Barcelona, 5 de enero de 1387. Hace 638 años. El rey Pedro III de Barcelona y IV de Aragón moría a la edad de 67 años y después de más de medio siglo de reinado (1336-1387). Pedro III, al morir, ponía fin al segundo reinado más largo de la historia del trono de Barcelona —cincuenta u años—, solo superado por su tatarabuelo Jaime I, que había ostentado la corona durante sesenta y tres años (1213-1276). Pedro III había reunido, de nuevo, el patrimonio del Casal de Barcelona, fragmentado con el testamento de Jaime I (1276), y durante su reinado la Corona catalanoaragonesa alcanzaría su plenitud territorial, militar, económica y demográfica.
Posteriormente, durante los últimos años del reinado de Alfonso el Magnánimo (1435-1458), se restauraría efímeramente el poder catalán en el Mediterráneo (conquista de Nápoles). Pero nunca se recuperaría la plenitud del reinado de Pedro III. Su muerte (1387), en un escenario de profunda crisis provocada por los estragos y las consecuencias de la peste negra (1348-1351), abriría una etapa de incertidumbres que alcanzaría su punto culminante con las extrañas y determinantes muertes de sus hijos y sucesores Juan I (1397) y Martín I (1410). ¿Cómo murieron Juan y Martín? ¿Y a quién beneficiaron sus muertes? Y, sobre todo, ¿quién estaba detrás de estas extrañas muertes?
El reinado de Pedro III
El reinado de Pedro III escenifica un colosal cambio de rumbo en la política exterior de la cancillería de Barcelona. Las guerras de la Unión (1347-1348) —de la corona contra los estamentos nobiliarios aragonés y valenciano— (¡¡¡previas a la crisis de la peste negra!!!), revelan un nuevo estilo autoritario que apunta, claramente, hacia la transformación del régimen feudal hacia una monarquía preabsolutista. Y los matrimonios del heredero Juan con las súbditas francesas Marta de Armañac (1373-1378) y Violante de Bar (1380-1397) revelan un acercamiento inédito entre las cancillerías de Barcelona y París, tradicionalmente enfrentadas por el dominio del Mediterráneo occidental.
La muerte de Pedro III y la coronación de Juan I
La muerte de Pedro III condujo al trono a su primogénito superviviente Juan, que en ese momento ya era viudo de su primer matrimonio y ya había sido, nuevamente, casado con su segunda esposa. Juan I, apodado (¡¡¡o mal apodado!!!) el Cazador y el Amador de la gentileza, sería un monarca con un perfil muy avanzado a su tiempo. No era un rey guerrero, que basara sus actos en los ideales caballerescos que ya habían entrado en crisis, sino que era un rey intrigante, que desplegaba su poder desde las salas del palacio y desde las mesas de la cancillería. Y en esta tarea, contaría con la colaboración de su segunda esposa, Violante de Bar, criada y educada en la refinada corte de París.
¿Quiénes eran los aliados internos de Juan I?
Las fuentes documentales revelan que los reyes Juan I y Violante de Bar dotaron a la corte de Barcelona de un lujo y un refinamiento nunca vistos. Y que relajaron las políticas autoritarias de Pedro III, con el propósito de recuperar las tradicionales sinergias —cuando menos, la cordialidad— con el estamento aristocrático catalán del momento, es decir, con los grandes propietarios feudales y, al mismo tiempo, los mandos militares del país. Naturalmente, ese volantazo decepcionó a las clases mercantiles urbanas, que habían visto con Pedro III la posibilidad real de desplazar y sustituir en el poder a los grandes barones feudales y las jerarquías eclesiásticas.
¿Qué otros aliados internos tenía Juan I?
El lujo y refinamiento que Juan I y Violante de Bar instalaron en la corte de Barcelona generaría un gasto descomunal, difícil de justificar en un escenario de crisis económica muy profunda. Y, sobre todo, cuando corrió la información de que algunos cancilleres de la corte muy influyentes —como el conocidísimo escritor Bernat Metge—, amparados en el caos que habría generado la manipulación de ese descomunal gasto, habrían creado un gigantesco entramado de corrupción para su beneficio personal. Durante los años en los que Juan I reinó (1387-1396), este cuerpo de poderosos altos funcionarios de la corona fue uno de los mayores puntales políticos de la pareja real.
¿Y los aliados externos?
La política exterior de Juan I, sobre todo después de su boda con Violante (1380), se orientó, decididamente, hacia Francia. No en balde, cuando el rey Pedro III debe negociar un nuevo matrimonio para su heredero, el futuro Juan I (1380), el hecho de que Violante sea nieta y sobrina de reyes de Francia tiene un peso decisivo. El matrimonio entre Juan —hijo y heredero del rey Pedro III— y Violante —sobrina de Carlos V de Francia— se negoció y celebró con un objetivo claramente político: el acercamiento de las cancillerías de Barcelona y de París. Y, en este punto, puede decirse que Violante nunca decepcionó las expectativas creadas. Siempre trabajó en beneficio de la alianza catalanofrancesa.
La extraña muerte de Juan I
Juan I murió en extrañísimas circunstancias. Oficialmente, en una cacería en los bosques de su cuñado y subordinado, el conde Juan I de Empúries. La sombra de la sospecha que se cerniría sobre aquel extraño accidente (el rey era un experimentadísimo caballero) señaló a varios sospechosos. A su cuñado ampurdanés, su yerno Mateo de Foix, algunos cancilleres corruptos que habrían sido desenmascarados o una trama urdida por las clases mercantiles o por los judíos que habían sufrido los pogromos. ¿Quién y por qué podía haber asesinado al rey Juan? ¿Qué relación tendría esa muerte con el posterior deceso de Martín I, el sucesor de Juan? ¿Quién quería acabar con la estirpe Bellónida y por qué?