Umberto Eco se hizo famoso cuando ya era famoso. Su novela El nombre de la rosa, escrita en 1980, cuando tenía 48 años, era la primera. La escribió más que nada como un entretenimiento intelectual. Vendió 50 millones de copias en más de 40 idiomas y acabó en película con Sean Connery de protagonista.

Eco, sin embargo, ya tenía su nombre escrito en piedra en el panteón de la cultura mundial, aunque no era nadie para el gran público. El nombre de la rosa aparece después de más de veinte años de dedicación al estudio del uso del lenguaje en la cultura popular contemporánea o de la cultura de la Edad Media; de trabajar como director editorial en Bompiani (la Gallimard italiana, para decirlo rápido), además de compañero de la RAI (la radiotelevisión pública italiana) de los entonces jóvenes Gianni Vattimo (el ideólogo del pensiero debole y futuro rival intelectual) o Furio Colombo (una lumbrera del periodismo italiano).

Esta es una recopilación de seis momentos alternativos de Eco –al margen de su colosal tarea académica– que seguramente no leerás en los obituarios de este gran italiano.

1. La muerte y la superstición

En diciembre del 2005 firma un artículo en el Daily Telegraph donde explica por qué "a pesar de que he abandonado la Iglesia [católica]" construirá el nacimiento con su nieto, "como de costumbre, como mi padre hacía conmigo".

Eco sorprendió a muchos con esta columna, donde argumenta que el hombre necesita la religión, y si no la encuentra o la rechaza, busca un sucedáneo. La razón, explica, es la necesidad de resolver el gran problema humano: cómo hacer frente a la muerte inevitable. "Si uno sólo cree en el dinero –añade– tarde o temprano descubrirá la gran limitación del dinero: no pueden dar razón de nuestra condición mortal".

Irónico como siempre, también lamenta que "nuestra época sea de una credulidad atroz. La muerte de Dios, o al menos la agonía del Dios cristiano, ha venido acompañada por el nacimiento de una plétora de nuevos ídolos". A Eco, que se declara hijo de la Ilustración, no le deprime la pervivencia de la fe cristiana, sino la proliferación de supersticiones, que "sólo prometen que hay una cosa secreta que lo explica y justifica todo". Y concluye: "la gran ventaja de eso consiste en que permite que cada uno llene el recipiente vacío del secreto con sus propios miedos y esperanzas".

2. El Mac es católico y DOS, protestante

Eco escribía en el semanario italiano L'Espresso desde su fundación, en 1955. Una de sus columnas más celebradas, de 1994, llevaba este título, a propósito de la guerra entre partidarios de uno u otro sistema operativo. Es otra demostración de su capacidad de exprimir y trascender la cotidianidad para conectarla con los asuntos de fondo de la humanidad.

"Tengo la firme opinión que Macintosh es católico y DOS es protestante. De hecho, el Macintosh es contrarreformista y ha sido influido por la ratio studiorum de los jesuitas. Es alegre, amigable, conciliador; dice a los fieles cómo tienen que proceder paso a paso para alcanzar, no el Reino de los Cielos, sino la impresión final del documento. El Mac es un catequista: la esencia de la revelación se trata a través de fórmulas simples e iconos suntuosos. Todo el mundo tiene derecho a la salvación.

"DOS es protestante, o incluso calvinista. Permite una interpretación libre de la escritura, pide decisiones personales difíciles, impone una sutil hermenéutica al usuario, y da por hecho que no todos pueden alcanzar la salvación. Para hacer funcionar el sistema necesitas interpretar el programa tú mismo: muy lejos de la comunidad barroca de los partidarios de la juerga, el usuario permanece cerrado en la soledad de su tormento interior".

Lee el original italiano y una traducción inglesa.

3. Aprender de memoria

En plena oleada de críticas en contra y menosprecio de los sistemas pedagógicos tradicionales basados en la educación memorística, Eco escribe una carta a su nieto donde le recomienda exactamente lo contrario: aprender de memoria. Él mismo leía a gran velocidad y tenía una memoria prodigiosa. La carta, de 2014, es una delicia irónica contra la corrección política.

"La memoria –dice Eco– es como las piernas. Si no la ejercitas se vicia y te convertirás (desde el punto de vista mental) en un hombre con "capacidades diversas" es decir, hablando en plata, en un idiota. [...] Esta es, pues, mi dieta. Todas las mañanas, aprende de memoria algún verso o un poema corto [...] .Puedes competir con tus amigos para ver quién lo recuerda mejor. Si no os gusta la poesía, hacedlo con equipos de fútbol, pero no sólo con los jugadores de la Roma de hoy en día, sino también los de otros equipos y de los equipos del pasado [...]".

¿Cuál es la razón de fondo de esta dieta de Eco y de su reticencia a abandonar la memorización? Así se lo explica al nieto: "Otros amigos tuyos, que no han cultivado la memoria, experimentarán una sola vida, la suya, que será muy solitaria y pobre en grandes emociones".

4. El arte de la conspiración

Eco habla con el semanario de cultura judía Forward sobre las relaciones entre la ficción y la mentira y como se entrecruzan en su novela El cementerio de Praga, un estudio sobre los mecanismos narrativos que se esconden tras las conspiraciones y el sectarismo.

5. La trompeta y el cementerio

Las novelas de Eco estan llenas de momentos autobiográficos. En El péndulo de Foucault, Belbo, uno de los protagonistas, toca la trompeta en el cementerio. "Esta escena es absolutamente autobiográfica", explicó al autor italiano en el 2008 en una larga entrevista en The Paris Review.

Sigue: "[la trompeta] era tan importante para mí... Ahora le revelaré una cosa que no he dicho nunca. Hace tres meses compré una trompeta de alta calidad por unos 1.700 euros. Para tocar la trompeta se deben entrenar los labios mucho tiempo. Cuando tenía doce o trece años tocaba muy bien, pero he perdido la habilidad y ahora lo hago fatal. Sin embargo, toco cada día. La razón es que quiero volver a mi infancia. Para mí, la trompeta es la evidencia de la clase de hombre joven que era. […] Cuando miro la trompeta, todo un mundo se excita en mis venas". Tenía 76 años.

6. El último tuit

 

"Vuelven los diarios de papel. El diario [impreso] no desaparecerá al menos durante los años que se me permita vivir". Hace exactamente tres meses.