Sinceramente, no me gustaría ponerme en la piel de una fiscal. Menos aún, tras haber visto esta serie, Dept Q, nuevo título en Netflix de Scott Frank, director de Gambito de dama, adaptando a la pantalla las novelas del danés Jussi-Adler Olsen, y confirmar que es un papelón. Porque con tus decisiones, justas o injustas, envías a mucha gente a la cárcel cambiando el rumbo de sus vidas. Por tanto, en el entorno de los acusados, recelos y angustia a borbotones, y en algunos casos, venganza. “Fiscal desaparecida en su mejor momento. Les encantará”, le anuncia su superior a la fiscal Merritt Lingard. Eso sin saber (o sí) qué iba a pasar. Mientras tanto, gente que deja el whisky para encontrar a Jesús y así poder redimirse. Y otros, como el inspector de policía Carl Morck (interpretado por un Matthew Goode que crece exponencialmente durante la serie) que se niegan a aceptar lo sucedido: en un ataque un compañero muere y otro con el que son uña y carne queda paralítico. Eso ya, en la primera escena del primer capítulo.
Jugando con las dudas
Son dos policías distintos en carácter, pero muy complementarios (es el ABC de las series de polis). La mayoría de veces no tienen ni que hablar y ni tan siquiera mirarse para entenderse. Entretanto una comisaría de policía en la que todos se observan con desconfianza, hasta que entra Akram, un sirio misterioso que, desde la calma (pero entrenado como el mejor), da una nueva orientación a la investigación de la fiscal. “Soy tu comandante, no tu camarada”, se dicen en un momento dado. E incluso Morck le dice a su nuevo compañero: "¿Tú en tu país eras de los buenos o de los malos?". Ambientada en Edimburgo, la serie tiene un ritmo pausado (que no aburrido). Quizá lo que resuelven en nueve capítulos lo podrían dejar en seis -hay cuatro películas previas de producción danesa que empieza en 2013 con Misericordia (los casos del Deparatmento Q)-, pero en ese caso, la evolución de los personajes se quedaría a medias, con lo cual se da por bueno que alarguen la trama. Todos, desde Morck (interesante la relación que tiene con su hijastro y con su psicóloga de la que se queda colgado) hasta Hardy (el policía lisiado que lucha por recobrar su vida y la movilidad), ganan en presencia gracias a su carisma escénico. No así la fiscal (el papel de Chloe Pirrie como Merritt Lingard es el menos convincente) que es quien articula una gran parte del recorrido de esta serie.
Con las fichas puestas sobre el tablero, la sensación es extraña: no aciertas a decidir si la serie cumple o no con las expectativas, sin embargo con los créditos finales buscas si han firmado o no una segunda temporada
“Usted sería un buen abogado, hace preguntas de las que ya sabe respuestas”. Akram es el vértice inesperado en Dept Q., el elemento sorpresa junto a una Rose pizpireta que desea ser policía, que insiste en ello y que aprovecha cuando le llega su oportunidad. Mientras Akram presume de su obsesión: se le da muy bien encontrar cosas. Y encaja con Morck, es la mente resolutiva con golpes escondidos, incluso para tirar a alguien por unas escaleras que cree que es sospechoso. En Dept Q., Scott Frank juega con las dudas: la intriga del ave costera y su gorra, al truco de la afasia y, asimismo, es compasivo cuando trata el tema del abandono. En los dos últimos capítulos de la serie se resuelve todo; donde la mayoría obtiene una recompensa o asume un castigo merecido (tener a alguien secuestrado cuatro años secuestrado es una estrategia muy cruel). Entonces, con las fichas puestas sobre el tablero, la sensación es extraña: no aciertas a decidir si la serie cumple o no con las expectativas; sin embargo, con los créditos finales buscas si han firmado o no una segunda temporada. De momento, ni una cosa ni la otra. Pero sea como sea, estará bien, pues la serie deja todo atado y bien ligado. Eso sí, hay más novelas. Ahí lo dejo. Aunque sea por ver de nuevo a Matthew Goode como Carl Morck, que tiene su qué.