Después de un fin de semana de declaraciones a medio camino entre desconcertantes y turbadoras, a partir de este lunes vamos a conocer el ritmo que el presidente del Gobierno en funciones quiere imprimir a su segunda investidura. Como hizo en la negociación de la Mesa del Congreso, se ha refugiado en el silencio, que tan buen rédito le dio, y ha enviado a sus colaboradores, empezando por el ministro Félix Bolaños, a picar piedra en busca de los votos que necesita y que hablan catalán. Ritmo lento, dicen aquí. Sin dormirse, dicen en Madrid.

Decía el filósofo y lingüista austriaco Ludwig Wittgenstein que de lo que no podemos hablar, debemos guardar silencio. Y tenía razón. Una negociación seria no se resuelve nunca con declaraciones de unos y de otros en los medios de comunicación, por más que en la política catalana siempre hay una inercia innata a hablar de más, que siempre he atribuido al desconocimiento y la bisoñez que existe sobre el ejercicio del poder real. Jordi Pujol, que era el rey de las declaraciones cuando quería marcar territorio, solía decir en petit comité que la Catalunya política se había construido, en ausencia de disponer del Boletín Oficial del Estado (BOE), a base de discursos, TV3 y una permanente confrontación que a veces era más sutil y, a veces, menos en función de la aritmética política.

Dos políticas de peso de Esquerra Republicana y de Junts per Catalunya, Marta Rovira y Laura Borràs, han estado, cuando menos, poco pulcras en sendas intervenciones públicas. Todo ello en vísperas de que se abra el gran melón inicial del debate sobre la amnistía que no deja de ser un miura entre los salones de la Moncloa por más que políticos, medios de comunicación y articulistas de la izquierda española estén haciendo un curso acelerado de donde dije digo, digo Diego preparando el terreno, como buenos zapadores, para la negociación.

No era necesario que Rovira señalara que "una ley de amnistía conceptualmente tendría que ser un punto final del conflicto político", ya que incluso tu adversario sabe que eso no va a ser así. Que el conflicto seguirá existiendo porque habitó en la Generalitat incluso cuando José Montilla era el president. No ha estado tampoco acertada Borràs cuando ha defendido, siguiendo la estela de Míriam Nogueras, que una ley de amnistía tendría que incluirle a ella, condenada por el TSJC a 4 años y medio de cárcel y 13 de inhabilitación por prevaricación cuando era directora de la Institució de les Lletres Catalanes. Empezar la casa por el tejado no es nunca una buena idea y ponerse delante hablando de lo de uno, tampoco.