Solo hace falta darse una vuelta por Madrid para concluir que si hay una posibilidad de reventar la candidatura de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno hay mucha gente interesada en participar en la operación. El más que posible acuerdo entre PSOE-Podemos y Esquerra da más de un quebradero de cabeza más allá del Ebro y lo que más se oye son frases de este calibre: "Sánchez está dispuesto a todo para sacar adelante esta alianza... pero aún faltan días". Mientras eso sucede, no pasa una jornada sin que ex de todos los colores y todas las profesiones salgan a la palestra para tratar de evitar el pacto mientras llaman al gran acuerdo entre socialistas y populares. Para ello utilizan todo tipo de tribunas y todo tipo de desprecios e insultos. En cabeza, como casi siempre, Alfonso Guerra, que ha señalado que un acuerdo entre el PSOE y Esquerra sería como dar "una granada explosiva a un niño".

Otros, los importantes, los que mandan de verdad, no hacen declaraciones e influyen en portadas y editoriales. No es extraño que este clima contrario al presidente en funciones le tenga preocupado, ya que el calendario no le beneficia. La investidura está hoy más en enero que en diciembre, y enero queda demasiado lejos mientras la cantinela diaria es que Sánchez se entrega a comunistas e independentistas. Así hay que entender el pressing, quién sabe si buscado o no, a los republicanos, que se levantaron el martes de su reunión en Madrid con la delegación socialista más que satisfechos y con un acuerdo de máxima discreción y se encuentran este miércoles a Sánchez declarando desde Londres que el acuerdo estará dentro de la Constitución y que será público. Demasiadas pistas para quienes aún están en fase de establecer un clima de confianza que les permita pasar del no a la abstención.

Y es que los republicanos no quieren prisas, exigen a los socialistas que se muevan de verdad y buscan que su líder encarcelado en la prisión de Lledoners y con una larga condena del Tribunal Supremo sea también un actor político de esta negociación. Entre otras cosas, porque es obvio que Junqueras forma parte de la ecuación de la gobernabilidad que ya ha asumido Sánchez. La visita de los secretarios generales de CCOO y de UGT a Lledoners la pasada semana responde a este reconocimiento del papel preeminente del vicepresident encarcelado. En el fondo, Esquerra busca que se visualice un triángulo negociador: Junqueras en Lledoners, Pere Aragonès en la vicepresidencia del Govern y en la dirección del partido, y Gabriel Rufián, Marta Vilalta y Josep Maria Jové en la brega diaria del acuerdo. 

Pero Esquerra, a diferencia de Sánchez, sabe que diciembre es un mes minado para ella, ya que por delante tiene escollos políticos y judiciales que la dejan casi sin margen para avanzar a fondo en la investidura. Entre otras cosas, un congreso con el que más vale no jugar.