Un rascacielos —símbolo arquitectónico de la modernidad y el manspreading vertical—se alza majestuoso en Nueva York pocos años después del Crac del 29, el desplome de la bolsa de Wall Street que puso de moda el balconing sobre piscina de asfalto entre los brokers. Arriba, nada más y nada menos que en el piso 200, conviven tres señoros que han encontrado —en las alturas y lejos de las mujeres—, la paz y la tranquilidad que el mundo de abajo les había negado. Uno de ellos, en su día, fue un periodista “de talento”. Tanto que, siempre según el relato, “valía demasiado para escribir en los diarios; no lo querían en ninguna parte”. Y si por casualidad lo contrataban, aguantaba poco en la redacción por la guerra que le daban los directores “de estos que abundan tanto, que tienen pasta de graba en vez de cerebro”.

Este sucinto pero conciso retrato de uno de los protagonistas de Els habitants del pis 200, el cuento que da título al recopilatorio, demuestra que Elvira Augusta Lewi, la autora, era, a sus veintipocos años, una experta conocedora de lo que uno se acostumbraba a encontrar —y se continúa encontrando— en el ejercicio de la práctica de articulista (llamarle oficio es demasiado atrevido). Y no solo era una experimentada periodista, sino que esta joven escritora catalana de origen judeogermánico también había cultivado ya la novela y otros géneros tan poco comunes para las mujeres de la época como el ensayo, la teoría del arte o la crítica literaria. Era pues una de las escritoras más talentosas de su tiempo, en un contexto republicano de importancia creciente de las mujeres en el ámbito público y de normalización de la literatura en catalán. Pero quiso el destino —y el contexto internacional de auge del fascismo que siguió a la Gran Depresión— que su prometedora carrera se viera truncada por la llegada de las tropas franquistas a Barcelona, y el consiguiente retorno al oscurantismo y la alta edad media que habrían de dominar el país durante las cuatro décadas siguientes. Lewi, así, desapareció sin dejar rastro, y la historiografía escrita por los vencedores quiso olvidarse de esta emancipada intelectual republicana. Y así seguirían las cosas si no fuera porque la editorial Males Herbes se ha obstinado a reeditar (por primera vez y 87 años después) esta recopilación de sus cuentos. Uno de los libros más ignotos de la literatura en catalán, que llegará a las librerías esta semana.

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La nueva portada de uno de los libros más desconocidos de la literatura catalana. Foto: Males Herbes.

Hierbas adventicias y distorsiones literarias

Males Herbes nació —más bien brotó de forma silvestre y espontánea— hace más de una década para fortalecer el necesitado ecosistema de la contracultura en catalán. Por medio de la colección Distorsions, traducen obras de culto foráneas y descubren propias que, por lo que sea, no han tenido el eco que merecen. “Descubrimos a Lewi en el volumen Els altres mons de la literatura catalana”, me explica Ramon Mas, fundador, junto con Ricard Planas, de este ruderal proyecto editor. “Se trata de una antología bastante definitiva sobre literatura fantástica catalana escrita por Victor Martínez-Gil hace ya unos cuántos años, y que viene a ser nuestro libro de cabecera. Elvira Augusta Lewi despertó nuestro interés porque es una autora que juega con el fantástico, pero desde un territorio muy personal. Además, el hecho de que se trate de una autora totalmente desaparecida, olvidada, que no volvió a publicar nunca más y que toda su vida posterior fuera un misterio, hace que encaje con todo lo que hacemos: desenterrar autores que han quedado sepultados, y apostar por obras que se escapan del canon realista predominante en la literatura catalana. La propuesta de Lewi es bastante diferente a la mayoría de escritores y escritoras de su época, es muy moderna para su tiempo. L’home de cristall, por ejemplo, es un cuento muy kafkiano. Y Quan la mort s’enamora podría haberlo firmado E.T.A. Hoffmann. Salvando las distancias, claro, porque ella era todavía una voz muy joven cuando los publicó, pero tenía una influencia alemana o de la Europa del este, muy diferente a las que predominaban aquí [el folclorismo y el mimetismo de la novela francesa]. Todo ello hizo de ella una autora muy singular”.

El hecho de que se trate de una autora totalmente desaparecida, olvidada, que no volvió a publicar nunca más y que toda su vida posterior fuera un misterio, hace que encaje con todo lo que hacemos

Un destino fatal

Elvira Augusta Lewi nació un 6 de agosto de 1909 en el sí de una acomodada familia de judíos alemanes llegados a la convulsa Barcelona de inicios de siglo. De su breve biografía pública se sabe que estudió en el Colegio Alemán y después en la Escuela de Artes y Oficios (la Llotja). También que se integró en el Lyceum Club Femenino, la primera asociación feminista española, fundada en 1931 y con la escritora e integrante de bandas de jazz formadas exclusivamente por mujeres, Aurora Bertrana, como presidenta. En paralelo, Elvira arranca una prolífica carrera literaria como colaboradora en multitud de periódicos y revistas, tratando temas que van de la crítica literaria, al interiorismo, el arte hecho por mujeres, el feminismo o la traducción del epistolario de Rilke y Hölderlin. Y todo ello mientras va publicando relatos que entroncan, como decía Mas, con la literatura fantástica y la tradición alemana; los mismos que un tiempo después, en 1936, serían recogidos en Els habitants del pis 200. Antes, sin embargo, se estrena como novelista con Un poeta i dues dones (1935) y, según parece, dejó una novela terminada que jamás se ha publicado.

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Una de las pocas imágenes que se conservan de ella.

Junto a Maria Teresa Vernet, Mercè Rodoreda, Carme Montoriol, Rosa Maria Arquimbau, Anna Murià o Aurora Bertrana, fue una de las nuevas novelistas de anteguerra; aquellas que, ideológicamente afines en la República y adscribiéndose a las corrientes contemporáneas, en la década de los treinta, produjeron una novela moderna desde el punto de vista de los temas y del tratamiento. Pero, desgraciadamente, poco después pasaría lo que todos sabemos. Y el rastro de la prometedora escritora se esfumó una vez las tropas de Franco ocuparon Barcelona, y después empieza la II Guerra Mundial, lo cual hace pensar, sobre todo si tenemos en cuenta que era de origen judeo-germánico, en un destino fatal. Aun así, las investigadoras que han seguido su pista (como Neus Real Mercadal, que firma el epílogo del libro), recientemente han descubierto que en 1943 publicó Un poeta y dos mujeres (traducción castellana de su novela de 1935), firmando significativamente como Elvira L. Salinas (su segundo apellido). También que alrededor del año 1970 murió en Barcelona en el más leonino de los anonimatos

Alrededor del año 1970 murió en Barcelona en el más leonino de los anonimatos

“Merece la pena reivindicarla hoy en día, además de por lo que hemos dicho antes, por la manera como trata las cuestiones de género”, continúa Ramon Mas. “Los personajes femeninos de Lewi intentan romper —o, más bien, jugar— con el estereotipo. Por ejemplo, la mujer que llega para compartir pensión con los tres misóginos protagonistas de Els habitants del pis 200, es recibida por ellos con muchos prejuicios. Pero Lewi va más allá, porque pronto su personaje supera las expectativas de los tres hombres, sorprendiéndolos y convirtiéndose en una tercera cosa: una delincuente. Huye de estereotipos como el de la mujer pánfila, la mosquita muerta, la vamp o la femme fatale, los roles femeninos que predominaban en la época. Elvira Augusta Lewi tenía talento, juventud y era una rara avis dentro de la literatura catalana. Hasta dónde habría llegado si no hubiera tenido que interrumpir su carrera, es algo que no sabremos nunca.”