El experto en cine Román Gubern en los años noventa, fue director del Instituto Cervantes de Roma. En aquellas fechas el director de la Filmoteca Vaticana, al jesuita catalán Enrique Planas, lo reclutó para una comisión vaticana sobre el cine, para preparar la conmemoración, en 1995, el centenario del cine. Durante algún tiempo, se reunió con cardenales y miembros de la Curia para discutir el papel del cine en la Iglesia. Gubern, tantos años después, se consideraba liberado del deber de confidencialidad que podría tener con la Iglesia y publica, animado por el editor Jorge Herralde, Un ciénfilo en el Vaticano (Cuadernos Anagrama). Este es uno de los más personales de sus 40 libros (entre los cuales algunos manuales de referencia sobre historia del cine). Ahora bien, advierte que ha querido hacer un libreto que no ofendiera la institución vaticana, porque habría sido "descortés" con los que lo habían contratado (afirma que siente la contradicción entre el agradecimiento por haber sido reclutado y la necesidad de criticar algunos aspectos de la institución).

Un mundo fantástico

Durante algunos años, de vez en cuando, Gubern se sumergía en un "mundo fantástico" donde se trataba de tú a tú con los cardenales y donde paseaba entre obras de arte renacentista.. Reconoce que cuando fue designado para el cargo, para él el Vaticano era un mundo "ignoto, enigmático, distante, misterioso" (se llega a comparar con el personaje de la novela Un yanqui en la corte del rey Arturo, de Mark Twain. Explica un mundo con costumbres arcaicas, y destaca, sobre todo, la ausencia de mujeres y, sobre todo, marcada por un fuerte machismo, en el que las monjas se limitan a los servicios. Aunque habían anunciado a Gubern que sería recibido por el papa Juan Pablo II, en compañía de los miembros de la comisión, al fin no les dieron nunca audiencia, todo y que el Papa sí que se reunió con Arnold Schwarzeneger cuando el actor californiano pasó por Roma. Un mundo donde no faltaban las referencias a intervenciones divinas, incluso en los aspectos más materiales. En una ocasión, preguntó a un miembro de la Curia por la muerte del papa Juan Pablo. La respuesta fue paradójica: argumentaron que el cónclave había escogido a un hombre muy piadoso, pero poco resolutivo, que se desmoronó cuando conoció las interioridades de las finanzas vaticanas. Según un alto responsable vaticano, con la repentina muerte del papa Albino Luciani, el Espíritu Santo habría enmendado el error de los cardenales en su elección

Un campo de minas

La posición de Gubern en este contexto no era fácil. En la comisión era el único experto de verdad en cine, y un laico aislado entre clérigos. Ironiza afirmando que era "el laico oficioso" de la institución y que llegó a ser "sospechoso" porque no supo mantener las estrictas normas de discreción que imperan en la Iglesia (reveló a una periodista que la Uglesia estaba buscando a un santo patrón para los cineastas, lo que provocó sonoras burlas a medios de comunicación de diferentes partes del mundo). Para sobrevivir a la institución hubo de recurrir a los amplios conocimientos religiosos adquiridos durante los ocho años de bachillerato en las escuelas de los jesuitas. A pesar de todo, no faltaron los "desencuentros". Ahora, tantos años después, recuerda un mundo con unas normas muy estrictas, con necesidad de pedir permisos para todo... Un lugar donde hay "archivos discretos, secretos o clandestinos" y donde ni siquiera es sencillo saber qué contiene la Filmoteca. En realidad, Gubern ni siquiera pudo consultar los fondos de la Filmoteca Vaticana, aunque estaba interesado en las películas de propaganda antirreligiosa de la Unión Soviética en tiempo del leninismo. Ni siquiera pudo entrar en la excelente sala de proyecciones del Vaticano, con 50 plazas, donde se pasan películas para el Papa y para los miembros de la Curia Vaticana. Gubern participó en la elaboración de una lista de películas recomendadas para los cristianos. Fue un fracaso; con perspectiva reconoce que no era adecuada por lo que quería la comisión, aunque en aquel momento la elección le pareció "coherente". En la lista definitiva (que Gubern elogia y considera lo bastante abierta) sólo entró una de las películas recomendadas por él: La strada, de Fellini, un realizador que había sido estigmatizado anteriormente por el Vaticano.

La batalla del Vaticano

Aunque Gubern ha evitado hacer una crítica pública de la Iglesia católica, ha afirmado que "Hay una lucha entre las dos Romas, la de Ratzinguer, y la del papa argentino, que representa el enfrentamiento entre la modernidad tercermundista y la reacción dogmática europea." Desde su conocimiento del Vaticano ha asegurado que se trata de una "lucha sorda de bandas", por lo que, "costará mucho resolver el tema". El profesor de cinema ,en consecuencia, se manifiesta claramente pesimista sobre la posible reforma del Vaticano. E insiste, sobre todo, en los escándalos de abusos sexuales a menores: "Si en la época se hubiera conocido el tema de la pederastia, probablemente hubiera rechazado el cargo en el Vaticano", ha explicado Gubern.