Con una ola de calor que no ha pasado desapercibida, el Teatre Grec se llenó de abanicos en esta oda a la canción narrativa en catalán. El teatro, construido en 1929 utilizando como inspiración al Teatro de Epidauro, da un toque majestuoso a quien tiene el placer de actuar ahí. Si, encima, haces sold-out y el público no para de moverse y cantar, ya tienes la noche redonda. Con el nuevo LP Gràcies per venir (The Indian Runners / Ceràmiques Guzmán) en la esquina, La Ludwig Band no se quedó corta de hits, tanto antiguos como nuevos. Con El meu amor se n’ha anat de vacances empezó el concierto y en pleno mes de julio no hubo persona que no lo cantara a corazón que quieres, una buena elección para dar el pistoletazo de salida.

No os penséis que no estuvieron los temazos de siempre; 30 monedesMartaEl fill del rei o Les Calderes d’en Pere Buteru versionada estuvieron presentes. El carisma y gracia de Quim Carandell fue guiando la velada, con aportaciones e interacciones con el público; desde el momento que se sentó en la silla de un espectador de primera fila, hasta que gran parte de la banda decidió subir y dar vueltas por el teatro, cantando cara a cara con todos los que éramos, creando una sensación de proximidad y fiesta total.

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Tirando piropos al público por como de bien cantábamos —"muy bien chicos, lo habéis hecho de puta madre"— y a la vez con un toque político que no ha faltado, el grupo formado por Carandell (voz, compositor y guitarra acústica), Gabriel Bosch (guitarra), Roger Cassola (batería), Pau Esteve (teclados), Andreu Galofré (bajo) y Lluc Valverde (saxófono y clarinete), y acompañados de Neus Abella (trompeta) y Eneko Urrestarazu (trombón), llenaron el gran escenario con la naturalidad de quien actuaba en casa. El grupo se autodenomina el segundo mejor grupo de Espolla (Alto Empordà) y, para definir su estilo musical peculiar dicen que hacen cancioncillas que suenan a pop-rock festivo, folk pedante, canciones de pastorcillos y escuchan heptasílabos que hablan de la vida con rimas asonantes. No sé muy bien si los definiría así o de otra manera, pero si es así como quieren ser descritos, no seré yo quien les diga lo contrario. La Ludwig Band (Beethoven) va a otro ritmo, a otra esfera.

Es este tipo de música que no acabamos de saber delimitar, pero que nos recuerda a cantautores o grupos catalanes del siglo pasado que hace reunir a un público intergeneracional

Los looks y vestuarios de los integrantes tanto podrían ser de los años 70 como de una cabezilla de esplai del 2023, y es este punto medio casero, medio estrafalario, que hace que el público viva por ellos. Y, al mismo tiempo, es este tipo de música que no acabamos de saber delimitar, pero que nos recuerda a cantautores o grupos catalanes del siglo pasado que hace reunir a un público intergeneracional. El toque íntimo se dio en el bis con El racó del romaní, donde el público abrió las linternas, y con las dos últimas canciones —S’ha mort l’home més vell d’Espolla (Premio Cerverí a mejor letra en catalán) y con la Cançó núm. 8 "Te’n recordes"— se acabaron marchando del escenario a ritmo de un repetido “te’n recordes” del público, y es tal cual que nos acordaremos del debut de La Ludwig Band aquel martes de julio en el Teatre Grec.