He subido hasta la Fundació Miró, en lo alto de Montjuïc. He caminado por el parque. La montaña tiene atajos incontables, y cuando caminas así descubres lugares en los que nunca habías estado. He topado, maravillada, con la fuente del gato. Sabía que estaba por aquí, de forma vaga, pero para mí hasta ahora solo existía en la infancia, en la canción que me cantaba la abuela. El portalón con dos gatos me dio la pista, pasé por debajo y entonces la vi, la cara del gato de bronce adherida a la roca húmeda. Montjuïc en verano te recuerda que estás en el Mediterráneo; te lo dicen el olor de los higos, los árboles de troncos gruesos y raíces centenarias que sobresalen. El portalón y el recinto que acoge la fuente fueron diseñados por el arquitecto Puig i Cadafalch. Subiendo por la fuente del gato, detrás de la Fundació Miró, hay otro icono de la Cataluña de principios del siglo XX: la orgullosa escultura del pastor Manelic, erigida entre dos palmeras. Sigo subiendo, y un par de cubos de basura me indican el camino hacia la Fundación, obra del arquitecto y amigo de Joan Miró, Josep Lluís Sert. Vengo por la exposición La poesía acaba de comenzar. 50 años de la Fundació Miró, que se podrá visitar hasta el 26 de marzo de 2026 y ha sido concebida por Lúa Coderch, Anna Moreno, Àngels Ribé y Antonio Ortega.
Subiendo por la font del gat, detrás de la Fundació Miró, hay otro icono de la Cataluña de principios del siglo XX: la escultura del pastor Manelic.
Los antecedentes del templo mironiano
El museo abrió en 1975, y la exposición, que empieza en la sala 17a del edificio, se celebra en honor al cincuentenario de la Fundació Miró - CEAC (Centro de Estudios de Arte Contemporáneo). La poesía acaba de comenzar. 50 años de la Fundació Miró está organizada de forma cronológica, desde 1911 hasta 2025. En el primer tramo, que abarca de 1911 a 1966, se nos habla de los antecedentes, de la amistad entre Joan Miró y Joan Prats, un hijo de sombrerero de la calle Ferran. Prats impulsó el Club 49, que acogía al ADLAN (Amigos del Arte Nuevo) y al GATCPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Catalanes para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea). Leo el manifiesto de ADLAN, que desconocía —el GATCPAC, en cambio, me era más familiar—:
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Si sois de un temperamento dispuesto a seguir la trayectoria de las artes de hoy.
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Si acogéis con respeto (seleccionando con pasión) todo esfuerzo hacia lo desconocido.
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Si queréis salvar lo que hay de vivo en lo nuevo y lo que hay de sincero en lo extravagante.
Excitante, me haría miembro ahora mismo. Decididamente, el franquismo se llevó lo mejor de nuestra tierra y partió en dos la historia de Cataluña.
En una imagen de 1946 vemos a Miró en la playa de Mont-roig acompañado de Joan Prats, Joaquim Gomis, Odette Chrebonnier, Dolors Miró y Odette Gomis. Miró era bajito y rechoncho, de facciones poco agraciadas. Debía de estar de visita aquel verano: el pintor vivió en París durante el penoso periodo de la posguerra y no volvió a instalarse en el país hasta los años 50, en la Mallorca natal de su esposa Dolors. Paso por delante de fotografías antiguas y recortes de prensa. Me topo con una carta abierta a raíz de la exposición que Miró hizo en Barcelona el 3 de marzo de 1918 en las Galerías Dalmau. En el texto, escrito a máquina y firmado por “visitantes congestionados”, se le dice al artista que lo mejor que podría hacer es dejarlo estar. Cito la carta parcialmente pero de forma textual: “¡Mire que es malo todo eso, Sr. Miró! No le haga caso al Sr. Llorens, créanos a nosotros. Vaya a aprender dibujo y haga narices, muchas narices… y sobre todo… no pinte, pinte paredes pero no ensucie lienzos”.
Miró tenía dos principios fundamentales: el diálogo permanente con las vanguardias artísticas y la identificación con la tierra catalana.
Miró hizo las maletas y se fue a París, la ciudad donde florecían las vanguardias. Pero su fuente de inspiración siempre fue catalana —parece que París no le interesaba en absoluto. Miró tenía dos principios fundamentales: el diálogo permanente con las vanguardias artísticas de principios del siglo XX y la identificación con la tierra y la identidad catalanas —La Masía, el cuadro que pintó entre 1921 y 1922, es su máximo exponente, una obra que recoge todo un imaginario: una nación es, sobre todo, un imaginario. Más que Cataluña en mayúsculas, la tierra que inspira a Miró es Mont-roig, el arte gótico y popular, el primitivismo. Cultura autóctona ancestral con mirada contemporánea, localismo universal, arte colectivo y anónimo. Dejó escrito: “No me interesa ningún artista, solo lo que es anónimo, lo que surge del esfuerzo inconsciente de la masa”. Si queréis entender quién era Miró, buscad el ensayo que ha publicado recientemente Raül Garrigasait en la editorial Fragmenta: La roca i l’aire.
El día de la apertura nadie pronunció un gran discurso, pero el Centro de Estudios de Arte Contemporáneo fue una fiesta. Franco aún vivía.
El regreso a Barcelona (1967–1975)
La exposición en las Galerías Dalmau de 1918 fue la primera y última que Miró hizo en Barcelona. La siguiente tuvo lugar en 1968, cincuenta años después, y esta vez ya era un artista consagrado. En los años 60, Miró empezó a trabajar con bronce y cerámica, escultura: tenía la idea de integrar el arte en la vida. En 1970 conoció a Josep Royo y descubrió las posibilidades expresivas del textil. En colaboración con Royo realizó el Tapiz de la Fundación, que cuelga imponente: el Cobi, la mascota de las Olimpiadas de 1992, se le parece. Esta fue la década en que Miró se reconcilió con Barcelona: el COAC, un grupo de jóvenes arquitectos, le dedicó la exposición Miró otro, y el artista creó un mural para celebrar el homenaje. Comenzaron los planes para construir un centro conectado con las tendencias artísticas más avanzadas del momento: Josep Lluís Sert, del GATCPAC de antes de la guerra, sería el arquitecto, y Joaquim Gomis el presidente. En 1975 se creó la Fundació Miró de Montjuïc, el espacio donde estoy ahora. En la exposición no se hace referencia a ello, pero hace poco hubo polémica por el mural de Miró en la Terminal 2 del aeropuerto de El Prat.
Los primeros años (1975–1983)
La Vanguardia, portada del 8 de junio de 1975. Se anunciaba que pasado mañana, el 10 de junio, abriría la Fundació Miró; en la portada del Diario de Barcelona vemos a Miró en primer plano, se marca la fecha de su consolidación como artista internacional. El día de la apertura no se pronunció ningún gran discurso, pero el Centro de Estudios de Arte Contemporáneo fue una fiesta llena de marchantes y directores de galerías de arte de todas partes, y también de personalidades del mundo del arte y de las letras catalanas. Franco todavía vivía. Un año después se celebró la primera gran inauguración, cuando el dictador ya estaba en el ataúd y no asistieron autoridades del régimen. La programación de la Fundació Miró acogió entonces exposiciones con más compromiso político. En 1977, Miró diseñó el cartel del Congreso de Cultura Catalana, y otro cartel para el diario Avui. Lo vemos retratado junto a Tarradellas, que al lado de Miró parece un gigante: el presidente estaba de visita. La Fundación se convirtió en un punto de encuentro para artistas de distintas disciplinas, se dio vía libre a la fusión de lenguajes y Àngels Ribé propuso el uso de persianas mediterráneas como emblema de la Transición, de la “luz de la libertad que lograba ensanchar las grietas de la censura”. El día de Navidad de 1983, Joan Miró murió en Mallorca. Tenía noventa años. El arquitecto que había concebido el edificio de la Fundación, Josep Lluís Sert, había fallecido unos meses antes.
Más Fundación, más Miró (1984–2007)
Barcelona cambia, se acercan las Olimpiadas. El sector cultural se mediatiza, las generaciones se suceden: Rosa Maria Malet dirige la Fundació Miró, presidida por el arquitecto Oriol Bohigas. Se abren nuevos centros culturales y museos en Barcelona: la Fundació Tàpies, el MACBA, el CCCB, la Fundació Joan Brossa, La Capella. La Fundació Miró se amplía para acoger la colección permanente de obras de Miró, y las pinturas del ‘catalán irrenunciable’ comparten espacio con exposiciones de artistas icónicos internacionales del siglo XX: Warhol, Duchamp, Giacometti, Rothko, Magritte. Se cierra el siglo y el milenio, y la Fundación celebra su vigésimo quinto aniversario. El lema de este primer cuarto de siglo es Més Fundación, més Miró.
Para cerrar el cincuentenario, el 29 de abril de 2026 se podrá ver la obra de la ganadora del Premio Miró de este año, la canadiense Kapwani Kiwanga
Casa de artistas (2008–2025)
La sala 22a es una miscelánea de imágenes de personas que han mantenido contacto con la Fundación desde 1975. En 2007 se creó el Premio Joan Miró para “consolidar los vínculos con el tejido internacional”. Entre 2007 y 2018 también se organizaron las Nadales, con exposiciones de artistas locales. El director actual de la Fundación, Marko Daniel, ya ha avanzado cuáles serán las próximas exposiciones. La presidenta actual de la Fundación es Sara Puig. Del 10 de octubre al 20 de febrero podrá verse Miró y los Estados Unidos, con una selección de obras de los artistas norteamericanos con los que Miró coincidió entre 1947 y 1968, entre los cuales están Louise Bourgeois, Helen Frankenthaler, Arshile Gorky, Alice Trumbull Mason, Jason Pollock o Mark Rothko. Para cerrar el cincuentenario, el 29 de abril de 2026 se presentará la obra de la ganadora del Premio Miró de este año, la canadiense Kapwani Kiwanga.