Otra derrota y van cuatro seguidas. Un punto de los últimos doce disputados. Otro dolor, otra pena, otro sábado de tristeza, otra vez con el corazón compungido, otra vez cabizbajos, otra noche de insomnio, otro partido con la cara de la derrota en el rostro de todos los culés y otra vez con las dudas en el cuerpo, pensando de verdad que una vez eliminados de la Champions, se perderá la Liga, y la Copa. Este Barça lo está perdiendo todo. Hasta la moral. El único dato para la esperanza es que todavía depende de él.

Cinco jornadas de infarto

Ahora ya se ha perdido toda la ventaja que tenía en la Liga sobre el Atlético -co-líder con 76 puntos- y sobre el Real Madrid (75), aunque con ambos el gol average beneficia a los blaugrana. Quedan cinco jornadas de infarto. Contra el Deportivo, Sporting de Gijón, Betis, Espanyol y Granada.

La vida te da sorpresas, dice la canción de Rubén Blades y que tan bien cantaba la Orquesta Platería. Si naciste pa’martillo del cielo te caen los clavos, añadía el coro. Puede que sí, pero este Barça hace tiempo que cambió su dinámica de equipo victimista. Se convirtió en el martillo de muchos rivales, y no permitía ninguna sorpresa. Pero alguien ha echado mal de ojo a este equipo, que en cuestión de un mes se ha metido en una dinámica perdedora, en la que no sólo le caen clavos sino todo lo malo del mundo.

Dinámica perdedora

La dinámica perdedora es conocida por los más veteranos del Camp Nou, pero no por las nuevas generaciones que sólo han conocido al Barcelona en la victoria. Aquello de los postes, el portero, el árbitro estaba ya archivado en un baúl en el sótano. Salió el Barça a por el Valencia como tenía que ser y estaba exigido. Saltó el Barça sabiendo que en la clasificación estaba igualado a puntos con el Atlético y el Madrid estaba a sólo uno, cuando llegó a estar a 12.

Y tuvo el Barça hasta seis ocasiones para abrir el marcador, pero el Alves del Valencia, su portero, -el del Barça estaba en el banquillo- se encontró con sendos remates de Messi y con una mala vaselina de Neymar.

Y estaba el Barça buscando ese gol que abriera el partido y lo condujera otra vez a la victoria, cuando de pronto del cielo cayó un clavo. El Valencia, que había hecho poco, se acercó a la portería de Bravo en el minuto 26. El tiro a puerta de Siqueira, casi sin área, lo desvió Rakitic en su intento de evitarlo y el portero blaugrana ya no pudo despejar el balón.

Y ya cuando el reloj estaba anunciando el descanso, el Valencia volvió a encontrarse pisando el área del Barça, y otra vez del cielo cayó otro clavo. El tiro de Santi Mina acabó dentro de la portería de Bravo, incapaz en los últimos partidos de ser un salvador. Un resultado totalmente injusto era el 0-2. El Valencia sabía que tenía más a ganar que a perder, y que, en cambio, el equipo blaugrana saldría al campo más tensionado.

El inútil gol 500 de Messi

De nada sirvió que Mascherano y Piqué hicieran un partidazo, pusieran todo el coraje y el ímpetu y las ganas y reclamaran que sus compañeros no se hundieran. De nada sirvió que Messi por fin marcara su gol 500 a los 64 minutos y llenara de esperanzas el Camp Nou. Lo que pasó después del 1-2 fue un ansia del Barça por ganar, pero sin cabeza, que jugó de forma precipitada, que no tuvo paciencia, que quiso resolver con el corazón más que con el talento.

Pobre Barça. Quiere levantarse pero no puede. Intenta sacudirse y se encoge. Busca los goles en la portería rival, y los encaja en la suya. El miércoles, en la Coruña tendrá otra final y otra oportunidad para contradecir a los pesimistas y, sobre todo, para enderezar su destino.

 

Los goles

0-1 Rakitic p.p. 26’

0-2 Santi Mina 45+1

1-2 Messi 68’