Yasmina Khadra, el autor que se hizo popular con sus crudas novelas negras sobre Argelia y sus conflictos armados, acaba de publicar Dios no vive La Habana (Alianza Editorial), una obra con la que se traslada a un escenario muy diferente al de su Argelia natal: Cuba (anteriormente ya había desplazado a sus protagonistas a las Comores, Alemania, Kabul, Bagdad...). Y Khadra (seudónimo de Mohammed Moulessehoul), recrea una Cuba de guía turística: músicos de son, playas espectaculares, paladares, chicas de belleza extraordinaria, turistas de todo el mundo...

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Mohammed Moulessehoul (Yasmina Khadra), en 2014. Foto: ActuaLitté.

Entre La Habana y Argel

En principio, nada tendría que ser más diferente del Argel amenazado por el integrismo, que describía Khadra en sus primeras novelas, que la Cuba de los músicos, los cabarets y las jineteras. Y, a pesar de todo, la Cuba de Khadra está lejos de ser un lugar paradisiaco. El país caribeño es descrito como un sitio tenebroso, donde por debajo de la música y la fiesta hay miseria, hipocresía, persecución política, maltratos, vigilancia permanente, desigualdades sociales... Khadra, muy hostil al socialismo del Frente de Liberación Nacional argelino, también muestra todas las miserias del comunismo en la Cuba castrista: el autoritarismo la ineficacia de la administración, las desigualdades sociales, la ruptura del sueño revolucionario... Los personajes de Khadra son víctimas de una utopía caducada en la que ya nadie cree.

Cuando el crimen no es lo principal

Dios no vive La Habana no es una novela negra. Aunque hay una cierta presencia de crímenes, esta obra es, básicamente, una historia de amor. Una historia de un amor atípico y que parece predestinado al fracaso, pero con una fuerza terrible. Esta obra es también una novela sobre la vejez, sobre la decadencia, sobre el inexorable paso del tiempo. Khadra ya ha llegado a los 60 años, y esta obra ya no es protagonizada por un hombre en el momento más esplendoroso de su vida, sino por un hombre que deja de estar en plenitud de sus condiciones físicas, y que profesionalmente empieza su decadencia. Un hombre que no está muerto, pero que ya empieza a pensar en la muerte. Las ilusiones acaban, y Khadra reflexiona sobre este terrible momento en que un hombre tiene sus últimas ilusiones en un ámbito determinado. El principio del fin.

Khadra se hace mayor

En Dios no vive en La Habana Khadra muestra su madurez. Es capaz de escapar de su estilo y de sus escenarios más habituales, y hacer una novela bastante verosímil y con un ritmo excelente, como todas las anteriores. Pero una novela en que, más allá de la búsqueda de un asesino, se centra en la búsqueda de los secretos del corazón humano, hurgando en sus heridas más ocultas. Quizás no es la obra que los aficionados en las magníficas novelas negras de Khadra (como Morituri) esperarían, pero es un texto impecable, que nos pasea por los aspectos más siniestros de la Cuba del siglo XXI.