Vicky Peña te mira y la intensidad que transmiten sus ojos te paraliza, te hipnotiza. Es lo que les pasa a los personajes de Esperando a Dalí, la película dirigida por David Pujol que llegó la semana pasada a las salas de cine, en la que da vida a Gala, y se cruzan con ella por las calles de Cadaqués. Nombre fundamental para cartografiar el mundo interpretativo catalán las últimas décadas, nos encontramos con ella para hablar de esta película que, en su esencia, es un elogio a aquellos locos que no se detienen hasta hacer realidad sus sueños.

El sueños.
Esperando a Dalí es una película sobre el camino. Sobre el trayecto y la manera de crecer, la manera de hacer cosas, la manera de... El mensaje que he sacado es que lo más importante en la vida es el camino. No es tan importante lo que consigues, sino por dónde has ido para conseguirlo y la gente que te has encuentrado en este camino de la vida.

No es tan importante lo que consigues, sino por dónde has ido para conseguirlo y la gente que te has encontrado en este camino de la vida

Esta es una lección que, muy probablemente, solo puedes aprender con años de vida.
Sí, claro. Cuanto más largo es el trayecto, más capacitadad tienes de aprender, evidentemente.

El equilibrio entre la orden y el caos. Una palabra, caos, que está muy presente en la película.
No creo que sea tanto el caos, como la efervescencia... Hay mucha efervescencia, hay ebullición, hay movimiento. Más que caos, creo que hay desconcierto, hay desorganización, hay improvisación.

¿La vida es eso, no?
Sí, claro que hay momentos caóticos y... Pero para mí la vida es movimiento.

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Vicky Peña, una mirada que te paraliza / Foto: Marc Font

Hay una frase muy bonita en la película que dice que en el Mediterráneo no hay orden, hay belleza. Ya sería eso.
Es una manera de decirlo. El Mediterráneo en sí mismo es una figura poética, y está llena de belleza, pero también está llena de dolor. El Mare Nostrum es nuestra cuna. Yo me siento muy mediterránea, mucho. Somos hijos de esta balsa. Somos los renacuajos que han salido de esta balsa magnífica de que han nacido tantas civilizaciones y ha producido tanta riqueza cultural. Y que ahora, lamentablemente, está siendo un... Se está convirtiendo en un desagüe de violencia, de cosas malas y terribles que están pasando: las guerras, el dolor de los refugiados, la miseria de los países que no sabemos organizarnos para dar acogida a toda esta gente. Con todo, conecto muy bien con el Mediterráneo, me da mucha vida, necesito estar cerca de las rocas, de las playas, del azul, de los pinos. Los olores del Mediterráneo me fascinan. A veces, cuando me preguntan de dónde soy, digo que de Barcelona. De Barcelona y del Mediterráneo. Soy muy mediterránea.

Como la canción del Serrat.
Serrat hizo una canción preciosa. No es un himno, pero es un canto en este lugar geográfico, este lugar histórico, este lugar artístico, este lugar de vida.

Un lugar que, por nuestra forma de ser, ayuda a que vuelen estos sueños de que habla la película, esta visión surrealista de la vida...
Sí, seguramente. El sentido común y el arrebato que tenemos los catalanes. Porque tenemos la capacidad de ser ordenados y de ser metódicos en algunos momentos. Pero también tenemos este arrebato que nos provoca la tramontana y este punto de sur tan absoluto. El efecto de la tramontana es muy potente. Te transporta a otros parámetros de vida.

Este sentido común y arrebato, esta dicotomía, os es útil en los actores y actrices para ser metódicos, pero la vez dejaros llevar por ciertos impulsos, intuiciones, emociones...?
La verdad es que sí. Es un equilibrio entre estas dos cosas, aunque no solo puedes jugar con eso. Tienes que tener también otros recursos. Yo, por ejemplo, cuando trabajo, sobre todo en teatro, porque en el cine es todo más inmediato, rápido y desordenado, le doy mucha importancia al texto. Todo está en el texto. Después está el director o la directora, que son
los capitanes. Ellos son los que tienen que descubrir hacia dónde quieren llevar este texto. Y hay un tercer punto para mí muy importante que son los compañeros con los cuales estás ensayando cada día, estableciendo relaciones, miradas, movimientos... En esta dinámica, el juicio, el método, cuenta mucho. Igual que el arrebato, la inspiración, el momento en qué, muchas veces ensayando, de otras veces la noche antes de estrenar o empezar a rodar, surge la chispa, y me hago la película de cómo creo que será el espectáculo o la escena que tengo que rodar. A los personajes los tienes que construir desde dentro, dándoles tu verdad. El traje te caracteriza, pero tienes que ser tú quien le dé verdad. Te tienes que calzar bien el vestido, pero también tienes que entrar en él. Es una conjunción.

A los personajes los tienes que construir desde dentro, dándoles tu verdad

En Esperando a Dalí, interpretas la Gala, un personaje de una personalidad muy fuerte. ¿Cómo ha sido este proceso de creación?
Fue un personaje muy intenso, no solo en la vida de Dalí, sino en el día a día de Cadaqués. Años atrás estuve rodando una película con Ventura Pons allí, y la figura de Gala en Cadaqués es de una intensidad tremenda, la recuerdan... Hay una relación amor odio muy especial. Era una mujer intensísima. Hacer esta pequeña aportación a la película ha sido genial. Porque mi trabajo es una pincelada. Tengo dos escenas o tres, prácticamente es un cameo, pero me gustó mucho poderlo hacer. Me gustó mucho la caracterización. La trabajamos muy a gusto con el equipo de peluquería y maquillaje. Siempre nos veis a los actores, pero tras de nosotros hay una cantidad de trabajo de composición de personajes increíble. Todo mi reconocimiento para la gente de vestuario, peluquería y maquillaje. Un día vas allí y eres la Vicky y de sopetón ves a Gala.

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Vicky Peña, una actriz de sentido común y arrebato / Foto: Marco Font

Me ha parecido magnífica la recreación, la primera secuencia en que sales...
La caracterización es estupenda. Me hicieron sentir muy a gusto. Hablamos mucho con David Pujol de qué tono quería para el personaje, pero después me dejó muy libre. Estuve muy a gusto. Lástima que fue muy breve, me habría gustado poder estar más tiempo. El rodaje era una gozada, el equipo era magnífico, había muy buen rollo. Pero estaba haciendo teatro y tuve que aprovechar los dos lunes de fiesta para hacer mis secuencias.

La Gala es un personaje muy interesante: nunca fue la mujer de Dalí, sino Gala.
Trabajar con personajes que tienen esta potencia y que además han sido personas reales, siempre tiene un grado de... Te da un punto de interés y de curiosidad que es bonito de interpretar. Curiosamente, he interpretado a muchas mujeres intensas, en el teatro y en el cine. Papeles que son muy dramáticos o con un punto extraño.

¿Quizás por eso de ser principalmente una actriz de teatro?
No tengo ni idea. Porque en cine esta parte dramática importa, pero también importa mucho el físico. Yo tengo un físico que se adapta a muchas cosas. Con Gala me pasó como cuando interpreté a Carmen Polo, la mujer de Franco, en la película Dragon Rapide, de Jaime Camino. Este tipo de personajes tienen una textura especial, porque tienes que ser muy respetuoso y al mismo tiempo acercarte al imaginario que la gente ha construido de estas personas reales. Tienes que saberlo reflejar, pero sin pasarte, porque no puedes hacer una caricatura.

Intento llenarme de lo que me lleva a la vida

La interpretación no es ni generosa ni amable con las mujeres cuando habéis llegado a cierta edad.
Yo tengo que decir que no he notado ninguna gran diferencia ni en cine ni en teatro. Porque no he hecho tanto cine y sigo haciendo relativamente poco. Y teatro sí que he hecho, y de momento sigo haciendo bastante. Esto es un poco una teoría mía, pero creo que fundamentada: en cine, sobre todo, hay una parte de la actuación en que se busca la belleza de la actriz, pero que solo puedes sostener si eres buena. El caso más significativo es el de Marilyn Monroe, que, por encima de todo, era una actriz maravillosa. Trabajaba muchísimo. Pero además tenía la característica que era muy guapa. Y eso a veces hace que la gente relativice el trabajo. El factor belleza o el factor sex appeal están muy potenciados en la narrativa de las películas. Yo he sido cuidadosa a la hora de escoger los trabajos, pero también he tenido suerte que me han ofrecido cosas que no me han disgustado. De la misma manera que una de las razones por las cuales he hecho poco cine es que el teatro me compromete mucho. Son muchas semanas de ensayo y después las funciones diarias. Si estoy en Barcelona representando un espectáculo, no puedo decir que sí a hacer una película en Madrid o en las Canarias. Con todo, siempre que la propuesta es buena, si me interesa, si me gusta, me apunto. Si me gusta el punto de vista del director o veo que habrá una manera especial de enfocar la película porque el guion es extraño o curioso y tiene un punto experimental que me interesa y me apetece, lo hago. Eso o también porque hay un actor que me fascina y me gusta mucho y me apetece trabajar con él.

Explica, explica...
Fue el caso de una película que hice que se llamaba El largo invierno, de Jaime Camino. En el reparto estaba Vittorio Gassman. Lo adoraba. Había ido a verlo actuar siempre que podía. Recuerdo un monólogo que hizo en el Grec a inicios de los 80. Me encontré con mi padre, el actor Felipe Peña. Me sorprendió porque sabía que ya había ido la noche anterior. "¿Que no habías venido ayer?", le pregunté. "Y vengo hoy y vendré mañana. ¡Vengo a clase!", me respondió. Realmente era un actor magnífico. El tema es que supe que estaría en la película y como conocía a Jaime Camino de haber actuado en Dragon Rapide, le dije que, por favor, aunque fuera de jarrón,  me diera una escena con Virtorio Gassman. Lo conseguí. Hice una pequeña escena con él. Fui tan feliz. No tienes ni idea. Me gustó muchísimo.

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Vicky Peña da vida a Gala en la película Esperando a Dalí / Foto: Marc Font

Aparte que en aquella película había muchos más actores superlativos: Adolfo Marsillach, Teresa Gimpera, Ramon Madaula, Àlex Casanovas, José Luis López Vázquez, José Luis de Vilallonga, Ovidi Montllor, Mario Gas, Rosa Novell... ¡Wooow!
Había mucha gente, pero el placer de estar al lado de alguien cono Gassman... La actuación con él fue muy mínima, pero compartimos una comida, lo escuché explicar cosas. Fue un lujo absoluto.

¿Te quedan muchos sueños por hacer?
No soy una persona que se me plantee un horizonte de cosas que me gustaría hacer o que me gustaría conseguir. En este sentido soy un desastre. Me dejo arrastrar por la vida. Y lo que sí que tengo es que las cosas que me van surgiendo me gusta vivirlas con intensidad. Intento llenarme de lo que me aporta a la vida. Evidentemente, me habría gustado viajar más, por ejemplo, pero me siento muy satisfecha con la vida que he tenido. Han quedado muchas cosas por el camino, he perdido amigos, la vida siempre te va dando palos, hay limitaciones, hay momentos que todo te parece una mierda, pero las ganas de seguir haciendo cosas siempre son más fuertes, más poderosas.