La historia detrás del asesinato del director de cine Rob Reiner y su mujer en Los Ángeles se compone de mucho sufrimiento e ingredientes que permiten decir que la tragedia estaba anunciada. Su hijo Nick ha sido detenido como presunto autor de la muerte de sus padres, a quienes habría degollado. Reiner, de 32 años, culmina así un historial de problemas que han marcado la relación tenebrosa que ha tenido con sus progenitores que vivían en una mansión de Hollywood, mientras él en la adolescencia había estado luchando contra la adicción a las drogas y pasaba temporadas viviendo en la calle. 

Según Los Angeles Times, el joven no había tenido una adolescencia fácil y pronto encontró una salida en las drogas. Su vida hasta ahora ha sido una colección de ingresos en centros de rehabilitación que no lo han acabado de ayudar nunca del todo. Las entradas y salidas han sido constantes para permanecer en centros donde se le intentó alejar de la heroína. La prensa local dice que en 2015 consiguió quedar “limpio” y aquella recuperación la aprovechó para acometer un proyecto cinematográfico junto a su padre: rodaron Being Charlie, un film semiautobiográfico, que dirigió Rob Reiner y coescribió Nick. El argumento de la película se aproximaba a la experiencia vital de los dos coautores: un actor de éxito con ambiciones políticas y un hijo adicto a las drogas.

En algunas entrevistas, Nick confesó que su situación había sido una consecuencia de no crear un gran vínculo con su padre cuando era pequeño. Cuando en 2015 presentó Being Charlie en el Festival de Toronto, el hijo de Reiner explicó que había decidido dejar la heroína por una razón: “Vengo de una buena familia. No se supone que tenga que estar por las calles y en refugios para personas sin hogar haciendo todas estas cosas”. 

Unos padres arrepentidos

En ocasión de la presentación de la película, Rob Reiner también habló de la situación vivida y lamentó haber hecho más caso a los consejos de sus asesores que a escuchar más a su hijo. “Cuando Nick nos decía que no le funcionaba, no le escuchábamos, estábamos desesperados, y como la gente tenía diplomas en la pared, les escuchábamos cuando deberíamos haber escuchado a nuestro hijo”. Su mujer también hizo declaraciones en el mismo sentido: “Nos influyó mucho esta gente. Nos decían que era un mentiroso, que intentaba manipularnos. Y nosotros les creímos”. Nick no consiguió que ninguno de los centros que sus padres le recomendaron le sirviera para acabar con la adicción y se vio obligado a dormir de nuevo en la calle. El rodaje de la película enfrentó a la familia a encararse con los recuerdos más duros de un proceso que, si se confirman las sospechas, habría culminado con uno de los hechos más trágicos posibles: un parricidio.