San Millán de la Cogolla (reino de Pamplona, más adelante Corona de Navarra y actualmente La Rioja); en los alrededores del año 1000. Un monje copista del monasterio de Suso redacta los textos escritos en castellano más antiguos que conocemos actualmente: las "Glosas Emilianenses". Estos textos son, en realidad, un conjunto de pequeñas anotaciones esclarecedoras a pie de página sobre un libro redactado en latín, que se considera que fueron escritas en la lengua vernácula del monje copista o en la de parte de aquella sociedad. En el mismo documento aparecen otras notas —escritas por el mismo copista— en lengua aragonesa y en lengua eusquera; hecho que lleva a dos conclusiones: la lengua castellana habría nacido en el valle alto del Ebro (sobre la línea que separaba los estados medievales navarro y asturleonés); y el espacio geográfico donde surgiría el castellano era un territorio plurilingüe.

Mapa de los pueblos pre romanos del valle del Ebro. Fuente Universidad de Lisboa

Mapa de los pueblos prerromanos del valle del Ebro / Fuente: Universidad de Lisboa

La presencia vasca en la cuna del castellano

Cuando los romanos iniciaron la conquista del valle del Ebro (siglos III y II a.C.). Las naciones protovascas ya ocupaban la parte de la orilla del río Ebro entre las actuales Logroño y Tudela. Pero su alianza con Roma y, sobre todo, la derrota de las naciones noribéricas y célticas que se resistieron a la conquista de la Loba Capitolina (los sedetanos, los lusones, los pelendones, los berones); los colocaría en una situación de preeminencia en aquel nuevo mundo. Las oligarquías protovascas del valle alto del Ebro se convirtieron en las nuevas élites romanas del Conventus Cluniacense (la subdivisión provincial romana que abarcaba desde el Cantábrico hasta Tudela). Aquellas oligarquías protovascas se integraron plenamente en el aparato de dominación romano (como terratenientes, como gobernantes y como militares) y se romanizaron profundamente.

Un territorio, varias lenguas

No obstante, la romanización del valle alto del Ebro fue más débil que la de la costa mediterránea de la Tarraconense (la actual Catalunya). Los testimonios arqueológicos del Alto Ebro en la época romana, nos dibujan a una sociedad plurilingüe. Las oligarquías protovascas —las nuevas élites— adquirieron el latín. Pero las clases populares protovascas que habían acompañado a sus líderes en la ocupación de tierras usurpadas a los noribéricos y celtas derrotados, conservaron la lengua eusquera. Y los supervivientes noribéricos y célticos de la masacre romana (confiscados y esclavizados) conservaron sus lenguas originarias. En el Alto Ebro, el latín solo progresó entre las clases privilegiadas. Y, también, entre las escasas clases urbanas del territorio (de todas las condiciones sociales) que lo asumieron, por la fuerza, como la lengua franca.

Mapa de la expansión vasca en el valle alto del Ebro durante la Alta Edad Media. Fuente Eusko Ikaskuntza

Mapa de la expansión vasca en el valle alto del Ebro durante la Alta Edad Media / Fuente: Eusko Ikaskuntza

El castellano, lengua de evangelización

La desintegración del Imperio romano (siglo V) no tan solo no alteró aquel paisaje, sino que lo reforzó y ensanchó. El desgobierno inicial de los nuevos estados germánicos y la explosión demográfica que vivió la montaña vasca, impulsaron un fenómeno que, durante siglos, ha sido motivo de intenso debate entre los historiadores: la masiva colonización vasca de la mitad oriental de Cantabria, del nordeste de Castilla, y de La Rioja. Según la investigación historiográfica, entre los siglos VI y X, el euskera medieval habría sido la lengua popular y mayoritaria de estos territorios. Pero con la evangelización de aquellas sociedades (a partir del siglo VIII), divulgada en el latín vulgar de la época y promovida por las élites locales de lengua y cultura latinas; el euskera dejó paso, progresivamente, a una lengua románica que prefiguraba el castellano.

El primer castellano

El primer texto en castellano ha sido localizado en La Rioja; pero la investigación historiográfica revela que, hacia el año 900, ya se hablaba un precastellano en los valles de los ríos Asón (Cantabria), Cadagua (Castilla y León y País Vasco), Oca (Castilla y León) y Oja (La Rioja). Según las mismas investigaciones, este sería el solar originario del castellano que, en este territorio y durante los siglos IX y X, había pasado de ser la lengua de las oligarquías locales y de la evangelización, a ser la lengua de uso social mayoritario. Por lo tanto, aquel castellano primigenio, nació de las oligarquías vascas colonizadoras y de la evangelización y la latinización tardía de sus masas clientelares (las clases populares). Y se extendió —a gran velocidad— sobre el área que otros vascos habían ocupado con anterioridad durante la etapa de conquista y dominación romanas (siglos III y II a.C.).

Mapa de los dominios occidentales del reino de Pamplona durante los siglos X y XI. Fuente Wikimedia Commons

Mapa de los dominios occidentales del reino de Pamplona durante los siglos X y XI / Fuente: Wikimedia Commons

¿Por qué se extendió tan rápidamente el castellano?

El castellano, como evolución del latín vulgar, siempre fue la lengua de las élites sociales, políticas y religiosas del territorio. Es decir, que desde el momento de su nacimiento, fue la lengua del poder. Y eso facilitó mucho su expansión social y territorial. Pero también hay que tener en cuenta otro factor. El castellano se articuló como lengua diferenciada en un territorio plurilingüe. Incluso —y con mucha probabilidad— al inicio de su existencia (siglo X) sería la lengua numéricamente minoritaria en su territorio. Sin embargo, aunque durante los primeros siglos de su existencia no tuvo una dinámica evolutiva propia —se nutrió, básicamente, con aportaciones de las lenguas vecinas (aragonés, asturleonés, vasco, mozárabe)—; ocurriría una especie de koiné, que lo convertiría en lengua franca de su propio territorio y de los territorios vecinos.