Explica el exministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, en su libro de próxima aparición y que lleva por título Memorias heterodoxas de un político de extremo centro, cómo tumbó el interés y la corriente de simpatía del entonces primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, en 2013, hacia el procés catalán. Margallo fue directamente al grano durante una cumbre bilateral: un movimiento de complicidad hacia el independentismo catalán conllevaría inmediatamente el reconocimiento de Palestina por parte del gobierno de Mariano Rajoy.

La amenaza de Margallo surtió el efecto deseado, como hemos comprobado con el tiempo, e Israel se ha guardado mucho de hacer comentarios en público. Tanto, que si Margallo en su nuevo libro no lo hubiera explicado quién sabe cuánto tiempo habríamos tardado en saberlo. El exministro, que reclama un sitio preeminente en la desactivación del apoyo, adhesión o simplemente solidaridad de cancillerías extranjeras entre el 2012 y el 2015, había explicado antes situaciones en diversos países europeos y el enorme coste en contratos o intercambios comerciales, pero sin salir del continente.

La revelación del exministro pone encima de la mesa la enorme farsa de aquellos que han sostenido públicamente sin base creíble, empezando por el propio Margallo, que el independentismo estaba condenado a "vagar por el espacio" si no renunciaba a un estado propio. Al lado de todo esto ha habido una historia de amenazas y chantajes explicables tan solo desde el temor a no conseguir imponer un relato y quedar desarbolado ante la indiferencia internacional y la pérdida de soportes a la negativa a aceptar un referéndum de independencia.

Margallo, después Alfonso Dastis y Josep Borrell han seguido por este camino y han tirado de chequera y de lo que ha hecho falta. Y, aun así, no dejamos de conocer regularmente que su contundente posición se aguanta con un decorado que muchas veces es de cartón piedra.