Jaque de Pedro Sánchez a Esquerra Republicana: patada a la llamada mesa de diálogo entre el gobierno español y el catalán, que se va a la primavera. Moncloa desaira al presidente de la Generalitat en un último intento, a la desesperada, por arrastrar a la formación de Oriol Junqueras en la votación de convalidación del decreto de la reforma laboral que se sustancia el miércoles en el Congreso de los Diputados. Pedro Sánchez ha sacado el cañón y lo ha apuntado hacia la plaza de Sant Jaume, donde aún se esperaba la semana pasada que la reunión entre los dos gobiernos pudiera tener lugar a principios de este mes y antes de las elecciones en Castilla-León. El gobierno español, consciente de que su socio parlamentario ha apostado buena parte de sus fichas a la mesa de diálogo en su rivalidad con Junts per Catalunya, está dispuesto, aparentemente, a ponerle en un conflicto si sus diputados no se alinean con el PSOE y Unidas Podemos.

Todo ello el mismo día que se ha ido directamente por el desagüe otro de los mantras de la Moncloa y del unionismo en general: hay que olvidarse de la independencia y volver a las infraestructuras. La obra pública de los presupuestos como alternativa a las demandas de un estado propio. Pues bien, una entidad tan poco sospechosa de proximidad a los partidos independentistas, Foment del Treball, la patronal que Sánchez suele utilizar en sus desplazamientos a Catalunya para lanzar sus falsos mensajes conciliadores, ha presentado este lunes un informe demoledor que lleva el siguiente título: El déficit inversor del Estado en infraestructuras en Catalunya llega hasta los 35.000 millones de euros en doce años. Para hacernos una idea: el presupuesto de la Generalitat aprobado recientemente en el Parlament para el año 2022 y que prevé un incremento excepcional de gasto social se eleva a 38.139 millones de euros y se ha incrementado en 5.618 millones de euros respecto a las últimas cuentas aprobadas en 2020 en la Cámara catalana.

Es escalofriante pensar que lo que el Estado español ha acabado quedándose en los últimos 12 años solo por el déficit de infraestructuras —no estamos hablando del déficit fiscal, que es mucho más elevado— se acerca al presupuesto de la Generalitat de 2022 y supera al de 2020. ¿Alguien se imagina lo que se podría hacer si, por ejemplo, este año como compensación a lo que no se ha liquidado en infraestructuras, se abonara de golpe? Sería como tener dos presupuestos en un año. En los dos últimos años analizados, 2019 y 2020, ya con Pedro Sánchez en la Moncloa —accedió al cargo en junio de 2018— este déficit se ha incrementado en unos 7.000 millones de euros. Otra cifra: de los 2.068 millones de euros que se pueden regionalizar para inversiones en Catalunya en 2021 en los presupuestos generales del Estado, según cifras de la intervención del Estado se había ejecutado en el primer semestre del año pasado el 13,3%.

No hay una política para Catalunya por parte del PSOE. Lo único que hay es un rechazo al referéndum pactado y una oposición total a la independencia de Catalunya, con la represión policial y judicial que sea necesaria para cumplir el objetivo de impedirla. Este es el menú de la Moncloa para la política catalana de los próximos años y seguirá invariable mientras no se visualice una situación política diferente en Catalunya, donde la desunión de los partidos independentistas beneficia, sobre todo, a los adversarios políticos. Cuando faltan menos de dos semanas para que se cumpla un año de las elecciones del pasado 14 de febrero, las cartas en estos doce meses ya  se han puesto encima de la mesa. Quizás, el teatrillo ya ha saltado por los aires y hay que recomponer la estrategia con unos mimbres diferentes.