La serie danesa El caso Hartung, una de las revelaciones en la parrilla de Netflix, no inventa nada, pero engancha mucho gracias a sus giros de guion y sus atmósferas perturbadoras.

Pecados capitales

A partir de 1995, a raíz del éxito del Seven de David Fincher, las pantallas y los videoclubs se nos llenaron de películas que imitaban su estilo de thriller perturbador, humedeciendo y siniestro. Cuidado, que no es nada peyorativo: todos estos títulos quizás no fueron lo bastante valorados en el momento de su estreno, pero con el tiempo se han erigido en los dignísimos exponentes de una tendencia que ha contribuido a forjar la estética moderna del género.

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El caso Hartung, una serie de atmósferas inquietantes y giros inesperados

Con El caso Hartung, Netflix hace exactamente la misma operación con relación a series como Forbrydelsen. Coge a un modelo que ha dado muchas alegrías (e incluso réplicas a diferentes industrias televisivas) y se aferra sin contemplaciones para elaborar un thriller de estos que supura atmósferas inquietantes y giros inesperados, con especial atención a los monstruos nacidos de infancias rotas y sociedades inoperantes.

El resultado, como en aquellas películas posteriores a la era Seven, no es especialmente original pero sí muy recomendable, porque sabe captar tu atención con un imaginario y una narrativa muy sólidos que pone el acento en los terrores que nos podemos encontrar en la esquina de casa.

Un thriller epidérmico

Basada en una novela de Søren Sveistrup, El caso Hartung es canónica desde el prólogo, en qué asistimos a unos terribles acontecimientos que parecen tener poco que ver con el caso de que veremos después y, en cambio, son la esencia misma de su resolución.

Tenemos también una curiosa pareja de investigadores, mujer y hombre (ella más creíble y mejor explicada que él, por cierto) y un crimen muy macabro, el de una adolescente que aparece con la mano cortada y una figura hecha de castañas al lado. Está en este último punto que la serie encuentra su punto fuerte, en la construcción de una mitología propia que a ratos evoca los hallazgos de True Detective y que consigue mantenerte enganchado hasta la revelación de la identidad del asesino.

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El caso Hartung thriller epidérmico en que todo puede acabar en tragedia

Sí, está lleno de pistas falsas, subrayados tramposos y algún personaje arbitrario, pero funciona muy bien como thriller epidérmico donde llega a parecer que cualquier secuencia es susceptible de acabar en tragedia. También hace mucho su trama política, que se adentra en temas (la gestión del luto, la instrumentalización mediática del dolor) poco frecuentes al género, y la espléndida manera que los directores Kasper Barfoed y Mikkel Serup filman el paisaje, siempre apuntando a un horror más intuido que mostrado.

Al final, El caso Hartung destaca por su capacidad de crear un relato absorbente que nos hace estar muy pendientes de cada personaje y, aunque no inventa nada, sabe dotarse de las herramientas para estremecernos sin recurrir a más golpes de efecto de los necesarios. No quiere ser la última palabra sobre el género porque, en el fondo, lo que busca es declararle su amor incondicional. Es por eso que funciona, y también porque sus seis episodios (bendecida concisión) pasan como un suspiro.