La cara feliz de Luis Suárez, el salto de la alegría de Neymar sobre los hombros del uruguayo, o los dos abrazados a Leo Messi festejando un nuevo gol han dejado de ser fotos habituales tras cada partido del Barça. Del triunfo constante a una victoria en los últimos cinco partidos. Eso es una crisis de resultados en toda la regla. Y el remedio sigue pasando por la mejoría de Leo Messi y sus compañeros de ataque. No hay más que seguir confiando en la misma solución que llevó al éxito, sobre todo, cuando desde el club se desmiente que el argentino sufra problemas físicos.
"Tristeza não tem fim, felicidade sim". Es antigua la canción del ya fallecido poeta y cantautor brasileño Vinicius de Morães, pero es una letra que nunca pasa de moda, y que viene como anillo al dedo para razonar sobre la actual crisis que vive el Barça. Todo un equipo que parecía haberse instalado en la felicidad, pero que de pronto ve como desaparece la sonrisa de la cara de sus jugadores y sus rostros empiezan a dibujar un semblante triste. No hay juego, no llueven los goles, no hay victorias y se escapan los títulos. Y nadie sabe por qué.
Sin banquillo
Como si sufriera algún virus de esos que han afectado a más de un ciudadano en este invierno, el Barça sufre un mal que no se supera sólo tomando ibuprofeno. Creyó el técnico y también el aficionado que los refuerzos de Arda Turan y Aleix Vidal iban a tener el mismo efecto que la temporada pasada tuvo la inclusión de Luis Suárez tras cumplir su sanción, pero las predicciones han fallado. El turco no ha dado la talla a la hora de sustituir a Rakitic, y Vidal no ha podido sentar a Dani Alves. Y está claro que al igual que el ser humano sólo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, en el fútbol se nota que falta algo sólo cuando llega la derrota. Mirar el banquillo del Barça durante el partido del Calderón desesperó a más de uno: Douglas, Bartra, Adriano, Munir, Sergi Roberto, Arda y Bravo. Ninguno de ellos era una solución.
Para lo bueno y para lo malo
Luis Enrique reconoció tras la eliminación de la Champions que el equipo tiene que mejorar. Pero todos saben que la mejoría de este equipo pasa fundamentalmente por el estado en que se encuentren los tres delanteros: Messi, Neymar y Suárez. Ellos se han llevado los elogios y ahora también acaparan las críticas. Están para lo bueno y para lo malo. Si el equipo gana, lo que más se destaca es su actuación. Si el equipo pierde, lo que más aparece en letras grandes es que no han marcado goles, no han regateado o no han asistido con la precisión de otros partidos.
Si ellos se recuperan, el equipo funciona: Busquets, Iniesta, Alves y hasta Bravo y Ter Stegen parecen imbatibles. Pero si ellos no están finos, todo parece descomponerse. Son el corazón y el alma del equipo. Ellos dibujan la victoria y también se retratan en la derrota. Y lo peor de todo es que no hay en el banquillo un sustituto que los pueda sentar. Han sido los mejores. Y puede que sigan siendo los más grandes.
Toca una remontada
De ahí que a Luis Enrique no le quede más remedio que confiar en ellos. ¿O alguien cree que mañana el técnico va a alinear a Munir y sentar a Messi? Nadie. No tiene más remedio el entrenador, el equipo y la afición en seguir confiando en los hombres que durante muchos meses han sido los baluartes de la felicidad.
El domingo, contra el Valencia, es el día marcado para recuperar la sonrisa y enterrar la tristeza. Se trata de otro tipo de remontada.
El penalti que hubiese cambiado la eliminatoria
Pênalti para o Barcelona, mas o juiz marcou fora da área. Muita reclamação dos jogadores. pic.twitter.com/xMvUh4UOyh
— Plantão do Futebol (@PlantaoFutebol2) 13 de abril de 2016