Pedro Olalla (Oviedo, 1966) es helenista y desde 1994 reside en Grecia. Ha traducido obras de autores griegos como Nikos Kazantzakis, y también es autor de obras como Atlas mitológico de Grecia, Historia menor de Grecia o De senectude política. Olalla pasó por el Palau Macaya de la Obra Social La Caixa para impartir la conferencia Sentido y valor de las humanidades a lo largo de la historia en el ciclo Sentido y Valor de las humanidades en el siglo XXI, con la coordinación académica de la Asociación Catalana de Universidades (ACUP).

Usted es un helenista atípico que reside en Grecia…

Soy atípico también por otras cosas… La mayor parte de la gente que se dedica al estudio de la cultura griega y de la Grecia antigua lo hace desde la distancia, un poco in absentia. Yo siempre he querido hacer un helenismo in situ, en contacto con la lengua, con la gente, con las fuentes… En Grecia he intentado ser parte de su presente y también influir sobre su futuro. He intentado integrarme, y quizá esto me hace singular.

Ha venido al Palau Macaya para reivindicar el valor de las humanidades. ¿Es realmente necesario reivindicarlas?

Es necesario reivindicarlas siempre, desgraciadamente. Es la tediosa defensa de lo obvio. Pero es tan necesario defender lo obvio como lo complejo o lo peligroso. La cultura y la civilización son entidades muy frágiles. Se deben defender en el día a día, porque no son cosas que permanezcan. Y lo estamos viendo hoy en día… Vemos como en el corazón de Europa, que parecía el bastión de la humanidad, la cultura y la civilización siguen perdiendo terreno… Los valores, los derechos y todo lo que constituye el objeto de cultivo del humanismo, siguen siendo conquistas amenazadas y precarias… Yo concibo el humanismo como una actitud de resistencia, frente a la hostilidad del hombre…

Los recortes en humanidades no responden a una estrategia para ahorrar recursos, sino para minar la disidencia

¿Qué problemas deben enfrentar hoy en días las Humanidades?

Creo que hay una actitud de desprecio hacia ellas… Una especie de descalificación. Se las considera saberes inútiles o suntuarios, lo que es una forma de descalificarlas. Creo que cuando nuestra sociedad y la política que la rige quieren arrumbar las humanidades, no es en realidad porque no tengan un valor, sino porque el valor que realmente tienen no les interesa, porque siempre serán críticas con el poder establecido y con los intereses dominantes. Esto explica que, históricamente, lo primero que se apresta a cercenar cualquier régimen totalitario es la libertad de pensamiento y la libertad de expresión. Yo tengo claro que los recortes en humanidades y la desafección hacia las humanidades no responden a una estrategia para ahorrar recursos, sino para minar la disidencia.

La infravaloración de las humanidades es un problema extensible a todo nuestro mundo globalizado

pedro Olalla al Palau Macaya. Foto ACUP

Pedro Olalla al Palau Macaya. Foto: ACUP.

¿Esto es un problema específicamente español o extensible a otros países?

No es español. No es una realidad endémica, más bien epidémica: es extensible a todo nuestro mundo globalizado. Pero en los lugares como España, Grecia o el primer mundo en general, donde tenemos todavía el privilegio de poder expresarnos sin ser fuertemente reprimidos y de tener cubiertas, por lo general, las necesidades básicas, tenemos el deber moral, frente al resto de la humanidad, de velar por estos valores y hacer que no sucumban. Si no lo hacemos nosotros, ¿qué podemos esperar que hagan las poblaciones que viven en la represión, como en el lado sur del Mediterráneo? Es un problema epidémico, pero nosotros podemos abordarlo desde una posición privilegiada, y por eso intervenir se convierte en un deber moral.

¿Qué opina del papel de las humanidades en la educación?

La situación de las humanidades ha sido deficitaria… Y además estamos asistiendo a un retroceso progresivo de la presencia de las humanidades en los planes de estudios, especialmente en la enseñanza media, que es una fase especialmente formativa de la persona. Y aquí nos encontramos con una actitud de resistencia de parte del profesorado, que ha hecho de esto una cruzada. Esto es muy loable, pero hay una banalización del valor de las humanidades en la sociedad en su conjunto… Y no sólo me refiero al estudio de las lenguas clásicas, sino también a todas las disciplinas que tienen como objeto de estudio el hombre en el mundo: la política, la psicología, la filosofía, la lengua, la comunicación, la literatura, las artes, la medicina… No deberíamos ver las humanidades en un sentido restrictivo. Nuestra civilización ha avanzado respecto al dogma gracias a las humanidades y a los saberes que pretenden explicar al hombre en el mundo.

Las humanidades son necesarias para el ejercicio de la ética. Y sin ética no podemos esperar que haya justicia, que hay libertad, que haya solidaridad...

¿Qué es lo que valora el sistema educativo hoy en día?

Hoy parece que en el nuevo sistema se priman determinados saberes de carácter meramente instrumental sobre otros de carácter más marcadamente formativo, y esto lo debemos combatir, sobre todo en la enseñanza media. Las humanidades son necesarias para cultivar la conciencia, para que la conciencia siga viva. Son necesarias para el ejercicio de la ética. Y sin ética no hay verdadero progreso; y no podemos esperar que haya justicia, que haya libertad, que haya solidaridad... Todo esto sólo será posible con las humanidades.

¿Qué piensa que en España el ejército tenga encargada la difusión de algunos valores humanísticos en la escuela?

Creo que la formación del espíritu político y ciudadano es algo que, como dice Sócrates lo aprendemos como animales, pastando libremente en el contexto de nuestra sociedad. Lo aprendemos con el contacto con todos los actores de la sociedad, al igual que aprendemos a hablar. Cuando esta labor se intenta hacer desde arriba o desde el ideario de un gobierno cualquiera, ya no se llama formación política, sino adoctrinamiento. Y de eso tenemos muchos ejemplos, incluso en la historia de nuestro país. Por eso es importante que la sociedad asuma su función de formadora política y no la delegue en manos del sistema.

La misma academia, ¿valora suficientemente a las humanidades?

Tradicionalmente algunas carreras de humanidades, como Filosofía y Letras o Derecho, tenían prestigio, pero el desarrollo de la vida moderna y de ciertas especialidades aplicadas con un rendimiento más inmediato en el mundo del trabajo las han ido relegando a una condición de saberes suntuarios, y esto es un gran error. Es especialmente negativo cuando esto se hace en etapas formativas, cuando se deben formar capacidades y actitudes. No se pueden sustituir las humanidades por saberes meramente instrumentales.

No se trata de venerar el jardín de los clásicos, sino de seguir buscando lo mismo que ellos buscaron

¿La Grecia clásica podría ser, todavía, un modelo para nuestra sociedad?

La Grecia clásica nos ha dado los fundamentos y las actitudes que han cimentado nuestra civilización, y en este sentido, en el momento en que estamos, sería bueno recuperar los conceptos tal y como los desarrollaron los griegos: el concepto de política, como arte de gobernar la polis, el proyecto común; el concepto de economía, como el arte de gobernar la casa, la casa común; el concepto de democracia, como sistema que aspira a la máxima identificación entre los gobernantes y los gobernados y a la compensación de las desigualdades económicas y de clase a través de la igualdad política… Estos son conceptos que en nuestra época han perdido su valor esencial y en el proceso de volver a cargarlos de valor, de resemantizarlos, de volver a darles sentido para no seguir guiados por falacias, revisitar las fuentes de la cultura griega, donde estos conceptos se formularon y se pusieron en práctica por primera vez en la historia de la humanidad, sigue teniendo un valor importante. No se trata de venerar el jardín de los clásicos, de tratar de trasladar sus hallazgos de manera inmutable a nuestra realidad presente, pero sí de seguir buscando lo mismo que ellos buscaron y de saber en qué medida sus descubrimientos y sus actitudes pueden seguir resultándonos útiles en esta búsqueda de hoy.

La democracia actual es un sistema más heredero del republicanismo romano que de la democracia ateniense.

En su libro Grecia en el aire contrastaba la democracia griega con la nuestra. ¿En qué ganaba la griega?

La democracia sería un ejemplo palmario de cómo se ha descargado de sentido aquel proyecto… Como dije anteriormente la democracia aspira a la identidad máxima entre los gobernantes y los gobernados, es un sistema que aspira a corregir las desigualdades económicas y sociales con la igualdad política, un sistema que aspira a la realización del ser humano como animal político y un sistema que define al ciudadano como aquel que tiene la capacidad de gobernar y de juzgar. Todas estas definiciones, todos estos rasgos, si los comparamos con lo que tenemos hoy, siguen resultando revolucionarios… Hoy la democracia, desgraciadamente, no es más que un sistema heredero en gran medida del republicanismo romano, mucho más que de la democracia ateniense. Amparado en el prestigio de la antigua democracia y utilizando mecanismos de voto y de elección, intenta (y consigue) legitimar sobre una base de votantes los intereses de una oligarquía encubierta.

¿Cree pues, que debemos intentar recuperar el espíritu de la democracia griega?

Si queremos tener realmente una democracia, no encontraremos mejor guía que la que nos ofrecen los testimonios de lo que fue aquel proyecto en la Grecia antigua… Nunca la opinión de un hombre común tuvo tanto peso político como lo tuvo en aquellos días…

La historia de Occidente ha traicionado reiteradamente los valores fundacionales de su tradición griega humanista

Para muchos europeos, Grecia es una sociedad modélica. Desde otras partes del mundo, no obstante, se ve a Grecia como la raíz de los problemas de muchas sociedades…

Yo no lo veo así… Yo veo mucho más que los problemas del mundo moderno tienen su semilla en la tradición anglosajona, que es en estos momentos la que ha generado los mecanismos de la globalización. Los criterios que han regido y rigen este modelo supremacista, colonial imperialista y deshumanizado no son en absoluto los criterios ni los valores que uno puede encontrar en la tradición humanista griega. Así como la historia de la Iglesia traiciona los valores fundacionales del cristianismo, la historia de Occidente ha traicionado reiteradamente los valores fundacionales de su tradición griega humanista.

¿Este mundo puede cambiar?

No sólo creo que puede cambiar: creo que tiene que cambiar, porque el modelo de mundo en el que vivimos no podrá mantenerse durante mucho tiempo. Por mucho que ahora nos parezca que las cosas son así porque es lo normal y no puede ser de otra manera, ojalá llegue el día en que mirando hacia atrás alguien se pregunte “¿Cómo pudo existir un mundo en el que 8 potentados reunían más fortuna que la mitad de la humanidad junta? ¿En el que una decena de compañías multinacionales movían más recursos que la mitad de los países de la Tierra juntos? ¿En el que la mitad de la humanidad vivía con menos de dos dólares al día y en el que los que más ganaban, ganaban 10.000 veces más que los que menos ganaban?”. Esto que nos parece normal no lo es… No sólo no es normal, sino que no es sostenible y ojalá seamos capaces de generar a tiempo la conciencia suficiente para revertir este proceso y para llegar a un día en el que lo podamos ver como un horror del pasado afortunadamente superado. Para eso son necesarias las humanidades.