13 de agosto de 2017. Camp Nou. El Barça vive uno de los veranos más convulsos de la historia del club pero no tiene tiempo para lamentaciones. Recibe al Real Madrid –el vigente campeón de Liga y Champions– en un partido correspondiente a la ida de la Supercopa de España. Lo hace sin Neymar, que se acaba de marchar al PSG, y también sin Luis Enrique. El Clásico que supone el estreno de Ernesto Valverde, sin embargo, acaba con final trágico. Los blancos aplastan al Barça por 1-3 con goles de Gerard Piqué en propia portería, Cristiano Ronaldo y uno Marco Asensio que parece predestinado a marcar época. La vuelta, con una nueva diana del mallorquín, no sólo es una derrota, también es una humillación que hunde los ánimos del barcelonismo. Es la primera vez en toda la década que el tradicional pesimismo culé y catalán está más que justificado.

29 de abril de 2018. Riazor. Ocho meses después de aquella catastrófica derrota en el Camp Nou, el Barça gana su vigésimaquinta Liga en el feudo del Deportivo de la Coruña, donde se impone por 2 a 4 con un hat-trick de Leo Messi. El equipo acabaría el curso con 17 puntos más que el eterno rival y sólo una derrota en el casillero, firmada en el Ciutat de València cuando el campeonato ya estaba sentenciado y con la inestimable colaboración de Yerry Mina.

Barça gol Deportivo piña EFE

EFE

La consecución del título se explica a partir de una premisa sencilla: Valverde transforma al Barça en una roca tosca y poco atractiva pero extremadamente contundente. Y el vértice más afilado de esta roca es Paulinho, un futbolista de cresta mohicana que había llegado de la liga china y que, incomprensiblemente, era la alternativa de la secretaría técnica al fichaje del inalcanzable Marco Verratti.

El arte de ser pragmático

No hay que engañarse. Durante aquel curso, el juego del equipo de Valverde fue poco vistoso y, en muchísimas fases de partido, simplemente aburrido. El partido más paradigmático de esta era probablemente es el Leganés-Barça de la jornada 12, un duelo que los blaugrana se acabarían llevando con dos dianas de rebote de Luis Suárez y una última, en el minuto 90, de Paulinho. Busquen los highlights en YouTube y rememorarán el gol más feo de la historia del club. Messi chuta desde la banda izquierda del área pequeña, dos jugadores lo bloquean, cae en el suelo, hace una asistencia involuntaria con la parte interna de la rodilla y el mediocampista brasileño, entre una multitud de piernas, consigue filtrar su bota de hierro para firmar el 0-3.

Esta sería la tónica recurrente durante toda la temporada. Sin Ousmane Dembélé, que vivía su primera gran lesión en can Barça, y tampoco sin Philippe Coutinho, que tendría que esperar en el mercado de invierno para aterrizar en el Camp Nou, Valverde apostó por un sólido 4-4-2 en el cual Paulinho ejercía de punta de lanza. El técnico, que hasta entonces sólo había entrenado equipos de aspiraciones menos ambiciosas, tuvo suficiente con ello. Y el l brasileño, penetrando el área como una locomotora, respondió mojando contra conjuntos como el Getafe, el Eibar, el Athletic Club y el Leganés, entre otros.

Paulinho Barça Valencia EFE

EFE

Era el Barça más limitado técnicamente de la historia reciente del club –algunos dirán que en fase de reconstrucción y no de despilfarro– donde hombres como André Gomes, Aleix Vidal, Paco Alcácer o Denis Suárez disfrutaban de oportunidades constantemente. Sus pocas dianas, sin embargo, sumadas a la infalible regularidad goleadora de Leo Messi y Luis Suárez y a la contundencia de un creciente Marc-André Ter Stegen, fueron suficientes para ganar 28 de los 38 partidos de Liga y, consecuentemente, alzar el título. En Europa, claro está, la receta no funcionó y el ridículo del Olímpico de Roma fue mayúsculo.

Un lugar en la memoria

Dicen que sólo el paso del tiempo permite poner en perspectiva las gestas de tiempos remotos, pero ahora, dos años después de ganar la vigésimaquinta Liga, la indiferencia que despierta el primer Barça de Valverde es tan o más grande que la que generaba en aquel momento. Que el entrenador extremeño convirtió un conjunto abatido en uno ganador es innegable y este mérito no le quitará nadie, pero más allá de este hecho, es fácil preguntarse qué recuerdo nos deja aquel campeonato. La única victoria de peso tuvo lugar en el Bernabéu (0-3), pero esta, debido a la incuestionable conexión entre Barcelona y Madrid, quedó borrada del mapa cuando los de Zinedine Zidane levantaron su tercera Champions consecutiva.

Aquel equipo equipo fue tan olvidable que incluso su máximo exponente, José Paulo Bezerra Maciel Júnior 'Paulinho', acabaría volviendo a China el siguiente verano en una operación que serviría como metáfora de la temporada: extraña, efímera e impropia de un club como el Barça.