Como que nada oficial sabemos de la proposición de ley de amnistía que negocian desde hace casi tres meses las formaciones independentistas con el PSOE y hemos de quedarnos con alguno de los relatos que las tres partes han perfilado en los últimos días, vale la pena poner negro sobre blanco ahora que se nos dice que el lunes se piensa presentar el texto articulado en el Congreso de los Diputados. El presidente de Esquerra, Oriol Junqueras, tras cerrar el acuerdo con el PSOE y firmarlo públicamente con el ministro Félix Bolaños, habló de "una amnistía sin excepciones ni exclusiones para todos aquellos que participaron en el 9-N (la consulta participativa), el 1-O (el referéndum de independencia), o en movilizaciones como Tsunami Democràtic o los CDR".

El secretario general de Junts, Jordi Turull, el pasado 3 de noviembre —después de un primer fracaso para cerrar el acuerdo con el PSOE— envió a los miembros de la ejecutiva del partido un WhatsApp en el que se hablaba con esta contundencia: "No dejaremos a ningún soldado tirado. No haremos una amnistía para vips. Hay mucha gente que no está en primera línea, que se la ha jugado, que no se ha rendido y que sufre imputaciones muy bestias. Se acercan horas y días de mucha presión. Calmémonos, no nos dejemos empujar".

El círculo lo ha cerrado estas últimas horas el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán, desde Málaga: "No se está hablando de lawfare en la ley de amnistía por parte del PSOE". Evidentemente, los tres relatos no pueden casar, ni todos pueden tener razón. Quizás por eso es tan difícil poner a todos de acuerdo y por eso la ley que debía presentarse hace ya alguna semana en el Congreso anda entre Barcelona, Madrid y Waterloo, ya que hay un sapo amargo que alguien deberá tragarse, tener una mala digestión y, además, poner buena cara.

Nada oficial sabemos de la proposición de ley de amnistía, y hemos de quedarnos con alguno de los tres relatos que Junts, ERC y el PSOE han perfilado en los últimos días.

Las hemerotecas tienen esto, que se van llenando de declaraciones que cuando llega el momento vuelven incluso con más fuerza que cuando se hicieron. Ahí está Pedro Sánchez, por ejemplo, soportando con un estoicismo absoluto el volantazo que ha dado a su discurso para mantenerse en la Moncloa. Es por siete votos, dijo. Y tenía razón. Pero la catarata de cortes de voz que hemos visto estas semanas diciendo lo contrario de lo que ahora dice necesitarían un artículo aparte con una extensión de varios múltiplos. Los nervios de estas últimas horas en las filas socialistas y también en las independentistas tienen, seguramente, mucho que ver con las dificultades que están encontrando para que la ley responda a lo que han venido diciendo todos.