Barcelona, 11 de mayo de 1809. Hace 214 años. La policía desarticulaba una trama que tenía el objetivo de facilitar el desembarque de la flota británica. Hacía poco más de un año que Carlos IV y Fernando VII se habían vendido la corona española a Napoleón (mayo, 1808), y que el emperador de los franceses había cedido el trono de Madrid a su hermano mayor, que reinaría como José I. El tiempo que hacía que Napoleón había separado Catalunya y la había incorporado al Primer Imperio francés. Barcelona había aceptado aquel nuevo estatus con una gradación de intensidad que iba desde el entusiasmo de los negociantes y de los intelectuales, hasta la indiferencia de las clases populares. Pero había un grupo testimonial de activistas dispuestos a sabotear el nuevo régimen que protagonizarían un misterioso y sórdido episodio: la trama del palacio Mornau.

Mapa del Primer Imperio francés. Fuente Cambridge Moderno History Atlas
Mapa del Primer Imperio francés. Fuente Cambridge Moderno History Atlas

¿Cómo era la Barcelona de 1809?

La Barcelona de 1809 era una ciudad de 120.000 habitantes que, por imposición del régimen borbónico, todavía vivía recluida en el interior de las murallas medievales. Pero era una ciudad muy dinámica, con un potente aparato de fabricación que producía textil de remo (destinado, principalmente, al consumo propio) y textil de lujo (las famosas indianas, destinadas, básicamente, a la exportación). Las fábricas se disputaban el escaso espacio intramuros con las casas, los cuarteles militares y los edificios religiosos. Las calles y plazas de la ciudad, eran un hervidero de gente de condiciones y estatus diversos: obreros, tenderos, intelectuales, industriales, clérigos, militares, artistas y trotamundos. Y entre aquel universo, destacaba un corpus social de nueva incorporación, que estaba transformando social y culturalmente la ciudad: los funcionarios del régimen bonapartista llegados de París.

¿Quién gobernaba en la Barcelona de 1809?

La Barcelona de 1809 estaba situada en un limbo del poder. Todavía no se había proclamado, formalmente, la incorporación de Catalunya al Primer Imperio francés (se haría el 26 de enero de 1812), pero el Principado era gobernado por elementos nombrados por París. Hacía solo unas semanas (abril, 1809) que Napoleón había cesado al capitán general Vilalba de Meca (Cervera, 1736 – 1821), máxima autoridad política y militar de Catalunya, nombrado por el mismo emperador un año antes (mayo, 1808). Vilalba fue destituido cuando la policía lo relacionó con una trama que conspiraba contra el régimen bonapartista. Se le arrestó domiciliariamente, lo cual significaba que pasaba de la categoría de capitán general a la de cebo de conspiradores y fue sustituido por el general Duhesme, que, más adelante, acabaría apartado del cargo (febrero, 1810) por mala conducta.

Representación de la Plaza Nova de Barcelona (1820). Fuente Cartoteca de Catalunya
Representación de la Plaza Nova de Barcelona (1820). Fuente Cartoteca de Catalunya

¿Quién más gobernaba en la Barcelona de 1809?

A principios de mayo de 1809, el poder del régimen bonapartista en Barcelona descansaba sobre tres patas: el mencionado general Duhesme, el comisario Ramon Casanova (Barcelona, 1756 – París, 1812), jefe de la policía, y el juez Juan Madinabeytia (Donostia, siglo XVIII – París, siglo XIX), regente de la Audiencia. Duhesme, Casanova y Madinabeytia desplegaron un aparato de información y represión, formado por docenas de elementos, a la caza de activos al servicio de potencias extranjeras (Barcelona era un nido de espías desde finales del siglo anterior), y de disidentes locales del régimen, que daría resultados inmediatos con la desarticulación de la trama del palacio Mornau (11 de mayo de 1809). En aquel operativo, la policía bonapartista utilizó un cebo y la trama cayó como un castillo de naipes. Cinco detenidos y seis fugitivos.

¿Qué pasaba en el palacio Mornau?

Cuando se produjeron los hechos —la maduración y la desarticulación de la conspiración—, el palacio Mornau, situado en la calle Ample, era una de las casas más lujosas de la ciudad. Había sido la casa solariega de varias familias patricias de la ciudad, como los Santcliment o los Rodoreda, pero desde 1796 era propiedad de Josep Francesc Mornau, un fabricante de cristal y de textil, proveedor del ejército español y recompensado con la presuntuosa condecoración de "comisario de guerra honorario". Este detalle es muy importante, por qué revela que detrás de una pretendida fidelidad a la monarquía española había unos evidentes intereses particulares. Las fuentes documentales revelan que en el palacio Mornau se cocinó la conspiración que tenía el propósito de facilitar el desembarque británico y la caída del régimen bonapartista en Barcelona.

Grabado de Barcelona (1810). Fuente Instituto Nacional de Historia del Arte. Paris
Grabado de Barcelona (1810). Fuente Instituto Nacional de Historia del Arte. Paris

¿Quién formaba parte de aquella trama?

La trama se empezó a desarticular en la casa del capitán Provana, un oficial del ejército francés que la policía colocó como cebo para capturar a las cabecillas de la conspiración. Salvador Aulet, corredor de cambios, y Joan Massana, funcionario de Hacienda, fueron pillados in fraganti con el cuantioso soborno que tenía que cobrar Provana para abrir la muralla de Drassanes. Pero, sin embargo, Mornau, el líder de aquella conspiración, sorprendentemente no estaba en aquella reunión-trampa. Las fuentes documentales no revelan si el registro policial en el palacio Mornau fue antes o después de la "caída" de Aulet y de Massana, sin embargo, lo que es seguro es que su propietario desapareció misteriosamente —¡y muy oportunamente!— y no volvió a Barcelona hasta 1814, después de que el régimen bonapartista se retirara de Catalunya.

¿Quién más formaba parte de aquella trama?

El operativo policial se amplió al cuartel de Drassanes, el objetivo de los conspiradores, y allí la policía detuvo al subteniente Josep Navarro, formado en el ejército español, pero transferido al ejército francés con la transacción de Bayona. Y prosiguió en el convento de los teatinos de la plaza de Santa Anna. En el registro de aquel edificio religioso, que fue una auténtica novedad por la naturaleza y propiedad de la casa, la policía detuvo a los frailes Joaquim Pou y Joan Gallifa, pero, en cambio, sus correligionarios Ofarril, Mora, Foxà, Rovira y Morera, que también estaban implicados en la trama, consiguieron ocultarse en dependencias secretas del edificio. Como en el caso de Aulet, Massana y Mornau, tampoco está claro el motivo que explicaría por qué "caen" Pou y Gallifa, y consiguen escapar el resto. Lo tenemos que dejar todo en la nebulosa de las suposiciones.

Representación del juicio a los detenidos por la Conspiración de la Ascensión. Fuente Biblioteca Nacional de España
Representación del juicio a los detenidos por la Conspiración de la Ascensión. Fuente Biblioteca Nacional de España

Las motivaciones

Los investigadores Antoni Gelonch, autor de Napoleó, la Revolució i els catalans (Viena Ediciones, 2021) y Jesús Conte, autor de Barcelona sota la bota de Napoleó (Tibidabo Ediciones, 2021), revelan que el antibonapartismo catalán fue un corpus socioideológico muy complejo y con muchas aristas. Y en el caso de la trama del palacio Mornau, vemos que coincidieron todas las aristas posibles: intereses personales, ideología antirrevolucionaria, profesión del discurso apocalíptico de las jerarquías eclesiásticas. Incluso, delaciones y traiciones. En cambio, por mucho que la historiografía nacionalista española lo predique hasta la extenuación, el patriotismo español no formaba parte de las motivaciones de aquellos conspiradores, porque el concepto "patria española" no sería formulado hasta un cuarto de siglo más tarde (1833) con los primeros gobiernos liberales.

Las ejecuciones

El 3 de junio de 1809, en los glacis de la Ciutadella, fueron ejecutados Aulet, Massana, Navarro, Pou y Gallifa. Los tres primeros fueron colgados en la horca. Y los dos últimos, por su condición de religiosos, fueron asfixiados en el garrote vil. La llamada "trama del palacio Mornau" o "conspiración de la Ascensión" (porque las detenciones se habían producido el día de la festividad de la Ascensión) quedó, en buena parte, decapitada. Los británicos nunca desembarcaron en Barcelona. Y durante los cinco años siguientes (1809-1814), la capital catalana vivió una primavera cultural y política que, a pesar de su efímera duración, tendría una extraordinaria trascendencia. Es lo que explica la tradición innovadora y la vocación de modernidad de la Barcelona del XIX. ¿Cómo serían Barcelona y Catalunya si hubiera triunfado la trama del palacio Mornau?