Pensar en Portlligat es, automáticamente, pensar en Salvador Dalí. Pero mientras la barraca que el pintor y su mujer Gala convirtieron en su residencia cuando volvían de los Estados Unidos se convertía en un espacio mítico, foco de atracción de amigos, admiradores y periodistas, en escasos metros la poeta Rosa Leveroni construía su cámara propia.

Rosa Leveroni en su barraca|chabola de Portlligat

Rosa Leveroni en la puerta de su barraca de Portligat

La soledad de Cadaqués

Rosa Leveroni había empezado a frecuentar Cadaqués en torno a 1926, cuando su familia alquila un piso para pasar el verano, en unas vacaciones que al principio se combinan con estancias en Sant Andreu de Llavaneres. Aquellos primeros años coinciden con otras familias que veranean en la población alto-ampurdanesa, como los Dalí, los Rahola o los Pichot. Rosa se avino tanto con la colonia estival, como con la gente sencilla y consta un encuentro con Lídia Nogués, la célebre pescadera y hostalera cadaquesense que se enamoró de su huésped, Eugeni d'Ors, hasta creerse inspiración para la Ben Plantada. En aquellos años, la hasta entonces aislada Cadaqués recibe las visitas de Santiago Rusiñol, Pablo Picasso, Federico García Lorca o Josep Pla.

"Ya estoy en aquel pueblo demasiado bello para estar solo, coloreado ahora por una esperanza –ya sé, sin embargo, cómo es absurda– más por eso no deja de serlo: Te espero", escribe Leveroni en su dietario correspondiente a agosto de 1933. La poeta y estudiante de la Escuela de Bibliotecarias, de veintitrés años, acaba de iniciar una relación clandestina con su profesor, el prestigioso historiador Ferran Soldevila, trece años más mayor|gran que ella y casado. Las estancias estivales, por lo tanto, se convierten momentos de separación –Soldevila pasa las vacaciones en Santa Fe del Montseny con su mujer Yvonne y sus hijos– que preludian los senderos de una larga relación marcada por la guerra, el exilio y la posguerra.

Rosa Leveroni en su barca No se cabe

Leveroni en su barca No s'hi cap.

Una casits inspiradora

Es precisamente pocos años después de la guerra, cuando los padres de Leveroni viendo que su hija soltera no se casaría destinan lo que le correspondería como dote matrimonial a comprarle una barraca de pescadores en Portlligat. "No es ni el lado amable ni el vulgar de la Costa Brava. Parece su esqueleto. ¡Y un esqueleto es muy bonito"! aseguraba la poeta a Lluís Busquets Grabulosa en una entrevista en el Correo Catalan.

A pesar de afirmar que la casita era tan pequeña que no tenía espacio para escribir, encontrará la inspiración para, entre otros, la Petita "suite" de Portlligat. La misma Leveroni confesaba en una entrevista publicada al diario Hoy el año 1981, que aquel era uno de los paisajes que más lo habían inspirado, "desde el primer momento, fue como un coup de feu, que dicen los franceses, una especie de enamoramiento. Eso es imposible que no rezume en mis versos".

Rosa Leveroni en su barraca|chabola de Portlligat

Rosa Leveroni (a la izquierda) en Portlligat con su madre (a la derecha de la fotografía), otros familiares y un costurero de redes.

Visitantes ilustres

A pesar de ser vecina del expansivo Dalí, la escritora no se privaba de asegurar que esenciamente era amiga de los pescadores, y que siempre tenía "la casa abierta". En una postal de 1950 dirige a los poetas Carles Riba y Clementina Arderiu, Leveroni les escribe: "Queridos amigos: He encontrado una vista aceptable de la barraca; es la que tiene la ventana marcada en tinta. ¡Ya ven si es cerca del agua! Hace un tiempo magnífico, por ahora, y me dedico con intensidad en la pesca y en el remo. Ni electricidad, ni radio, ni diarios; el paraíso reencontrado... La barraca va adquiriendo un confort elemental y pronto estará punto para recibir visitantes de categoría...".

Precisamente Rosa Leveroni –a quien algunos habían atribuido una relación romántica con el autor de Las elegías de Bierville– fue una de las impulsoras del regalo de la casa de pescadores de la calle de la Amargura de Cadaqués al poeta cuando éste hizo 60 años. Además de los Riba, Foix, que como vimos en el primer artículo de esta serie pasaba los veranos en Port de la Selva, o Gabriel Ferrater también fueron invitados a visitar la barraca de Portlligat por su ama, que tenía una barca llamada No s'hi cap.

El reposo en el cementerio de Portlligat

Después de muchos veranos los gastos médicos ocasionados por la hemiplejia que la poeta sufrió el año 1978 obligaron en Leveroni a vender a su querida barraca a su vecino a Salvador Dalí, manteniendo hasta su muerte, el año 1985, el derecho a pasar los meses de septiembre. Hoy, aquel espacio mítico de la poesía catalana forma parte de los espacios dalinianos, aunque una pequeña placa recuerda la estancia de la poeta. Leveroni, que murió en Cadaqués el 4 de agosto de 1985 descansa bien cerca de aquel refugio suyo, en el nicho 1037 del cementerio de Portlligat:

Cementerio pequeño

Cementiri petit
damunt l'aigua serena,
últim port encimat
damunt la pau eterna.
Vaixell tot blanc de calç,
frescos xiprers per vela;
sempre guaitant el far
de la ruta feresta.
Tots els teus mariners
filen somnis perennes
a l'entorn de l'encís
de la darrera Terra...
Els teus braços oberts
em fan dolça l'espera
per contemplar els estels
sota de ta coberta.

Petita "suite" de Portlligat (fragmento)