Muchas veces (la mayoría), los políticos creen que los ciudadanos somos idiotas y que con una imagen ya está media campaña hecha. Alguno de los genios de la mercadotecnia que rodean al presidente del Partido Popular, Pablo Casado, no ha tenido mejor idea que poner este domingo a su jefe a retirar nieve con una pala a las puertas de un centro de salud en Madrid. Inmediatamente se anunció que no había sido el único y que los escogidos habían sido aquellos en los que se debían realizar la prueba de Covid-19.

Al final, igual que el community manager le hace un tuit y el dircom le prepara una declaración, alguien le da una pala y el trabajo del domingo ya está hecho y, además, con vídeo y todo. Así no se ganan elecciones sino que se está muy cerca de hacer el ridículo. Es muy probable que en alguno de los cursos que ha hecho alguien le hablara del efecto Schröder que no es exactamente lo que Casado ha hecho. Veámoslo.

El canciller alemán estaba en una comprometida posición electoral a finales del verano de 2002. El candidato democristiano, el bávaro Edmund Stöiber, iba muy por delante en las encuestas, entre seis y ocho puntos. Pero unas inundaciones en Sajonia lo cambiaron todo: Schröder se calzó las botas, se arremangó la camisa y apareció en las televisiones ayudando en la recuperación y, sobre todo, con la cara llena de barro. Hubo un tsunami electoral a favor del candidato socialdemócrata y el bávaro acabaría siendo tan solo el eslabón entre Helmut Kohl y Angela Merkel. Nada que ver con la forzada imagen de Casado con su kit improvisado para retirar nieve, dando paladas sin ton ni son e impoluto, como si estuviera a punto de ir a hacer el vermú. 

A los políticos, más que hacer vídeos para las televisiones o las redes sociales, les toca trabajar y solucionar problemas. Sin duda hubiera sido mejor saber cómo ha coordinado Casado a sus dirigentes territoriales en la solución de las nevadas que se han producido donde gobiernan. Y de eso no hemos sabido nada. Lo triste es que prefiere una imagen cutre retirando nieve en el lujoso barrio de Salamanca a hacer el trabajo para el que cobra un sueldo público como jefe de la oposición, o pedir explicaciones a los suyos por la falta de personal y la petición que han hecho a los madrileños de que sean ellos quienes limpien las aceras.