Barcelona, 5 de marzo de 1934. Hace 89 años. Los Mossos d'Esquadra y los Guardias de Asalto practicaban una batida policial en un piso de la calle del Duque —en el barrio Gótico— donde había reunidos cuarenta y cuatro miembros de la organización clandestina, paramilitar y fascista Ego y Nos, conocidos también como los Legionarios de Albiñana. Aquella organización había sido creada poco después de la simultánea caída de la monarquía, restauración del autogobierno catalán y proclamación de la II República española (abril, 1931) por el dirigente ultraderechista José Luis Albiñana Sanz. En el momento de la batida, cacheo y detención, Albiñana era diputado en las Corts republicanas por el Partido Nacionalista Español, y ya había tenido conflictos con la justicia por su participación en el intento de golpe de estado de 1932, denominado la sanjurjada, que perseguía derrocar la República.

"¡Perros catalanes!"

Según una reveladora e ilustrativa nota de prensa publicada al día siguiente (La Vanguardia, 06/03/1934), en aquel operativo policial fueron intervenidas varias armas de fuego. Más concretamente se dice que: "Albiñana se acercó en el citado agente (un mosso de esquadra) y le dio unos puñetazos, en la vez que, empuñando una pistola, se la apoyó en la frente (del policía). En todo esto, el diputado fascista injuriaba gravemente en el funcionario y en Cataluña. Se recuerda, entre los que oyeron el tumulto que (...) Albiñana profería repetidamente '¡Perros catalanes!'". Aquella misma nota de prensa detallaba el nombre de los cuarenta y cuatro detenidos, entre los cuales figuraban —además del diputado Albiñana- cuatro oficiales del ejército español: los comandantes Carlos López Modoley y Pablo de Peray March, y los tenientes Salvador Garcia Piquer y Faustino Pulido.

Miembros del Sindicato Libre (1919). Fuente: Wikimedia Commons
Miembros del Sindicato Libre (1919). Fuente Wikimedia Commons

La Traza, la Peña Ibérica y los radicales del Español

En aquella relación de detenidos destacaba, también el nombre de José María Poblador Álvarez, que en la época de máxima intensidad del pistolerismo (1919-1923) y coincidiendo con el asesinato del líder sindical Salvador Seguí, El chico del Sucre (marzo, 1923), había creado el grupúsculo La Traza. Poco después se produciría el golpe de estado de Primo de Rivera (septiembre, 1923), y Poblador, jugador de rugby del Español, y un grupo de aficionados radicales de la entidad blanquiazul, aprovechando el nuevo clima político favorable a sus ideas, crearían la Peña Ibérica, que absorbería La Traza, y que con la complicidad de las autoridades del nuevo régimen desplegarían una intensa actividad de persecución contra personas de ideología obrerista y catalanista. De hecho, José Luís Laguia, dirigente de la Peña Ibérica, sería señalado como el autor del asesinato del Chico del Sucre.

Los extremos que se tocaban

También, en aquella relación de detenidos figuraba un nombre que delataba la existencia de un fenómeno que resultaría letal para el régimen republicano: los vasos comunicantes entre los extremos de la escena política del momento. Este nombre era el de Antonio Zabalaondo Pérez, que no tenía un cargo relevante en la estructura local anarquista; pero, en cambio, era un peligrosísimo pistolero que se había especializado en ataques selectivos contra objetivos catalanistas. Durante aquel convulso periodo, la conexión entre el anarquismo —desde el sospechoso desembarque de la FAI en Catalunya— coincidiendo con la recuperación del autogobierno (abril, 1931)-, y la ultraderecha españolista, se pondría claramente de manifiesto con los asesinatos del político independentista Miquel Badia Capell (abril, 1936) y del periodista de investigación Josep Maria Planes y Martí (agosto, 1936).

Escenario del asesinato de Salvador Seguí (1923). Font Mundo Gráfico
Escenario del asesinato de Salvador Seguí (1923). Fuente: Mundo Gráfico

¿Pero de dónde venía todo eso?

El fenómeno de la violencia españolista en Catalunya ya existía mucho antes de los años de plomo del pistolerismo (1919-1923). ¡Los asaltos y destrucción de las redacciones del diario catalanista La Veu de Catalunya y del semanario satírico Cu-Cut! (1905), perpetrados por una horda de oficiales del ejército español se puede considerar el tiro de inicio de la violencia de calle de ideología españolista en Catalunya. Un fenómeno que durante los años siguientes, muy reveladoramente, crecería en paralelo a dos importantísimos hechos. Inmediatamente después del éxito de la Huelga de la Canadiense (1919), que hizo de Catalunya el primer país de Europa a implantar la jornada de las ocho horas; y mientras la Mancomunidad ultimaba la presentación del primer texto estatutario moderno (1919); los sectores más reaccionarios de Barcelona crearon los Sindicatos Libres.

Los Sindicatos Libres: ¿la génesis de la violencia ultraderechista?

Los Sindicatos Libres se nutrieron con individuos del país procedentes del entramado carlista-clerical, formado por los Somatenes, las Juventudes Tradicionalistas y los Ejercicios Espirituales. Los Sindicatos Libres se implicaron a fondo en la guerra del pistolerismo (1919-1923), pero ni con la inestimable colaboración del aparato policial español consiguieron su objetivo: exterminar a los líderes sindicales (en aquel momento, la CNT todavía era catalanista) y los dirigentes del catalanismo de izquierdas. Según el profesor José Fernando Mota Muñoz, docente e investigador de la UAB y uno de los grandes especialistas en el estudio de la génesis de los movimientos ultraderechistas, Poblador y los elementos más radicales se escindieron de la organización para crear la Peña Ibérica porque consideraban que el Sindicato Libre era muy tibio en la defensa de la españolidad de Catalunya.

Milanos del Bosch y Martinez Anido, dirigentes del aparato policial español que dio cobertura a los Sindicatos Libres. Fuente: Wikimedia Commons
Milanos del Bosch y Martinez Anido, dirigentes del aparato policial español que dio cobertura a los Sindicatos Libres. Fuente Wikimedia Commons

Terrorismo de baja intensidad

La prensa de la época revela, también, en las grandes manifestaciones cívicas de apoyo al Estatuto inédito de 1919, que la ultraderecha españolista actuaba de forma organizada contra los concentrados, desplegando un nivel de violencia extrema que perseguía crear un estado de terror en las calles y de desmovilización del catalanismo, y que en la actualidad nadie dudaría a categorizar como terrorismo de baja intensidad. Las agresiones con todo tipo de armas blancas y de fuego, perpetradas por aquellos grupúsculos organizados, se hicieron habituales en las plazas de Sant Jaume y de la Universidad, y a la Rambla, lugares tradicionales de reunión del catalanismo. Y también se convirtieron en habituales al interior de la Universidad, contra profesores y estudiantes de ideología catalanista. Las autoridades policiales españolas siempre miraron hacia otro lado.

La reacción catalanista

La respuesta catalanista a la violencia españolista se produce, paradójicamente, durante los años más duros del régimen dictatorial de Primo de Rivera (1923-1926), mientras la ultraderecha hispanista salvaba descontrolada por las calles de Catalunya. El periodista Toni Padilla, en un reportaje publicado en la revista Panenka (16/12/2016), explica que el 23 de noviembre de 1924, durante un partido de fútbol entre el FC Barcelona y el RCE Español en el estadio de las Corts, que sería llamado y recordado como el derbi de la calderilla, se lanzaron miles de monedas al terrenos de juego, y se produjeron graves enfrentamientos entre los miembros de la catalanista Penya Ardèvol (de la sección de lucha grecorromana del club azulgrana) y los de la Peña Ibérica. Los órganos de prensa de la ultraderecha se habían referido al coliseo azulgrana como una "pocilga llena de traidores".

Miquel Badia y Josep Maria Planes, víctimes del terrorismo anticatalanista. Fuente Fundació Irla y Enciclopèdia
Miquel Badia y Josep Maria Planes, víctimas del terrorismo anticatalanista. Fuente Fundació Irla y Enciclopèdia

El camuflaje

Después del operativo policial de la calle del Duque y de la detención de Albiñana ("¡perros catalanes!"), la ultraderecha españolista en Catalunya quedaría desarticulada y sus restos se camuflarían como entidades sociales. La Peña Blanca, núcleo catalán del PNE de Albiñana se reconstituiría como Centro de Cultura Ciudadana, pero nunca abandonaría su actividad terrorista. Poco después, se integraría en Falange Española, creada por el hijo del difunto exdictador Primo de Rivera. Cinco años después y en las postrimerías de la Guerra Civil, las tropas rebeldes nacionalcatólicas españolas que ocupaban Tarragona (15 de enero de 1939), imponían a un cura castrense en el sitial arzobispal, José Artero, que al oficiar la primera misa recuperaba el discurso españolista de Albiñana y desde el púlpito de la Catedral clamaba: "¡Perros catalanes, no merecéis lo suele que os alumbra!".

Ocupació franquista de Tarragona (1939). Fuente: Ayuntamiento de Tarragona
Ocupació franquista de Tarragona (1939). Fuente Ayuntamiento de Tarragona