Más allá de palabras bien intencionadas, muy pocas veces correspondidas con hechos reales, lo cierto es que Europa ha decidido condenar a los refugiados de zonas en conflicto e inmigrantes subsaharianos, y castigarlos, en este caso sí, a vagar por un limbo administrativo de países sin poder acogerse a la carta de ciudadanía. Este es, además, el supuesto menos malo porque el avance constante de la ultraderecha en la gran mayoría de países está dando paso a un escenario incluso peor como, por ejemplo, el que se avecina en la muy próspera Austria.

El Parlamento de aquel país centroeuropeo acaba de aprobar una ley para poder decretar el estado de urgencia migratoria e incluso se plantea la construcción de una valla de 400 metros en su frontera con Italia para blindar las zonas de paso que pueda haber entre ambos países. Y eso que Austria conserva un cómodo lugar en la renta per cápìta (el 13) mientras países como Francia, Alemania, Italia o España figuran detrás entre los 30 primeros. Siria, obviamente, no figura en la lista de 180 países elaborada por el Fondo Monetario Internacional si se tiene en cuenta la renta per cápita.

Y es que, al final, Europa ha decidido esconder la cabeza debajo del ala y comprometer su historia por un puñado de votos. Los gobiernos de los 28 estados de la UE hacen ver que se escandalizan, se colocan delante de los micrófonos haciendo grandes soflamas cada vez que la opinión pública se alarma por un drama puntual y así hasta la vez siguiente. Con la paradoja que al resto de administraciones, sean autonómicas o locales, que carecen de voto, se les retira incluso la voz. Y así Europa se va muriendo. Eso sí, entre grandes despedidas.