El Barça no acaba de afinar. Al equipo le falta la precisión y la fineza de un juego que es muy distante al que todo el mundo se había acostumbrado los últimos años. Si la manera de hacer transportaba a los jugadores a una racha automática y a una dinámica con muy pocas grietas, el Barça del tercer año de Luis Enrique se ha convertido en un conjunto inseguro y con recuerdos que evocan al pasado.

El viejo y el nuevo barcelonismo

Nos habíamos acostumbrado a que el Barça ganara a las buenas y a las malas. Ya sabíamos que el carácter y la clase del conjunto blaugrana lo había convertido en un equipo invencible, pero ahora la dinámica empieza a ser diferente. El pesimismo vuelve a pesar más que el optimismo.

La mentalidad actual es saber lo que has hecho mal. Las discusiones post partido van sobre el porqué se ha dejado de marcar aquel gol y no tanto en saber el porqué no han resuelto las ocasiones que han tenido en ataque. El viejo barcelonismo era la víctima de todo, aquel "tribunero" que sufría por no encajar ningún gol. Ahora, cuando las sensaciones eran inmejorables y el Barça era ese equipo que sólo pensaba en ganar y atropellar a los rivales, todo vuelve a cambiar.

Desde la llegada de Pep Guardiola al banquillo del Barça y hasta este último año que los culés se han mal acostumbrado. Esa sensación que tiene el abuelo barcelonista no es la misma que la del joven aficionado habituado a ver a los jugadores levantando copas. La mentalidad del "vamos hacia arriba y vamos a marcar otro gol para sentenciar el partido" empieza a derivar y se reconvierte en un "conservemos lo que tenemos y no nos arriesguemos mucho por si acaso acabamos haciéndonos daño". La joven valentía culé parece que vuelve a dejarse de lado.

Unas dependencias irrenunciables

Estas sensaciones cada vez más arraigadas a una culerada cambiante son también por culpa de un equipo de grandes futbolistas. Si hace unos años todo el mundo disfrutaba por el conjunto y una manera de jugar armónica, ahora todo es diferente y las individualidades son las que marcan el tempo.

Luis Enrique ha aportado un extra de conceptos con su fútbol y un juego basado en las transiciones. El Barça ha modificado su manera de ejecutar (no la filosofía) y el hecho de estar acondicionados por un tridente innegociable. Los tres de arriba marcan tanto las diferencias que han provocado la variación del concepto más fructífero de la historia.

Todavía son de la vieja escuela, de la anterior época del Barça, pero tanto Leo Messi como Andrés Iniesta han perdurado como las dos piezas clave de este nuevo Barça. Son las dos iconos y referentes, pero desgraciadamente han variado su talante. Todavía con tics propios del guardiolismo, con la mentalidad más genuina de Xavi Hernández, pero con la nueva idea del equipo se han aplicado nuevos recursos. Los contragolpes se han convertido en un arma y no aparecen una consecuencia de la imposibilidad del juego de posición y posesión.

Adiós al medio del campo

El perfil de centrocampista que nos habíamos acostumbrado a ver en la última década podría haber pasado a mejor vida. El mediocampismo inteligente, creativo y visionario con su juego-control de Xavi, Iniesta, Busquets y Messi como falso 9 ya no volverá. Si antes la referencia era en torno al círculo central, con Luis Suárez y Neymar se ha avanzado hacia otra línea.

El Barça sigue siendo el Barça. La filosofía de juego es la herencia de Cruyff, la misma que tenía Guardiola y la que ahora defiende Luis Enrique, pero la ejecución del juego ha ido tomando su propio estilo en cada época. Todo puede transformarse, todo puede mejorar, pero con el tridente y la brutalidad ofensiva actual, el papel del centro del campo ha dejado paso a una nueva forma de vivir.