Uno de los tópicos más extendidos en el mundo del fútbol es que los jugadores no pueden salir de fiesta. A diferencia del resto de mortales, que tienen derecho a distraerse para olvidar un mal día, a los futbolistas se les exige que lleven a cabo una penitencia total después de las derrotas, incluso cuando el día siguiente del partido tienen día libre. Evidentemente este tipo de conducta es inaceptable en las horas previas a un entrenamiento, pero resulta bastante ridículo que se censure la diversión cuando el jugador disfruta de su tiempo libre.

Buena prueba de este hecho es que a los futbolistas sólo se les critica por disfrutar de la noche después de una derrota. Si sobre el césped se han ganado los tres puntos, nadie pone pegas a sus escapadas. La falacia, pues, es evidente: no es la fiesta en sí lo que incomoda, sino que no se lleve a cabo el luto.

La fiesta y el fútbol son dos cosas que, por lo visto, gustan a Carles Pérez. El exfutbolista del Barça acaparó titulares la semana pasada después de ser cazado en una discoteca la noche posterior a la derrota de la Roma contra el Bolonia. Todo, pocos días después de haber firmado su primer gran contrato lejos del Camp Nou. Se puede concluir, pues, que fue muy poco inteligente; algo que el director deportivo del club romano, Gianluca Petracchi, se encargó de recordarle el día de su presentación.

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El problema, sin embargo, es que el patinazo del extremo catalán ha sido instrumentalizado para enmascarar la evidente negligencia de la secretaría técnica del Barça. Este jueves, algunos editoriales de la prensa deportiva barcelonesa apuntan que el club blaugrana acertó traspasando a Carles Pérez a la Roma en este mercado de invierno. La excusa para justificar la venta, dicen, es que el jugador ha demostrado ser poco profesional.

La realidad, sin embargo, es que si Carles Pérez ya no entrena en la Ciutat Esportiva Joan Gamper es por culpa de un error de cálculo de los responsables técnicos del Barça, incluido Quique Setién. Asumiendo que Ousmane Dembélé se recuperaría totalmente de su lesión -algo que era, como mínimo, arriesgado- el club decidió prescindir del delantero de Granollers. Hasta entonces, el extremo probó su valía con personalidad, oficio, rigor táctico e incluso goles. Y todo, a diferencia de otros, sin generar ninguna polémica. Ahora que ya no está y que tampoco puede volver, que al menos no ensucien su nombre.