La gravedad de los inaceptables sucesos de esta última noche en Barcelona no son por desgracia un hecho aislado. El nombre de Barcelona va asociado estos últimos años a inseguridad y vandalismo. Y, sobre todo, va asociado a una pésima gestión de la convivencia ciudadana y a una inaceptable frivolidad cada vez que suceden hechos como los de las últimas horas, en que el equipo de gobierno de la ciudad se evapora y se hace transparente, como si no fuera con ellos, algo en que la alcaldesa de la capital es toda una experta.

Estamos asistiendo a la degradación imparable de la ciudad y siete años después de la llegada de Ada Colau a la alcaldía, en 2015, Barcelona se parece poco a aquella capital admirada que hubo con los alcaldes Pasqual Maragall o Xavier Trias. No es un tema de color político, sino de incompetencia, como han demostrado sobradamente. ¿Nadie fue capaz de planificar una seguridad acorde con las Festes de la Mercè? ¿Qué tipo de reuniones tuvieron la Guàrdia urbana y los Mossos d'Esquadra?

Un muerto, varios heridos graves y uno crítico, 46 personas atendidas por las emergencias médicas, saqueos de comercios en el distrito de Sants-Montjuïc, un centenar de motos quemadas, destrozos de mobiliario urbano y contenedores quemados es más que suficiente para decir basta y para exigir responsabilidades. Es el debate que se produciría en cualquier país de nuestro entorno. Aún falta mucho tiempo para las elecciones municipales, que no serán hasta el próximo mes de mayo, y la dejadez e ineptitud es alarmante y peligrosa.

Barcelona se ha convertido en una ciudad, y duele decirlo así, en la que no sabes si te robarán cuando sales a la calle o entrarán en tu casa mientras estás fuera, si te destrozarán tu establecimiento en medio de una fiesta mayor o tendrás cualquier otro problema de seguridad. Y, mientras todo esto pasa, con un muerto por en medio y graves incidentes, escucharás a los responsables municipales animando a la gente a salir a divertirse, minimizando los hechos y apuntando que se reforzará la seguridad.

No estoy absolutamente seguro de si se hubieran tenido que suspender todos los actos previstos, aunque más bien pienso que sí, pero lo que sí es evidente es que una respuesta tan frívola por parte del ayuntamiento no es aceptable. El modelo de ciudad que queremos no puede ser insensible a estas situaciones y dar un valor tan escaso a la vida humana.