Procedo, periodísticamente hablando, de la época en que los gobernantes, fuera cual fuera su ámbito de poder, eran políticos rocosos, con mucha seguridad en sí mismos, ambiciosos en sus objetivos y con pocos miramientos respecto a las minorías. Gobernantes de mayorías absolutas o casi que consensuaban solo lo que les interesaba, se llamaran aquí, en casa, Jordi Pujol o Pasqual Maragall y en Madrid Felipe González. Cuarenta años después, España funciona más o menos y da igual que esté en la Moncloa José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy o Pedro Sánchez. En cambio, Barcelona se ha mantenido en una posición respecto a su funcionamiento más similar a Madrid que a Catalunya: su alcaldesa hace lo que quiere, conserva liderazgo en algunos sectores y se trae la Copa América de vela 2024 sin despeinarse, aunque suponga, en parte, lo contrario de lo que ella defiende.

En cambio, Catalunya siempre parece instalada en una espesa neblina en que, desde el Govern, las cosas se miran de defender con la boca muy pequeña, no fuera el caso de que la opinión pública pudiera llegar a irritarse y ello tuviera consecuencias políticas. El ejemplo de los Jocs d'Hivern de 2030 es paradigmático y nada es exactamente lo que parece. Empezando por el president Pere Aragonès, siguiendo por el vicepresident Jordi Puigneró, el conjunto del Govern y los dos partidos que lo conforman, Esquerra y Junts, están por los Juegos, como se ha visto con el acuerdo técnico al que han llegado con el Comité Olímpico Español (COE) que fija el reparto de pruebas entre Catalunya y Aragón. De hecho es el presidente aragonés Javier Lambán el que aún sigue protestando mirando a ver si saca alguna cosa más en el reparto al que se ha llegado.

Si están tan a favor, ¿por qué no se lo dicen a la opinión pública catalana? Es la pregunta del millón, aunque la respuesta no estará lejos del temor a que la consulta que tienen que realizar en algunas comarcas del Pirineo ―entre 6 y 9― acabe en un inesperado revolcón ciudadano y que la iniciativa acabe siendo un fiasco. Y, entonces, ¿quién se come la derrota? Porque esto no va exactamente de partidos, sino de un clima social que se ha ido creando, donde los del no están mucho más organizados y lo defienden en público, mientras que los del sí intentan camuflarse en medio del paisaje. En el fondo, por decirlo clarito, los partidos del Govern están poco preocupados por las consecuencias climáticas y si habrá o no habrá nieve. Su gran inquietud es aparecer avalando unos Juegos españoles y cómo gestionar las banderas y los borbones. El partido de la selección española del pasado sábado en Cornellà de Llobregat ha acabado siendo para el independentismo un frame avanzado de lo que puede suceder en 2030. Y les da vértigo. Y mucho.

Por eso, las noticias de los Juegos del Pirineo se anuncian más en Madrid que en Barcelona y hay más sombras que luces. Se lidera, pero se esconde qué se hace. Se trabaja en una pregunta para la consulta y no se sabe nada. Por no saber, se mantiene un secreto respecto a las comarcas en que se va a preguntar a sus vecinos. Demasiado miedo y la gente percibe que si no se explica bien el proyecto, es que no se puede explicar, que tiene cosas inexplicables. Pero va tener que haber una consulta, seguramente en julio, se va a implicar el Govern y muy especialmente dos conselleries, Presidència y Acció Exterior i Govern Obert. Y apuesto doble contra sencillo que la campaña no será neutral, ya que no es eso lo que esperan el COE y el COI. ¿Entonces, a qué juegan?