La temporada del Festival Grec 2025 durará casi seis semanas y se inaugura esta noche. Las puertas del templo están abiertas, y la gente hace cola a fuera. Algún turista pasa por delante despistado. Dentro del recinto, encantador, por abierto, parece que nadie tiene prisa: la concurrencia ha llegado un poco tarde, muchos son actores, actrices, el mundo de la farándula. Dos hombres a la cincuentena bromean sobre periodistas culturales barceloneses; muchos otros tienen pinta de ser actores, pero no solo, es imposible: hace días que se han agotado las entradas, y no hay bastantes actores para llenar tantas sillas. Al final constato que los políticos del país también han acudido a la cita: el presidente Salvador Illa, Jordi Turull, el alcalde Jaume Collboni. El Grec es un escaparate, como siempre ha sido un poco el teatro.
Los Bourgeois no es la primera vez que pasan por el Grec: lo hicieron en el 2018 con Minuit, y en el 2023 volvieron con una pieza de mayor bastante emotiva, Celui qui tombe
Bailarines que giran
La apertura del Festival Grec empieza con el espectáculo Le petit cirque, una interpretación del álbum conceptual Saisons de la cantautora francesa Claire Pommet, Pomme. El álbum Saisons da el protagonismo sobre todo a la música instrumental y gira en torno a la idea de los ciclos, los inicios y los finales –la historia de la música desde las Cuatro estaciones de Vivaldi, La primavera de Txaikovski. Y es a partir de aquí que la cantante ha imaginado Le petit cirque, en seis manos con el matrimonio de bailarines Bourgeois –tienen que ser un matrimonio a la fuerza, pero ningún dosier de prensa lo especifica; podrían ser hermanos, pero me cuesta imaginármelo: tanto es. Los Bourgeois no es la primera vez que pasan por el Griego: ya lo hizo en el 2018 con el espectáculo Minuit, y en el 2023 volvieron con otra pieza de mayor bastante emotiva, Celui qui tombe –si buscáis el vídeo veréis un hombre y una mujer que se reúnen y se separan encima de una superficie que se mueve y deforma sus gestos, en una metáfora soberbia de las relaciones de pareja.
Empieza Le petit cirque, diecisiete minutos tarde. La primera estación es la primavera, la más bonita desde que el mundo es mundo. Una bailarina se cae de una cuerda y poliniza todo el entorno, se contorsiona arriba y abajo de la tela de donde cuelga, ahora derecha y ahora boca abajo. La cantante y compositora está vestida de blanco y con un sombrero también encima de un escenario redondo, acompañada a escena de un cuarteto de cuerda. Bajo ella y de los músicos gira una superficie circular, y los bailarines se mueven. En total son ocho bailarines, pero representan todas las estaciones de una sola vida en transformación centrífuga –el círculo de hierro se mueve, como la tierra, y las luces caen bajo el peso de la gravedad. Quien gira encima de la rueda del escenario son, entre seis personas más, el artista circense Yoann Bourgeois y la bailarina Marie Bourgeois. Pomme tiene una voz aguda y quebradiza, encantadora de la manera que suelen serlo este tipos de voces, que activan la nostalgia instantánea. Una compañera me comenta, "¿a caso no te recuerda a Carla Bruni?". Es probable.
Las criaturas ven formas y sonidos agradables que se mueven, pero los adultos vemos la fatalidad del paso del tiempo, la fragilidad del amor y de la vida que ya sabemos que pasa y que solo hay una
La nostalgia de las estaciones
Le petit cirque es una pieza de danza, circo y teatro plástica y poeta concebida por un público amplio, desde los niños de ocho años hasta los que de alguna manera todavía son "niños por dentro": Antes de venir he leído que el espectáculo imagina un mundo dónde humanos y naturaleza pueden coexistir, que tiene un mensaje ecologista y diferentes capas o niveles de sentido. El mensaje ecologista cuesta captarlo, pero sí que todo ello tiene un tono de canción cuna emotiva, con nuevos instrumentos y objetos que aparecen a medida que avanzan las estaciones, y el tiempo. Si se entiende el francés, las letras de Pomme marcan la primavera y el verano –"aquí fue cuando amamos por primera vez"–, y también el otoño y el invierno, lúgubre como no puede ser de otra manera –"no te preocupes, no tengo alternativa". Los niños pueden ver formas y sonidos agradables que se mueven, pero los adultos vemos la fatalidad del paso del tiempo, la fragilidad del amor y de la vida que ya sabemos que pasa y que solo hay una. Por lo tanto, sí, Le petit cirque tiene capas diversas de sentido.
Una hora más tarde, se ha hecho oscuro a escena. Ha durado poco, tal como ya sabíamos. Tres minutos de aplausos, fuertes, eso sí, pero casi nadie se ha alzado con entusiasmo. Insuficiente. Era bonito, emotivo, adecuado por la duración breve; sin embargo, faltaba algo. No podía librarme de la sensación que se han limitado a transformar un disco de música indie en un espectáculo de música clásica: esta es la impresión que da la cuerda, tan solemne, y los movimientos sinuosos de los bailarines en rotación. El riesgo de la poética es que no se concrete en nada, que la percepción y los sentidos se dispersen sin motivo ulterior. En el texto promocional de Le petite cirque se hablaba de El Pequeño Príncipe, y ahora veo que quizás la analogía es acertada, que los mismos creadores se inspiraron de verdad en el cuento canónico infantil escrito por el piloto Saint-Exupéry.
Las 90 propuestas del Griego
El Festival Griego de este año consta de 90 propuestas eclécticas de teatro, danza y música tanto nacionales como internacionales. En el ámbito catalán, uno de los platos fuertes es La Tempestat de Shakespeare dirigida por Oriol Broggi, que se representará hasta el 26 de julio. Hay otras propuestas chillonas, entre las cuales el thriller rural Los monstruos y los miedos, del aclamado director Josep Maria Miró, o la obra Tú me prometiste una historia de amor de Helena Torneo en la Sala Beckett. La lista de espectáculos es casi inalcanzable y se alargará: la noche del 22 de julio, una docena de artistas catalanes se reunirán en el Teatro Griego para celebrar los 55 años del disco de Pau Riba Dioptria, un pilar del rock catalán. Habrá obras y espectáculos diversos repartidos por toda la ciudad, desde el templo del Teatro Griego hasta el Heartbreak Hotel o el Liceo, que presentará OH!(PERA), ópera de pequeño formato. Con respecto al menú internacional, la oferta tampoco se queda corta. Faustus in Africa del sudafricano William Kentridge, una adaptación de Las horas del director Ivo van Hove, U.(un canto) del italiano Alessandro Sciarroni y A plot/A Scandal de la artista multidisciplinar berlinesa Ligia Lewis, para decir solo algunos. Si os gusta el teatro y la danza, corréis que las entradas se acaban.