Aprovechando los últimos días de verano sin confinamiento, he podido relacionarme más y compartir conversaciones en sociedad que hacía meses parecían imposibles. Gracias, o por desgracia a este hecho, he vuelto a revivir cómo es participar de una conversación donde, de sopetón, alguien cambia el idioma y deja de hablar en catalán para hacerlo en castellano. ¿Es esta, la nueva moda hípster para comunicarse? La respuesta, a grandes rasgos, es un rotundo no. Esta manía ya viene de tiempos ancestrales. El entrañable personaje de Esther en la serie de TV3 Jet Lag ya lo hacía, sobre todo cuando se enfadaba con el calzonazos de su marido, Andreu. ¿Así pues, por qué nunca pasa de moda?

Bajo la bandera del buenismo, cargado de un trasfondo lleno de imperialismo, muchos me pueden vender que eso es el bilingüismo de una sociedad como la nuestra. En Catalunya, la gran riqueza es esta. Eso es lo que muchos me defenderán pero hay unas ciertas características que demuestran todo lo contrario y me reafirman en cómo el uso de una, en esta caso la castellana, está por encima de la otra, en este caso la catalana. Me explico.

De entrada, el cambio siempre tiene una única direccionalidad. Es decir, va del catalán al castellano, nunca al revés. Me atrevería a decir que los casos excepcionales que el cambio se produce del castellano al catalán es cuando no encontramos la palabra adecuada y entonces nos acostumbra a salir una frase hecha o una palabra 100% de barretina y, en estos casos, somos tan provincianos que incluso nos excusamos inmediátamente del por qué hemos dado este salto de lengua. Por ejemplo, estamos hablando y de golpe citamos "es lo que en catalán decimos ir a pastar fang" y replicamos "o sea a la mierda".

Otra característica es que el castellano, en una conversación en catalán, se utiliza para enfatizar o expresar momentos o sensaciones más tensas, vitales o poner el acento en un aspecto concreto del contenido de nuestro discurso. Hablamos de una situación vivida anteriormente y recreamos la conversación. Entonces, también creemos que es importante explicar qué pensábamos en aquellos momentos por dentro y añadimos frases como "y me quedé flipando", y yo ok, hasta luego Mari Carmen", "y pensé, venga seguimos". No os quedéis con el contenido o el sentido, tan sólo reflexionad si estas frases las oímos demasiado a menudo". En esta recopilación también podemos incluir los anglicismos, las palabras que te hacen sentir un boomer o expresiones televisivas que ya forman parte de nuestro imaginario colectivo como "tira pa'lante, no?. Aunque creo que es importante saber distinguir este último grupo con el tema principal del artículo.

Para acabar, hay palabras en castellano que ya no forman parte del cambio de lengua sino que están dentro del mismo uso del catalán y hemos convertido el error en una pobre tradición. A los "buenos" "pues" o cantar las horas en catalán mal, ahora añadimos palabras que remarcan esta intencionalidad oral de la que hablaba en dos párrafos anteriores: "fea" por "lletja" o "vamos" por "som-hi". En definitiva, quizás el catalán es una lengua minoritaria que no se extinguirá tan fácilmente como algunos expertos (no servidora) apuntan. Pero de la extinción a hablarlo como el culo poca diferencia va. Y lo más triste de todo, es que esta manía de hablar se engancha, se transmite como un virus y los más críticos también la utilizamos.

Y con todo eso, este verano que he conocido gente de fuera todavía he tenido que escuchar el clásico caso "de una mujer de Olot" (siempre me citan territorios de la Catalunya profunda)"... se negó a responder en castellano cuando le preguntamos dónde había una parada de autobuses". Y servidora, como buena catalana integradora que nunca quiere entrar en el conflicto, siempre responde: "Ostras, sí? Qué extraño, me sabe mal, eso no acostumbra a pasar nunca".