Aunque faltan aún muchos meses para las elecciones municipales de mayo de 2023 y tan solo hace seis semanas que el gobierno municipal de Barcelona ha cruzado el umbral de la legislatura, empieza a ser una evidencia que los partidos se han puesto a trabajar en la próxima contienda electoral.

Ada Colau ha dicho que tendría interés en optar a un tercer mandato; Ernest Maragall ha hecho saber que está dispuesto a ser nuevamente el candidato, Elsa Artadi ya hizo saber, cuando no entró en el Govern, que su apuesta era la capital catalana, el PSC tiene en Jaume Collboni su candidato natural sin que hoy por hoy se pueda descartar Laia Bonet e incluso, quién sabe, el propio Salvador Illa; y, finalmente, Manuel Valls, con los deberes hechos, impedir un alcalde independentista, ha retornado a París. Eso sin contar, corriendo por la banda aunque con ánimo de sumar, al presidente de la Unió de Federacions Esportives de Catalunya, Gerard Esteva (36 años), independentista, que ha reactivado Barcelona Futur y pretende revolucionar el mapa municipal.

Es obvio que Barcelona necesita un cambio y que este es posible. Ya lo era en 2019 pero la confluencia de los sectores más de izquierdas con la sociedad más conservadora de la ciudad llevó en volandas a Colau a una imposible reelección para cerrar el paso a un alcalde independentista que había ganado las elecciones por unos pocos miles de votos, como era Ernest Maragall. No he oído desde aquel día algo que no fuera lo más parecido a una crítica de aquellos que, con su pequeña mirada sobre Barcelona, condenaron la ciudad a cuatro años de ostracismo, pérdida creciente de liderazgo, marginalidad y decadencia. El Upper Diagonal sacrificó la joya de la corona y hoy es, junto al equipo de gobierno, principal responsable del retroceso que la ciudad ha experimentado.

El barómetro municipal que realiza el Ayuntamiento de Barcelona cada seis meses y que se ha presentado esta semana reflejaba unas cifras muy preocupantes de la opinión que tienen los barceloneses sobre la capital, consolidándose la idea de que, barómetro tras barómetro, los datos sí pueden ir empeorando. El hecho de que los dos principales problemas que aparezcan sean la inseguridad  e inmediatamente después la gestión municipal no deja de ser un reflejo del estado de colapso al que ha llegado el equipo de gobierno.

Va a haber partido en Barcelona, eso es evidente. Y serà más importante que nunca el modelo de ciudad después de tantos años de desconcierto, falta de rumbo y pérdida de influencia. En muchos aspectos, el modelo Barcelona está agotado y hay que generar un proyecto ambicioso que sitúe a la capital de nuevo entre las ciudades punteras y de referencia en Europa.