Hay frases que se acaban registrando en el tiempo como un instante de lucidez, como aquel instante en el que uno ve confirmadas muchas cosas que, hasta el momento, habían estado en el ambiente, pero carecían de una prueba sólida, irrefutable. Un ejemplo: cuando el entonces ministro del Interior Jorge Fernández Díaz le soltó al exdirector de la Oficina Anticorrupción de Catalunya, Daniel de Alfonso, (en plena fabricación de pruebas contra el independentismo) aquello de "eso, la fiscalía te lo afina". Las grabaciones, seguramente efectuadas por algún equipo de los mismos servicios del Estado, acabarían saliendo a la luz, y permitirían poner negro sobre blanco a algo que era más que una evidencia: la connivencia entre el poder político y el judicial.

Cuando este sábado Miquel Iceta, primer secretario del PSC, ha afirmado que el ambiente político puede condicionar el juicio a los presos políticos y las sentencias; cuando ha afirmado que, en consencuencia, el independentismo ha de decidir si quiere llegar a los juicios en un contexto de hostilidades y de ruptura, hemos podido confirmar algo que lamentablemente ya sabíamos: que el juicio sería una farsa.

No es Iceta un político novel, ni se deja llevar por un arrebato del momento, no se equivoquen. Sabía lo que decía: si el independentismo da un paso atrás, si se olvida de las movilizaciones, del referéndum del pasado 1 de octubre, y de la proclamación de la República llevada a cabo por el Parlament (y no implementada por el Govern), las sentencias a los consellers presos, a la ex presidenta del Parlament Carme Forcadell y a los líderes sociales Jordi Sánchez y Jordi Cuixart pueden ser más benevolentes. O sea que cuidadito.

Pronto sabremos si Iceta, que no da palos de ciego, llega tarde o, por el contrario, sus amenazas acaban imprimiendo un cambio de guión. Históricamente, la Diada del 11 de Septiembre ha actuado como cohesionador del independentismo. Iceta ya ha dejado claro que el juicio será político —era evidente desde el principio—, y los presos de Lledoners, Puig de les Basses y El Catllar también hace tiempo que tomaron conciencia de que la sentencia estaba escrita con mucha antelación y que no iba a haber buenas noticias. Por eso, las estrategias de fondo en Lledoners, que es donde está el grueso de los presos políticos, empiezan a converger.