Empezó a hacer teatro casi por accidente, huyendo de un futuro escrito por su padre haciéndose cargo de la cadena de tiendas de coches familiar. Las clases de interpretación lo llevaron hasta Another World, uno de estos culebrones televisivos eternos de la tele yanqui, y todavía pasarían cinco años más donde, según explicaba en algunas entrevistas, "no pasó nada de nada", hasta que Jonathan Demme le dio un papel bombón a Algo salvaje (1986). No había conseguido participar en el casting, pero Melanie Griffith lo recomendó. Lo conocía bien porque era íntimo amigo de Steven Bauer, entonces marido de la protagonista del filme. Su potente irrupción, más un nombramiento en el Globo de Oro, pusieron la industria bajo la pista de este intérprete nacido en Newark, Nueva Jersey, el año 1954.
La mirada perturbadora, y a veces perturbada, de Ray Liotta marcó parte de la carrera de un actor reconvertido en icono a partir de Uno de los nuestros (1990). Con más de un centenar de créditos a su currículum entre películas y series de televisión (su aparición como invitado a Urgencias le dio un Emmy), el actor no dejó de trabajar, pero nunca consiguió mantener un nivel de proyectos tan relevante como el de sus inicios, a pesar de títulos como|cómo Paro clínico (1991), Corina, Corina (1994), Turbulencia (1996), Blow (2001), Narc (2002), Identidad (2003), Ases calientes (2006) o Mátalos suavemente (2012). "Cuando te encasillan como alguien que asfixia a la gente es complicado. Las pelis donde hice personajes más suaves no funcionaron de la misma manera. Y la realidad es que he hecho más de 80 filmes y sólo interpreté a un gángster dos veces", confesaba en una entrevista reciente. El otro fue hace muy poco, a Santos criminales (2021), el filme precuela de Los Soprano.
Visto recientemente a series como Shades of Blue (al lado de Jennifer Lopez) o Hanna, el actor se encontraba en pleno rodaje del filme Dangerous Waters en Santo Domingo, donde murió mientras dormía en su habitación de hotel. Recordamos la figura de Ray Liotta con sus seis interpretaciones más recordadas.
Uno de los últimos trabajos de Liotta fue este fabuloso drama que Noah Baumbach firmó para Netflix, y que retrataba la dolorosa ruptura de una pareja aparentemente sólida, interpretada por Scarlett Johansson y Adam Driver.
Liotta dejaba su poderosa huella en la piel del abogado del personaje de Driver, compitiendo en falta de escrúpulos con Laura Dern, en un duelo a muerte de letrados que no acaban de entender que no todos los matrimonios fracasados se odian.
Probablemente la escena más impactante de la carrera de Ray Liotta llegó en esta secuela de El silencio de los corderos. Él era el superior del agente Clarice Starling (Julianne Moore, sustituyendo a Jodie Foster), y, en un momento de la película, los dos se sentaban en la mesa del doctor Lecter (Anthony Hopkins, que cobró una millonada para volver).
Drogados sin darse cuenta, inmovilizados, ignoraban cuál era el plato principal de la cena: como olvidar el momento en que Hannibal levanta la tapa del cerebro del personaje de Liotta para comérselo a cucharaditas, acompañado, como no, de una copa de un buen chianti. Puro delirio.
En un reparto de lujo que incluía Robert De Niro, Harvey Keitel y un Sylvester Stallone que no desentonaba como sheriff en una ciudad de policías deshonestos, la mirada en busca de redención de Ray Liotta brillaba, demostrando que estaba a la altura de los mejores.
El filme, dirigido por James Mangold, es un magnífico y atmosférico thriller con aires de western sobre la corrupción policial.
Otra peli icónica, que la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos seleccionó para su conservación en el Registro Nacional de Cine por su significación cultural e histórica.
En este emotivo drama familiar, Liotta interpretaba al fantasma de Shoeless Joe Jackson, un beisbolista que se le aparece en sueños a un granjero de Iowa, Kevin Costner, pidiéndole que construya un campo de béisbol en medio de sus tierras. Me parecía que era el papel más rotundamente idiota que había leído. Y fíjate en qué se convirtió", decía el actor.
Esta comedia deliciosa y negrísima de Jonathan Demme reveló al actor, que llegaba procedente de un culebrón televisivo.
Liotta era el ex novio psicópata de Melanie Griffith, obsesionado con hacerle la vida imposible a Jeff Daniels, en una especie de ingeniosa, violenta y sexi modernización del clásico de Howard Hawks La fiera de mi niña!
Un coche se aparta de la carretera cuando los tres ocupantes oyen un ruido extraño. Abren el maletero y se dan cuenta de que el cadáver que llevaban todavía respira. Uno, el más bajito, con el peluquín de Joe Pesci, le clava media docena de cuchilladas. Otro, con cara de Robert De Niro, le dispara cuatro tiros. El tercero cierra el maletero y piensa: "Desde que tengo uso de razón, siempre he querido ser un gángster".
Era Ray Liotta en la primera escena de Uno de los nuestros, y su personaje, el desquiciado Henry Hill, y su caída en los infiernos, era el gran protagonista de la obra maestra de Martin Scorsese, una de las pelis que han marcado el cine norteamericano de los últimos 50 años.