Adiós a los mínimos brotes verdes que había querido ver el Gobierno en la economía española hace unos pocos días. La Comisión Europea (CE) ha despertado de golpe al ejecutivo español y de paso a frivolidades como las de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que no hace tanto se permitió decir que lo peor de la economía española había pasado y aún sigue en su puesto. Según la CE, España tendrá el peor comportamiento del continente, el PIB se hundirá este año un 12,4% y será el único país que caiga dos dígitos. El nivel de desempleo superará el de Grecia acercándose al 18% y, en el mejor de los supuestos, la economía española se acercará a una situación similar a la del pasado año en 2023. Tenemos por delante años difíciles, ya que lo perdido este 2020 costará más de recuperar de lo previsto, porque el golpe a los pilares de la economía, sobre todo el turismo, tiene consecuencias devastadoras y esta situación se demorará varios meses antes de empezar a despegar mínimamente.

Eso contando con que las expectativas con la vacuna y en la que hay depositada tanta confianza por parte de la comunidad científica, los gobiernos y la ciudadanía, acaben siendo reales y esta situación de confinamientos territoriales y temporales no se acaben convirtiendo en algo mucho peor y se alarguen peligrosamente en 2021. Los datos que se vienen reportando a diario de la evolución de la Covid-19 son mínimamente esperanzadores en Catalunya y algo menos en España. Tanto es así, por ejemplo, que el Govern empieza a considerar que las medidas podrían aligerarse en unos diez o quince días, una opinión que no se contempla en otros puntos del Estado donde la curva sigue creciendo peligrosamente. De hecho, el deterioro de casi dos puntos desde el mes de julio viene a reflejar que los cimientos de la economía española son menos sólidos, la recuperación más lenta, las medidas adoptadas muy discutibles y la capacidad de inyectar recursos para aliviar la situación muy escasa.

Al final, la caída de España será de casi cinco puntos más que la media de la Unión Europea, siete puntos más que Alemania, 3,5 puntos más que Portugal, 3,4 puntos más que Grecia, 3 puntos más que Francia o 2,5 puntos más que Italia, por citar países muy diferentes. La segunda ola de la pandemia ha constatado un decrecimiento de la economía española muy alejado de los cálculos realizados al inicio del verano, cuando se intentó a toda costa salvar la temporada estival, algo que solo funcionó mínimamente con el turismo doméstico y que ha obligado a mantener muchos ERTE y a aprovisionar un dinero para evitar que fueran directamente al paro. Los 140.000 millones que acabará recibiendo España de Europa, unos como ayudas y otros como crédito, llegarán más tarde de lo previsto y muy condicionados a cambios en la orientación de la economía más que a las necesidades presentes.

Tendremos que acostumbrarnos en las próximas semanas a anuncios de nuevos ERTEs o ya directamente de despidos de empresas importantes, y que afectarán a miles de trabajadores. Todo ello combinado con el cierre de empresas y establecimientos pequeños y medianos y la desaparición de autónomos. No es cierto, como dijo la ministra Montoro, que lo peor haya pasado. Lo peor siempre acaba siendo, no los cuadros macroeconómicos, sino las personas y, lamentablemente, lo peor está por llegar.