Un tipo “cabezota” al que no le gustaba que le dijeran cómo hacer sus películas. Así se ha descrito el legendario George Lucas en Cannes, perteneciente a una generación de realizadores, la de la "Nueva ola americana", de la que también militaron ya iconos del séptimo arte como Francis Ford Coppola, Steven Spielberg, Martin Scorsese o Brian De Palma, que transformó Hollywood porque, a diferencia de los estudios, a ellos no les importaba el dinero. “Para ser honestos, no estábamos interesados en hacer dinero, estábamos interesados en hacer películas, era la gran diferencia”, ha explicado Lucas a su paso por el festival de Cannes, donde este sábado ha recibido la Palma de Oro de Honor de manos de su colega Coppola, quien, a su vez, en el certamen francés ha presentado su nuevo film, Megalopolis.   A sus 80 años y retirado desde hace una década, el creador de La guerra de las galaxias ha admitido que le acompaña cierto de nostalgia, aunque ha reconocido que "es un gran honor”, porque a pesar de contar con “muchos fans”, él no ha hecho “la clase de películas que ganan premios". 

El director que quería ser piloto

Lucas creció una “pequeña ciudad del centro de California” (Modesto) en la que solo había dos cines. Si quería ver alguna película que se alejara de los estándares comerciales, tenía que conducir hasta San Francisco. Llegó a la universidad en un momento en el que apenas había escuelas de cine y empezó a estudiar la rama de la fotografía tras haber renunciado, según ha rememorado, a su pasión por las carreras de coches que luego plasmaría en American Graffiti (1973). “Mi primer pensamiento fue 'quiero hacer eso, carreras'”, ha compartido en Cannes, pero su sueño se truncó con un grave accidente a una semana de terminar el instituto. “Ahí es cuando me di cuenta de que no era tan buen conductor y, en las carreras, si no eres bueno, es mejor dejarlo”.

Pero el realizador ha hablado sobre todo de cine y de cómo ha peleado a lo largo de su carrera para lograr terminar sus películas, especialmente las primeras, incluidas las de Las Guerra de las Galaxias y sin renunciar a hacerlas como él quería. Una buena muestra fue American Graffiti (1973), un filme sobre el que en la primera previsualización le dijeron que era “horrible” y que no daba la talla para ser mostrada en los cines, a pesar de que en las butacas el público se volvía loco con ella como si estuvieran en un concierto de rock. Hoy está considerado un clásico imprescindible en la historia del cine. 

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George Lucas y Francis Ford Coppola, la historia del cine en un abrazo / Foto: Sebastien Nogier / EFE

La Guerra de las Galaxias es una película para niños, siempre ha sido una película para niños

A base de persistencia, el factor que él considera más importante en su carrera, acabó logrando que subiera a la cartelera y solo el primer fin de semana consiguió una taquilla de 25 millones de dólares, un grandísimo éxito en la época. Luego “se quedó en los cines por un año”, ha recordado. “La gente que fundó Hollywood y los estudios se estaban retirando porque eran los sesenta. Se estaban yendo y los estudios estaban siendo comprados por empresas como Coca-Cola”, ha evocado, y como no sabían cómo hacer películas, empezaron a contratar a los jóvenes apasionados que empezaban a salir de las escuelas de cine. “Poco sabían ellos...”, bromeó.

El éxito de American Graffiti le abrió las puertas para hacer otra historia que tenía en cartera: una odisea espacial fantástica que no solo se convertiría en historia del cine, sino en parte de la vida de legiones de admiradores en todo el mundo. “Es una película para niños, siempre ha sido una película para niños”