Sergi Pàmies (París, 1960) es un apasionado del mundo del fútbol y un enamorado del Barça. Ha escrito siete cuentos y tres novelas. Y es uno de esos escritores que reconoce que cuando escribió de fútbol algo cambió en su mundo. Cruyffista de corazón, barcelonista por emoción, Pàmies lanza ahora su última creación: "Confesiones de un culé defectuoso" (Empúries / Destino), que son reflexiones amenas e irónicas sobre su Barça.
Lo más alarmante de un culé defectuoso es que no sea antimadridista
¿Cómo es un culé defectuoso?
Un culé defectuoso es un culé que no cumple con las prestaciones genéticas que se le exigen a un culé. A lo largo de los años veo que ni en la victoria, que me entusiasma, ni en la derrota, que me duele, estoy a la altura emocional de los auténticos culés. Y luego el rasgo más preocupante o alarmante es que no soy antimadridista. Y esto es un problema. Es como si te faltara algo. Porque la esencia del culé está en ser antimadridista al mismo tiempo que culé. Está unido. El culé perfecto es antimadridista. En los años más duros para sobrevivir al hecho de perder y a la fatalidad, la presencia del Madrid era un consuelo, necesitabas tener el enemigo, que a veces era un enemigo justamente considerado y otras, producto de un victimismo excesivo. Pero conocemos a mucha gente que dice "prefiero que pierda el Madrid a que gane el Barça". En mi lógica futbolera eso me parece una aberración, pero con los años me he dado cuenta que eso es así. O eres así o no lo eres. Y fue uno de los pretextos para escribir este libro.
¿Qué aporta de nuevo su libro al mundo del barcelonismo?
La visión de un tío imperfectamente culé. Tiene un punto de ironía y también otro de reflexión. Cuento cómo descubro que mi hijo es antimadridista y te das cuenta que genéticamente hemos solucionado el problema, pero que tampoco entiendo cómo puede serlo si no se lo he inculcado. Y lo que quiero es que desde que el lector compra el libro, a partir del título, pueda situarse. Tiene un punto confesional, donde cuento cosas de mi vida, o confieso mis pecados. Y es un libro sobre los culés, y finalmente tiene la singularidad del defectuoso. Yo me acuerdo que cuando Koeman marca el gol de Wembley yo me vuelvo loco, pero los que están a mi lado, se vuelven más. Noté que mi alegría no se podía comparar. Y lo mismo en la derrota. Lo pasaba mal, pero otros, peor. Pero donde se refleja más el culé defectuoso en el tema del antimadridismo. Yo hace unos años fingía, intentaba serlo, casi me hice transfusiones. Y no tengo ninguna simpatía por el Madrid, pero no soy de los que preguntan primero qué ha hecho el Madrid. O incluso a veces, pecado de los pecados, llegaba a preguntar por el Madrid por interés, cuando jugaba la Copa de Europa que el Barça ya no podía jugar, incluso con ganas de que ganara. Algún amigo me tildó de ser del Madrid. Dándole la vuelta, de forma irónica y festiva, es un buen argumento a desarrollar. Es un libro que está formado por diferentes cosas que me han pasado, y no tiene una voluntad sesuda, no es frívolo, pero tiene un punto de ameno.
¿Cree que hay muchos culés defectuosos?
Creo que hay un núcleo duro muy importante que es el que le da la identidad al hecho de ser culé, y que debido a su expansión luego "hi ha tants caps tants barrets", tantos culés, tantos mundos. Es verdad que hay diversidad. Y eso es interesante porque ya veremos qué aportación pueden hacer. Pero la esencia de la tribu está en el núcleo duro, y son muchos, son 100.000, los socios, más el entorno familiar. Lo que quiere decir que el espíritu de la tribu está preservado. Una de las ventajas es que el Barça no es excluyente. Integra. No requiere que tú tengas que ser todo eso. Piqué por ejemplo es mucho más culé que Iniesta, pero también sabes que Iniesta es muy culé. Hay como una graduación de culerismo. Entre los jugadores, Víctor Valdés y Gerard, incluso Messi es muy culé. No hace falta ser de aquí.
La gente vive el Barça como algo propio y eso enriquece el alma del club
¿Habrá muchos que se identificarán con el libro?
Bueno, la idea, más que se identifiquen los culés, es que seguro que conocerán a alguien que sea así. La ventaja del Barça es que está muy presente en nuestras vidas y que da para muchas anécdotas. En lugar de basarme en la historia, que hay gente que lo hace muy bien y con mucho más rigor, he buscado otros puntos. Por ejemplo, hay un capítulo de si el Camp Nou es un campo frío o no. Se puede ser culé y antimadridista, también. De Cruyff también hay un capítulo largo. Cosas que a la gente le pueda interesar aunque sea para discrepar, que es otro placer muy interesante de los culés. La importancia que le damos al debate. Ni siquiera es discusión, es debate, debatimos sobre todo, sobre los fichajes, los directivos, los candidatos, las camisetas, los patrocinadores. Hay una cantidad de temas colaterales que si se lo cuentas a un tío del Celtic o del Liverpool te miran como diciendo "nuestra vida es mucho más clara: tenemos el equipo y los resultados".
Bueno, todo lo contrario de lo que pregonaba Cruyff: no sólo basta con ganar.
Pero antes de Cruyff hay la historia del escudo, que tiene esa forma que ayudó a muchos a definirlo como una olla de grillos. La idea que desde su fundación ya era una mezcla de discusiones permanentes y de debate. La discrepancia está muy presente, la gente la vive como algo propio. Esto enriquece el alma del club. El Barça es un club atormentado en el sentido teatral del término. Disfrutas porque hay multitud de conflictos inesperados.
¿Porqué confesiones? ¿Tiene el escritor necesidad de confesarse?
En este caso, no lo voy a engañar. Es un encargo. Me han pedido que haga muchos libros sobre el Barça pero yo me negaba. Me pedían que hiciera una recopilación de mis artículos, pero no. No responde el libro a una necesidad. El encargo me ha estimulado a buscar una idea que no sea artificial. Digamos que es más un ejercicio de introspección inducida. Cuando encontré el título vi la estructura del libro. Hay anécdotas mías como cuando estuve en la comisión que montó un homenaje a Cruyff en 1999, en la oposición, cuento cosas de las reuniones y cómo se montó aquella noche memorable.
¿Cómo se puede entender que usted, siendo un culé defectuoso, haya sido convocado por presidentes para pedirle consejo o asesoramiento sobre temas importantes del club?
Yo he tenido un privilegio. El entorno del Barça es muy generoso. Llevaba tres artículos sobre el Barça, cuando empecé en El País, y ya querían conocerme los responsables de comunicación, probablemente, para echarme la bronca, pero me sorprendió mucho. Llevaba escritos muchos artículos de otros temas y nadie se había interesado por nada. Pero el Barça por lo que representa hace que haya una gran promiscuidad, que creo es sana. Lo que sucede es que cuando estás alrededor del Barça entras en una rotación de satélites y tú estás ahí. Y de pronto estás al lado del presidente hablando de cosas aparentemente importantes. No sé si le quito importancia a esto, pero siempre me lo he tomado como una fiesta. Nunca he creído que mi opinión haya influido en algo. Pero la he dado. Si estoy en la fiesta, participo de ella.
La suerte de la literatura deportiva es que todos los escritores podemos escribir. Hoy lo sofisticado sería decir: 'Yo no escribo de fútbol'
Habla usted de promiscuidad como ya dijo una vez que era el cuento en comparación con la novela. Y lo hace para referirse a lo que significa el periodismo deportivo.
Lo que destaco es la generosidad con la que se acepta que cualquier escritor actualmente escriba sobre el Barça. Esa idea de que el Barça es de todos, en otros ámbitos no está tan extendida. En cambio, la suerte de la literatura deportiva es que todos podemos escribir, porque todos en algún momento hemos sido aficionados, practicantes, feligreses, herejes de esta religión que es el fútbol, y en este caso del Barça. Pero mire que ahora hay cientos de escritores. Hace 25 años no había ninguno. El pionero de eso fue Gonzalo Suárez, y luego Vázquez Montalbán y Javier Marías, a través de El País, que son los que abren la veda, que sirve de amplificador. Ha habido otros antes como Miguel Delibes, pero sí que es verdad que en el mundo progre, en la galaxia progre había la idea de que el fútbol era la peste. Y ahora es al revés. Se ha convertido en un lugar común. Ahora lo sofisticado sería decir "yo no escribo de fútbol".
En su último artículo en La Vanguardia comenta que al salir del Camp Nou, después de la derrota del Barça con el Madrid, escuchó a aficionados decir "massa Cruyff". ¿Como culé defectuoso y cruyffista reconocido se sintió ofendido?
No. Todo lo contrario. Me emocionó en el sentido de que Johan, incluso acabado de morir, sigue sirviendo de excusa en la victoria y en la derrota. Lo primero que hacen dos tíos que acaban de emocionarse en el homenaje a él es echarle la culpa. También es verdad que en ese "massa Johan" había todo lo que se había organizado, casi diez días de luto. Algo excepcional para un personaje excepcional. A veces nos sentimos culpables por excedernos, pero vi el homenaje del Ajax y me pareció impresionante. Todo responde a la dimensión del personaje.
¿Qué piensa de los que se han precipitado a pedir que el Camp Nou lleve el nombre de Cruyff?
La típica reacción en caliente. No me interesa para nada. Si solo se llamara Johan Cruyff podría entenderlo, pero al mismo tiempo podría no estar de acuerdo desde la posición de un cruyffista. Pero lo que seguro que no quiero es que se llame Johan Cruyff Qatar Airways, porque el club ha aprobado ponerle al campo el apellido de un patrocinador. Nos tenemos que interesar más por el Cruyff inmaterial, las ideas, la inspiración, el espíritu. Eso lo tenemos que preservar. Y eso sólo lo pueden hacer dos clubs en el mundo: el Ajax y el Barça.
En esa olla de grillos que es el Barça, Cruyff, con todo lo positivo que ha aportado, también en torno a él se ha creado división. Pero está de acuerdo en que Cruyff es de estos y de aquellos. ¿Es de todos, como dijo su hijo Jordi?
Si. Es responsable del cruyffismo y del anticruyffismo. Jordi hizo un parlamento con una gran dimensión. Johan es de todos, una frase ecuménica, que podría ser incluso rebatida. Porque siempre habrá culés que cuando dijo eso desde sus casas habrán dicho "pues de mí, no".