De trabajo de final de grado a los XIII Premios Gaudí. El viernes pasado se estrenó en cines Les dues nits d'ahir, un filme firmado a ocho manos –Pau Cruanyes, Gerard Vidal, Ignasi Àvila Eudald Valdi– que explica la historia de Eric, Marcel y Ona , tres amigos de la infancia marcados por la pérdida de un cuarto colega, Pol. El largometraje, que nació como proyecto de final de carrera de la Universidad Pompeu Fabra, opta, junto con La vampira de Barcelona, L'Ofrena La dona il·legal, al galardón a la mejor película en los premios que la Academia del Cine Catalán otorga este domingo.

Una road movie sobre el dolor

"Tio, Pol está en un tupper". La película arranca con una sentencia tan absurda y real como la muerte. Los tres protagonistas, interpretados por Arnau Comas, Judit Cortina y Oriol Llobet, acaban de robar las cenizas de su amigo Pol y se disponen a iniciar un viaje por carretera sin un destino definido. El objetivo, en teoría, es esparcir sus restos, pero pronto descubrirán –y descubriremos– que esta, de hecho, es la cuestión menos importante. La película no es una aventura, es una procesión vibrante en la que los tres colegas buscan fórmulas para aceptar el adiós prematuro del amigo. Y claro, estas fórmulas no son las mismas y pueden chocar entre ellas.

Les dues nits d'ahir habla de una realidad que prácticamente todo el mundo ha vivido y, por triste que parezca, sirve de aviso para aquellos que hayan tenido la suerte de esquivarla: la muerte no sólo es inevitable –eso se puede asumir–, sino que a veces llega a traición, aunque tengas 20 años y sólo pretendas comprar un pack de birras en una plácida noche de verano.

Equipo grabación Les dues nits d'ahir cinemes Girona - Sergi Alcàzar

Equipo de Les dues nits d'ahir / Sergi Alcàzar

La obra de Cruanyes, Vidal, Àvila y Valdi brilla gracias a la sólida interpretación de los tres protagonistas, a una fotografía atractiva, a la banda sonora de The Bird Yellow y, sobre todo, al aura de violencia –visible o intangible, intensa y visceral– que desprenden escenas como la de la gasolinera o la del autoestopista, unos instantes, que, por momentos, nos hacen creer que el filme derivará hacia el thriller. En una película en que el leitmotiv es el luto, se agradecen estas dosis de tensión.

El guion no es del todo redondo y escenas como la final, en la piscina, denotan, a ojos de quien escribe estas líneas, la pretensión de buscar significación donde quizás no la hay. Pero poco importa. El equipo es joven y su futuro, prometedor.