Los directos de estadio viven un momento inmejorable. El pasado lunes, el Palau Sant Jordi compartía que por primera vez en su historia había colgado el cartel de sold out, tanto en el recinto del Sant Jordi como en el Sant Jordi Club, en todos los conciertos que ofrecía durante aquel mes. Artistas tan diferentes como los británicos Idles, Los Chichos o una de las reinas argentinas de la música urbana, Nicki Nicole, habían conseguido agotar todas las localidades. Y Depeche Mode no iba a ser una excepción.

Después de dos fechas en el Wizink Center de Madrid los pasados 12 y 14 de marzo, los británicos aterrizaron este sábado en el Palau Sant Jordi. Su undécima visita a Barcelona venía de la mano de su Memento Mori Tour, una gira de 110 fechas en torno al mundo considerada una de las más grandes del año pasado, con más de dos millones de entradas vendidas en 2023. Pero eso solo son datos, y lo que los ha consagrado como una de las bandas más importantes de la historia han sido los hechos.

depeche modo jordi borràs ACN 3
Foto: Jordi Borràs / ACN

La manera más sencilla de entender que un grupo pueda seguir en activo y vigente después de 44 años —y 15 discos— es vivir uno de sus directos. Dicho y hecho. Rodeada de gente de la edad de mis padres, vestidos de negro, y emanando una actitud synth-goth que nunca han abandonado a pesar de la urgencia de estar al día con las modas, me presenté por la noche en Montjuïc. Haciendo cola me sentí bastante aligerada al ver que pasarán los años, pero aquel grupito de mujeres le seguirá poniendo ron a las botellas de coca-cola y guardando el tapón en el bolsillo para pasar el control. O que aquella mujer con absoluto look de madre del AMPA de escuela verde concertada con certificado, cuando enseñe el bolso, le encontrarán un par de puros habanos. Se las saben todas. ¿Qué decir que no sepan?

Una breve sesión de un techno durísimo puso los ánimos a tono para que cuando se apagaran las luces el estadio rompiera en un grito ensordecedor

Poco a poco, el estadio se fue llenando. Entre el público no había aquella histeria adolescente para coger las primeras filas. La gente llegaba tranquila, sin prisas. Poco antes de las nueve y media de la noche, y después de un sorprendente concierto de su telonera Suzie Stapleton, que podría recordar al alto-rock de Patti Smith o PJ Harvey, estábamos preparados para contemplar a Dave Gahan y Martin Gore hacer suyo el escenario. Una breve sesión de un techno durísimo puso los ánimos a tono para que cuando se apagaran las luces el estadio rompiera en un grito ensordecedor. Primero Gore y después Gahan, con el aire de estrella imperante, subieron al escenario. Austero y sin florituras, una M gigante los acompañaba en la parte de atrás, mientras en primera fila había una pasarela que no llegaba al cuarto de pista. Pero no necesitaron más para hacer enloquecer al público cuando abrieron el concierto, y su último disco, con My Cosmos Is Mine.

depeche modo jordi borràs ACN 2
Foto: Jordi Borràs

Desde el primer segundo, Gahan se puso a todo el mundo en el bolsillo. Moviéndose por todo el escenario, descalzo y con un traje brillante de chaqueta, pantalón y chaleco, parecía un elegante vampiro capaz de hipnotizar a cualquiera de los 17.000 asistentes. Pero cuando Gore salió de detrás de los teclados para reventarlo con la guitarra, todo el público estalló al unísono con Walking in my shoes. Con unas pantallas horizontales demasiado pequeñas, los de última fila también pudieron disfrutar de ver en primer plano la energía de toda la banda tocando temas como It's No Good, su éxito de los noventa, Policy of Truth o In Your Room. A pesar de tratarse de un concierto de la gira de su último disco, predominaron los grandes éxitos de las más de cuatro décadas sobre los escenarios.

Con Everything Counts, la intro con los teclados más pop que se pueden encontrar en una canción de electrónica rock, Gore cogió el protagonismo vocal mientras Gahan hacía piruetas sobre sí mismo. Una combinación perfecta entre la energía más estoica y la grandilocuencia de uno de los mejores front-man de la historia que se mantuvo durante todo el concierto. Y después de leer una pancarta, presenciamos, como Anastasia, que justo cumplía 30 años, recibió el regalo que todo fan quiere: ver a su artista preferido cantarle el Happy Birthday. Uno de los momentos más especiales de la noche vino de la mano de Strangelove, cantada en acústico por Gore, la cual se llevó una de las mayores ovaciones de la noche. El acústico y las ovaciones se mantuvieron con Somebody, mientras el público levantaba las luces de sus móviles.

No importaba si se basaban en sintes, batería o una buscada atmósfera oscura: encima del escenario se daba todo y el público lo devolvía

Llegando a la mitad del concierto, y ahora sí, solo con el chaleco, Gahan introdujo a todos sus compañero y procedió a seguir dirigiendo el Sant Jordi como un maestro de orquesta de pocas palabras. La energía pop se reanudó con su tema Ghost Again del último disco. Y con unos visuales que parecían sacados de la mejor MTV, nos trajeron I Feel You seguido de la euforia in crescendo que trajo la combo A Pain That I'm Used To - Behind the Wheel. No importaba si se basaban en sintes, batería o una buscada atmósfera oscura: encima del escenario se daba todo y el público lo devolvía.

depeche modo jordi borràs ACN 4
Foto: Jordi Borràs / ACN

Efectivamente, el último cuarto del concierto fue una Black Celebration. El espíritu de la electrónica new wave de los 80 demostró pasar la prueba del tiempo, y sino que le pregunten a las sincronizadas palmas que hizo el público con Stripped. Después de una hora y media no faltó el gran éxito, el gran momento, la oda a cuando ya no hay que decir nada más, Enjoy the Silence. Un final de fiesta donde ambos artistas se hicieron suyo el escenario mientras el público se encargaba de cantar. En las gradas se coreaba un "oe-oe-oe-oe" de cualquier partido de fútbol, un triunfo para todos los hombres presentes.

Pero todavía quedaban algunos bailes. El encore fue una serie de hits con los que el público, ya enloquecido, lo acabó de perder todo. Just Can't Get Enough sonó más llena, vital, brillante, pop y fresco que nunca. Y al cerrar con Personal Jesus demostraron cómo han sabido envejecer sin perder ni un pelo de actitud, ni talento, consiguiendo una standing ovation de cerca de cinco minutos de todo el público después de dos horas de concierto.