En medio de la crisis sanitaria y económica que atraviesa nuestro país, Nissan comunicó ayer que cerrará su planta en la Zona Franca el próximo mes de diciembre. Supondrá el despido de 3.500 trabajadores en Catalunya. Así pues, la empresa automovilística centrará sus esfuerzos en Asia y Estados Unidos, cediendo su actividad europea a Renault, tras la alianza con la multinacional francesa.

En este contexto, desde determinados partidos, sindicatos y círculos intelectuales, se ha aprovechado la situación para insistir en la necesidad en impulsar políticas nacionales de "reconversión industrial", y algunos han optado por pedir directamente la nacionalización del sector automovilístico —entre ellos el parlamentario de un partido con responsabilidades de gobierno en Catalunya.

Ante emergencias como la actual, la tentación autoritaria de nacionalizar y planificar centralizadamente la economía será más fuerte que nunca

Sin duda, ante emergencias como la actual, la tentación autoritaria de nacionalizar y planificar centralizadamente la economía será más fuerte que nunca. Gobiernos de todo el mundo aprovecharán la crisis para reforzar barreras de entrada a la competencia y proteger a sus mal llamados "campeones nacionales". La aerolínea Alitalia ya ha sido nacionalizada con un coste para las arcas públicas italianas de 3.000 millones de euros. El gobierno de Alemania y la aerolínea Lufthansa han llegado a un acuerdo sobre el paquete de rescate de la compañía: 9.000 millones de euros. A cambio, el gobierno controlará el 20%. La situación ya ha desencadenado tensiones entre la cancillería alemana y la eurocomisaria liberal Margrethe Vestager, encargada de la supervisión y control de las ayudas de Estado.

Existen ejemplos bastante ilustrativos sobre los sobrecostes de la concentración y los beneficios de la competencia en el mercado aéreo. Hace cuarenta años, los Estados Unidos liberalizaron el mercado de las rutas aéreas. Las tarifas se abarataron entre un 10% y un 18%. Los ahorros anuales de los viajeros se sitúan entre los 5.000 y los 10.000 millones de dólares (Forsyth, 1998).

Pretenden que los mismos políticos incapaces de prever, con dos semanas de antelación, el desastre al que nos veríamos abocados, planifiquen

Aquí, algunos apelan al rescate de las cajas de ahorro (que no de la banca) para justificar hoy el rescate de Iberia o la nacionalización de Nissan. Aprovecho para recordar que los liberales, ya entonces, insistíamos en las consecuencias perversas del rescate estatal, y apostábamos por una alternativa —el bail-in— que habría sido mucho más justa, transparente y disciplinaria que la inyección de decenas de millones de euros en las entidades financieras.

Algunos insisten hoy en en que los mismos gobiernos incapaces de cumplir de manera competente y eficaz con sus atribuciones más básicas —seguridad, prevención, salud pública, reducción de externalidades negativas— intervengan masivamente en la economía para orientar las "políticas industriales del futuro". Pretenden que los mismos políticos incapaces de prever, con dos semanas de antelación, el desastre al que nos veríamos abocados, planifiquen, con años de antelación, qué tecnologías impulsarán la eficiencia energética y la sostenibilidad de los automóviles. Pretenden que aquellos mismos dirigentes incapaces de proveernos de cantidades suficientes de equipamientos de protección individuales (EPI) y mascarillas, diseñen, desarrollen y comercialicen los coches del futuro.

Ningún político (ni intelectual) podía prever que el negocio más exitoso de España el año 2020 sería una textil nacida en Galicia

A aquellos que abogan por políticas centralizadas de planificación o reconversión industrial me permito preguntarles: ¿Cuál es la capacidad productiva óptima para los periodos entre emergencias? ¿Qué productos necesitaremos en el futuro? ¿Tenemos que producir todas las mascarillas y gel desinfectante localmente o podemos disponer de reservas estratégicas, acudiendo al mercado de futuros o al de opciones y, si es posible, a múltiples proveedores?

El Nobel de Economia Friedrich Hayek nos recuerda (pdf) la dificultad que una sola persona, el burócrata de turno, concentre la información existente en la sociedad y las empresas, y opte por planificar centralizadamente la economía. El conocimiento es práctico, disperso, tácito. Ningún político (ni ningún intelectual) podía prever que el negocio más exitoso de España el año 2020 sería una empresa textil (!) nacida en Galicia. Y ningún político o intelectual asumirá el riesgo de diferir su consumo presente para financiar inversiones, seleccionar proyectos, concentrar patrimonialmente riesgos y sobre todo, satisfacer necesidades ajenas generando bienes y servicios. Por este motivo, quieren trasladarnos ese coste a los contribuyentes, sea rescatando empresas o nacionalizándolas. Ambos casos supondrán sin embargo, una socialización masiva de pérdidas a costa del conjunto de la ciudadanía.

Catalunya necesita empresas más competitivas, más libertad económica y políticas orientadas a la innovación y el crecimiento

Una política industrial inteligente, orientada al desarrollo productivo y no a la protección de los operadores incumbentes, se basa en las 4 Cs: capacidad, conectividad, competitividad y competencia. La Generalitat de Catalunya puede, mañana mismo, seguir los pasos de la Comunidad de Madrid y sustituir temporalmente todas las autorizaciones y licencias urbanísticas por declaraciones responsables, mitigando así la destrucción de tejido industrial. Puede agilizar los trámites burocráticos —tenemos empresas que llevan cinco años esperando luz verde de la administración para construir parques fotovoltaicos. Puede aprovechar el impulso que genera nuestro potente ecosistema tecnológico para digitalizar la administración. Puede potenciar la colaboración y transferencia entre la investigación científica y el tejido industrial y fortalecer los programas de inserción profesional de sus estudiantes en lugar de eliminarlos.

En definitiva, si nuestros dirigentes quieren evitar la huida de empresas o potenciar su creación, deberían tener como prioridad estratégica situar nuestro país al frente de los índices de libertad económica. En Europa lo encabezan Suiza, Irlanda, Reino Unido, Holanda y Dinamarca. Catalunya necesita empresas más competitivas, más libertad económica y políticas orientadas a la innovación y el crecimiento. La solución a la destrucción del tejido productivo no pasa por rescatar empresas ni nacionalizar industrias a costa de los contribuyentes. No caigamos en la fatal arrogancia del planificador.

Martí Jiménez-Mausbach es Vicepresidente y Director de Investigación del Institut Ostrom.