Los presos políticos catalanes han decidido iniciar una serie de acciones de protesta contra el Tribunal Constitucional, que han empezado este sábado Jordi Sànchez y Jordi Turull con una huelga de hambre indefinida. Los otros cinco presos políticos que también están en Lledoners —Oriol Junqueras, Jordi Cuixart, Josep Rull, Raül Romeva y Quim Forn— anunciarán en las próximas fechas qué iniciativas piensan adoptar, igual que Carme Forcadell y Dolors Bassa, recluidas en Mas d'Enric y Puig de les Basses, respectivamente. La  huelga de hambre, una medida claramente excepcional, la llevan a cabo Sànchez y Turull ante la evidente mala fe del Tribunal Constitucional, que bloquea sistemáticamente todos sus escritos contra la prisión provisional, saltándose a la torera lo que establece la legislación, que fija un período de 30 días para resolverlos. El primero de ellos se presentó hace la friolera de 365 días y no ha tenido ninguna respuesta.

Es evidente que el objetivo de las acciones de protesta de los presos políticos catalanes es situar al Estado español ante la comunidad internacional como intolerante, poco democrático y capaz de saltarse las leyes para conseguir sus fines. Con el objetivo principal de que cuanto más tarde responda el TC a los presos más tardarán en pronunciarse los tribunales europeos. Una auténtica vergüenza que acaba dejando en una absoluta indefensión a los presos políticos. El desaire con que el presidente del Gobierno ha acogido la noticia de la huelga de hambre de Sànchez y Turull demuestra hasta qué punto el ejecutivo socialista camina con el paso cambiado después de haber apoyado el 155 y la suspensión de las instituciones catalanas de autogobierno. Pedro Sánchez no sale de este círculo vicioso, mientras la comunidad internacional cada vez sigue con mayor interés la situación de los presos políticos. 

La huelga de hambre de Sànchez y Turull y el resto de acciones que vendrán por parte de los demás reclusos también rompen el estancamiento en que se había instalado el independentismo y una cierta sensación de brazos caídos a la espera de los juicios del Tribunal Supremo, que aún no tienen fecha, aunque hay unanimidad en situarlos a principios del año que viene. Esta nueva dinámica vuelve a situar el foco tanto en los presos como en los partidos independentistas y la ANC y Òmnium, y en la necesaria unidad estratégica, algo que está muy lejos de ser en estos momentos una realidad.

El independentismo catalán debe estar unido en el apoyo a las iniciativas que adopten los presos, a quienes se añade a una prisión claramente injusta la vulneración más elemental de todos sus derechos. Una huelga de hambre es un toque de atención muy serio al Estado español, sumido en sus propias guerras de las cloacas y pendiente de cómo acaban afectando a la monarquía.