Como es obvio, el conocimiento de una serie de mensajes intercambiados entre el president Carles Puigdemont y su conseller de Salut, Toni Comín, en que el president decía textualmente que "los nuestros nos han sacrificado, al menos a mí", "el plan de la Moncloa triunfa", "vosotros seréis consellers (espero y deseo) pero yo ya estoy sacrificado como sugería Tardà" y otras frases de este estilo han marcado la jornada de este miércoles y han provocado un revuelo considerable en el espacio independentista. Al tiempo, se descorchaban botellas de cava y se hacían todo tipo de pronósticos negativos sobre la unidad independentista, la ruptura entre Junts per Catalunya y Esquerra Republicana, e incluso la siempre intrépida Soraya Sáenz de Santamaría exigia al president del Parlament, Roger Torrent, que abriera una nueva ronda de conversaciones para designar un nuevo candidato que, en su opinión, debía ser Inés Arrimadas.

No deja de ser llamativo que se escudriñen mensajes de whatsapp como si fueran declaraciones públicas y estuvieran escritos para ser divulgados y comentados. El cinismo es enorme, nadie dice en un mensaje privado lo que después acaba declarando no a un medio de comunicación, no en un acto público, sino en una reunión política, de amigos o incluso familiar. Pero eso pasa rápidamente desapercibido ya que cualquier elemento es bueno para dar una vez más por liquidado el procés. Lo lamento por los que así lo sostienen pero erran en su vaticinio y esta vez tampoco tendrán premio. Siguen habiendo 70 diputados independentistas para investir el candidato que acuerden y nada apunta que cuando se reanude el pleno del Parlament, que tan solo está suspendido, no siga siendo Carles Puigdemont.

¿Y los mensajes de whatsapp? ¿y el enfado de Puigdemont? No los han negado el president y el conseller de Esquerra, por tanto cabe darlos por buenos. Pero asumiendo que es en el marco de la privacidad y la inviolabilidad en que se produce la comunicación. Siempre es más goloso un whatsapp que un discurso político pero la intervención del martes de Puigdemont en el video difundido por las redes sociales, horas después de que el president del Parlament suspendiera su investidura, ya era una prueba de su enojo por como había transcurrido todo. El whatsapp es el picante.

¿Y ahora que el procés está muerto, qué?, se preguntaba un presentador de un programa de televisión y él mismo seguía diciendo "porque no se van a poner de acuerdo, lean, lean... ¿cómo van a hacer un gobierno después de estas acusaciones?" La respuesta será en días porque los plazos se han acortado. Pero a veces hay que tocar fondo para ver de cerca el abismo y a los más de dos millones de votantes expectantes e irritados ante un espectáculo que sin duda no se merecen. Esa sí que es la fuerza de un whatsapp.