Las tiendas catalanas serían el resultado de un proceso evolutivo: el tradicional obrador medieval destinaba una parte de su espacio exclusivamente a la exposición y venta del producto

Tarragona, 17 de septiembre de 1751. Hace 270 años. Abría sus puertas la cerería de la calle de la Mercería; que, poco tiempo después, pasaría a ser conocida como la Casa Corderet. Aquella cerería; que, en la actualidad, conserva intactos la marquesina, el escaparate y las repisas de origen, sería la primera tienda propiamente de la ciudad; y una de las primeras de Catalunya. La Casa Corderet, fabricante de cirios y velas que alumbraban las casas nobles y los templos de la ciudad desde 1621, creaba un espacio claramente diferenciado del obrador, abierto a la fachada principal de la casa (puerta, marquesina y escaparates), buscando la atención del público que cada día, invariablemente, transitaba por la calle de la Mercería. Había nacido la tienda. Por lo menos en Tarragona.

Tarragona (1802). Fuente Cartoteca de CatalunyaTarragona (1802). Fuente: Cartoteca de Catalunya.

Las primeras tiendas: solo artículos de lujo

Las primeras tiendas del país, que surgen durante el siglo XVIII, estaban destinadas exclusivamente a los productos de lujo: cererías, fideeros, tiendas de indianas, chocolaterías... Los alpargateros, los pañeros, los silleros o los zapateros; continuaron recluidos dentro de sus obradores tradicionales. Ni escaparate, ni despacho. Quien quería comprar un par de alpargatas o una manta de estameña; iba directamente al obrador, y entre tiras de esparto o entre mechones de lana peinada derramados por el suelo; hacía tratos con el maestro o con el oficial de obrador y compraba aquello que le convenía o aquello que podía. En aquellos obradores no había ningún espacio destinado a la exposición del producto; y, todavía menos, al arte de la venta. Los mostradores y las repisas llegarían con las tiendas.

Las cererías

Las cererías eran un comercio de artículos de lujo. Durante el siglo XVIII —la época que surgen las primeras tiendas—, las clases populares se alumbraban con aceite (los populares candiles). Pero las casas de las clases privilegiadas (la nobleza local, los comerciantes prósperos, las jerarquías eclesiásticas, los mandos militares); y los templos religiosos (catedrales, iglesias parroquiales) se alumbraban con cera de abeja o de parafina, que generaba más luz; y que era mucho más cara que el aceite de quemar. La cera de alumbrar estaba asociada al lujo y a la solemnidad que se pretendía en las casas de las oligarquías y en los templos religiosos. Y las tiendas de velas y de cirios estaban dirigidas, generalmente, por personas socialmente muy próximas a sus clientes.

Barcelona (1793). Fuente Cartoteca de CatalunyaBarcelona (1793). Fuente: Cartoteca de Catalunya.

Los fideeros

Otro producto de lujo de la época era la pasta. Los fideos, el producto estrella del mundo de la pasta, era un alimento habitual en las mesas de casa rica; pero, en cambio, en las casas humildes solo aparecían en las comidas de las grandes celebraciones (Fiesta Mayor, Corpus, Navidad). Los fideos, elaborados con harina de trigo, se fabricaban en el obrador de la trastienda, y se presentaban en formas y medidas|tamaños diferentes: fideos grandes, fideos finos, fideos largos, fideos cortos, y sus populares parientes menudos: los galets; expuestos en sacos abiertos como una manguera respingona. Generalmente, los fideeros, a diferencia de los cereros, se concentraban en una misma calle; prácticamente puerta por puerta. En Tarragona, concretamente, ocupaban los bajos de las Bóvedas de la Mercería.

Las tiendas de indianas

La indiana era un tejido estampado con dibujos y colores diversos; que, a mediados del siglo XVIII, causaba furor entre las damas de las clases privilegiadas. La indiana, generalmente elaborada con algodón, que ya era una materia prima cara, era el resultado de un complejo proceso de confección que iba desde el operario del telar hasta el diseñador del dibujo; pasando por el entintado (el estampado) y el secado (la exposición al sol en prados dispuestos a propósito). Las tiendas de indianas, a diferencia de los cereros y de los fideeros, no compartían espacio con el obrador; que ya se había transformado en una fábrica. Las tiendas de indianas serían un foco de lujo y de sofisticación, y su producto sería solo al alcance de las élites urbanas de la Catalunya del XVIII.

Clases populares catalanas a la salida de la fábrica (siglo XVIII). Fuente EnciclopediaClases populares catalanas a la salida de la fábrica (siglo XVIII). Fuente: Enciclopedia.

Las chocolaterías

El chocolate era otro producto de lujo de aquella Catalunya de la Ilustración. Y la evolución de las chocolaterías (de obrador, exclusivamente; a tienda-obrador) siguió un camino muy similar al de las cererías. El paso que las convertiría en espacios de degustación todavía se tenía que dar; pero durante el siglo XVIII, los tradicionales obradores de chocolate —que en Catalunya llegan de la mano del escritor Francesc Capella; pasarían a destinar una parte de su espacio al despacho de las populares baldosas para hacer chocolate a la taza en casa. Las fuentes de la época revelan que, a diferencia de las cererías o de las tiendas de indianas, las chocolaterías eran frecuentadas por las sirvientas de las casas ricas, no para el consumo propio sino por encargo de sus patronas.

Representación de una merienda de chocolate previamente adquirida en una chocolatería Fuente Ayuntamiento de BarcelonaRepresentación de una merienda de chocolate previamente adquirida en una chocolatería. Fuente: Ayuntamiento de Barcelona.

La radicación de las primeras tiendas

La radicación de aquellas primeras tiendas fue mucho en función de la ubicación de los obradores que las precedían. En la mayoría de los casos (excepto las tiendas de indianas), se apropiaba de un espacio del obrador —el más visible— y se destinaba a tienda. Sin embargo, las fuentes documentales, revelan que, también, la mayoría de estas primeras tiendas —por lo menos las que trascendieron en el tiempo— estaban radicadas en vías urbanas de primer orden. No es ninguna casualidad que en Tarragona —por poner un ejemplo— las cererías, los fideeros y las tiendas de indianas; se concentraban en la calle de la Mercería, que en aquel momento era la vía que unía el Castillo del Patriarca —el palacio arzobispal—, las escaleras de acceso a la Catedral y la calle Major. Es decir, el meollo de la ciudad.

Imagen principal: Representación de una tienda de indianas en Barcelona. Siglo XVIII. Fuente: MUHBA.