabiendo siempre que las desavenencias son una constante y que los marroquíes son unos grandes expertos en generar momentos de tensión que acostumbran siempre a necesitar de compensaciones económicas a la hora de encauzar las soluciones. Pero el peaje que ha pagado Sánchez es desproporcionado y en clave de compromiso histórico con el Sáhara es razonable que allí se entienda como una traición.

Pero, en política internacional, todos los movimientos tienen consecuencias y Argelia va elevando el tono día a día. El anuncio del ministerio de Asuntos Exteriores de que "está claro que Argelia va a revisar todos los acuerdos con España y en todos los terrenos para ver cómo la relación evolucionará en el futuro" es algo más que un aviso para navegantes. Máxime cuando Argelia es el principal exportador de gas a España y cubre el 40% de necesidades, muy por delante de Estados Unidos, con el 19%. Con una inflación acumulada interanual del 9,8% y unos precios de la energía escalando cotas desconocidas, es evidente que un movimiento brusco de Argelia supondría un auténtico varapalo para la economía española.

¿Tuvo en cuenta Sánchez esta posibilidad? ¿Será suficiente el apoyo de EE.UU. en una cuestión tan fundamental? Quizás, el presidente del Gobierno, siendo como es un jugador cortoplacista, vio en la invasión de Ucrania por Rusia y el enorme impacto mediático que lógicamente tiene, el momento para dar carta blanca a Marruecos para hacer lo que quiera con el Sáhara. De lo demás ya se ocuparía más adelante. Pero es que lo demás llegó el mismo día, desde la sorpresa de Argelia hasta la indignación de una parte muy importante de la clase política y de la izquierda. Y, además, la inflación desbocada que ya está empezando a causar problemas importantes entre la ciudadanía. Igual no fue tan listo y ha quedado aquí atrapado, aunque, eso sí, el amigo alauita le recibirá con todos los honores en palacio, algo que antes nunca había hecho.